4

Cuando salimos del motorhome, las luces de los flashes estaban por todos lados. Yo agarré el brazo de Grace con fuerza; ella, que estaba mojada por completo, me quedó mirando.

— ¿Y ahora, qué tienes? — me preguntó.

Bajé un poco la cabeza. Al principio no me dio vergüenza que él me viera semi desnuda, pues para mí era ridículo que él me mirara con ojos de lujuria. Pero al verme en el espejo y notar cuán horrible estaba, la vergüenza se apoderó de mí.

— Todos vieron cómo me vomitaste, me da vergüenza — le mentí.

Me consideraba una mujer fuerte y segura de mí misma, pero esto me había tomado por sorpresa. Tal vez era porque mi ex prometido se había metido con mi hermanita menor, o tal vez era por la inminente menopausia, pero me sentía muy mal, y eso no era una exageración.

— ¡Genial! Seremos famosas, aunque sea por un par de semanas — dijo Grace con entusiasmo.

Por estas cosas que ella decía, era que no la mandaba a volar. Aunque Grace fuera tan loca, ella le daba diversión a mi vida, y eso se lo agradecía infinitamente.

— Mejor quédate en silencio antes de que seamos famosas por otra razón — la amenacé.

Grace y yo salimos del lugar de la manera más sigilosa posible. De verdad, no quería que él me viera; me daba vergüenza.

UNA SEMANA DESPUÉS

Tenía frente a mí a una futura clienta. Ella estaba llorando a moco tendido, y no le podía entender nada de lo que me estaba diciendo.

— Entiendo, ¿pero puedes explicármelo con más calma? — le pedí.

Ella sorbió la nariz y asintió con la cabeza.

— Me engañó con mi propia madre — me dijo y volvió a llorar.

Yo respiré profundo. Aún no podía entender cómo las personas podían hacer tal cosa, por ejemplo, el bastardo de mi ex.

— Comprendo y lo siento mucho, pero si no te calmas y me dices cómo sucedieron las cosas, no podré ayudarte — le dije.

Ella dejó de llorar y puso la expresión que ponían todas mis clientas; una de venganza.

—Quiero dejarlo en la calle, quiero que cada que se acuerde de mí sufra. También quiero toda la custodia de mis hijos — me dijo.

Yo asentí con la cabeza de inmediato; eso sí lo había entendido fuerte y claro.

— Trabajaré duro para poder conseguir todo lo que pides — le dije.

Ella negó con la cabeza de inmediato.

— Lo quiero todo, yo no voy a permitir que ese cerdo asqueroso se acerque a mis hijos. ¿Y sabes qué es lo peor? — me preguntó.

Yo negué con la cabeza.

— Que el infeliz preñó a mi madre, ¡y ella tiene cincuenta y dos años! — me dijo indignada.

Yo ya había visto y escuchado de todo, así que nada me sorprendía. Las cosas que uno se enteraba en este trabajo eran como para publicar un libro.

— Lo tendremos todo — le aseguré.

Ella sonrió satisfecha con mi respuesta y después se levantó.

— ¿puedo confiar en que ganaremos? — me preguntó.

Yo asentí con la cabeza de inmediato; este caso era pan comido. Me levanté y le tendí la mano; ella la apretó y cerramos el trato.

[....

Fui a comprar algo de vino a un supermercado que me quedaba cerca del trabajo. Quería verme una película romántica y embriagarme, ya que mañana no tenía trabajo. Caminé por los pasillos eligiendo algunas buenas botellas. Pediría algo de comer en mi restaurante favorito y tendría una maravillosa velada.

— ¿Kat? — preguntó alguien a mis espaldas.

Me di la vuelta de inmediato. Era Hayden, vistiendo una camiseta que tenía un enorme dibujo animado en la parte de enfrente. Llevaba unos jeans gastados y unas zapatillas deportivas; vestido así, se veía aún más joven.

— ¿Tendrás una fiesta? — me preguntó.

Miré las tres botellas que llevaba en la canasta; lentamente levanté la cabeza y lo miré. Él estaba sonriendo; tenía hoyuelos y unos dientes perfectos, unos lindos dientes de conejo.

— Sí — le contesté.

— ¡Genial! ¿Y qué celebrarás? — me preguntó.

Quería decir algo interesante, pero nada se me ocurrió.

— Mi futura victoria — le contesté.

Él se acercó a mí y me quitó la canasta de la mano.

— ¿Me invitarás? — me preguntó.

Le sonreí.

— La verdad, solo quiero embriagarme mientras veo una película — le solté.

No todos teníamos una vida interesante.

— Eso suena… fenomenal — me dijo.

Parpadeé un par de veces. ¿Acaso este chico era tonto?

— ¿Puedo acompañarte? — me preguntó.

— ¿No tienes algo interesante por hacer? — le pregunté.

Negó con la cabeza mientras sonreía.

— ¿Qué película veremos? — me preguntó.

Me mordí el labio inferior. Era obvio que él no iba a aceptar un no por respuesta.

— Comedias románticas navideñas — le dije.

Él soltó una pequeña risita, y yo lo miré mal.

— Lo siento, es que a mi madre también le gustan esas películas — me dijo.

Le quité la canasta y empecé a caminar para alejarme de él. Ni cuando mi ex me dejó me sentí tan humillada como ahora. ¿Cómo podía compararme con su madre?

— Lo siento, no quise decir eso — me dijo mientras caminaba detrás mío.

Empecé a meter a la canasta algunos dulces y frituras. Hoy iba a ver películas hasta la madrugada.

— De verdad lo siento — me dijo.

Me detuve y lo volví a ver.

— No tienes que disculparte — le dije.

Se veía apenado.

— No te pareces a mi madre — me dijo.

Puse los ojos en blanco y seguí mi camino.

— ¡Lo siento! — se volvió a disculpar.

Me agarró el brazo. Me detuve y volví a mirarlo a la cara. Hayden se veía ahora desesperado.

— No pasa nada, y nos gustan las mismas cosas porque me imagino que somos casi de la misma edad — le dije.

Abrió un poco la boca y después negó.

— Ella tiene cuarenta y dos — me dijo.

— Y yo treinta y seis; no es mucha diferencia — le dije.

— Ella me tuvo joven — me dijo.

Cada palabra que salía de su boca me hacía sentir más y más furiosa. Quería darle un golpe en la cabeza para que dejara de hablar.

— Me gustaría acompañarte; también me gustan esas películas — me dijo.

Le entregué la canasta.

— Tú pagas — le dije.

Asintió con la cabeza; se veía satisfecho y feliz. ¿Quién comprendía a los chicos de ahora?

— Solo quiero que bebas conmigo y veamos la película. ¿Cuando se termine, te irás de mi casa, ¿ok? — le dejé en claro.

Hayden asintió con la cabeza. Caminé hasta la caja; él caminó a mi lado en completo silencio. Después pagó por todo lo que yo había agarrado y salimos del supermercado.

— Me sigues — le dije.

Ya que él había traído su coche igual que yo. Hayden acomodó las bolsas en mi coche y después fue al suyo. Me subí y arranqué; quería llegar rápido a casa y sacarme los tacos, que me estaban matando.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo