5

Hayden estacionó su coche junto al mío en el estacionamiento del edificio donde vivía. Él me ayudó a sacar la bolsa y me siguió hasta el ascensor. Yo lo miré de reojo, y él tenía una sonrisa tonta en los labios.

— No me voy a acostar contigo, puedes ser mi nieto — le dije.

Él dejó de sonreír y me miró.

— ¿Por qué piensas que me quiero acostar contigo? — me preguntó.

Quise golpearme por decir tremenda estupidez.

— No lo sé, actúas raro y eso me confunde — le dije con honestidad.

Hayden sonrió de medio lado.

— No quiero ser la sugar mami de nadie — le dije.

Hayden empezó a reír. Ahora me sentía aún más estúpida. Dios, ¿por qué decía tantas estupideces?

— ¿Puedes detenerte? — le pregunté molesta.

Él dejó de reír y me miró a los ojos.

— Lo siento — se disculpó mientras me daba una sonrisa.

El ascensor abrió las puertas en mi piso y yo salí. Caminé hasta mi apartamento sin mirar atrás. Una de mis vecinas me miró y me saludó, después miró sobre mi hombro y sonrió.

— Es mi sobrino — le mentí.

Ella me miró poco convencida pero no dijo nada. Yo agarré la mano de Hayden y lo metí rápidamente; no quería que más personas lo vieran y pensaran que yo era una pervertida.

— ¿Tu sobrino? —me preguntó con diversión.

— Ella se estaba haciendo ideas raras — le dije.

Yo le quité las bolsas y fui a la cocina; puse todo en la encimera y empecé a sacar las botellas y los bocadillos que había comprado para picar.

— ¿Cómo sabes lo que ella estaba pensando? — me preguntó.

Yo respiré profundo y me di la vuelta para verle. Había cometido un enorme error al traerlo a mi casa. ¿Qué carajos me estaba pasando? Me estaba comportando como una idiota.

— Soy abogada, tengo que saber lo que el oponente está pensando — le dije.

Él asintió con la cabeza.

— ¿Qué estoy pensando? — me preguntó con seriedad.

Yo lo observé por un largo momento y mi mente quedó en blanco.

— Que soy una loca menopáusica que piensa que le gustas — le dije con una pequeña sonrisa.

Él se acercó a mí, metió su mano entre mi brazo y la puso en mi cintura, después me acercó a él, pegándome en su cuerpo.

— Acertaste en lo último — me dijo.

Él acercó su rostro lentamente al mío; las pupilas de sus ojos azules se empezaron a dilatar con cada centímetro que se acercaba. Yo tragué en seco. ¡Esto no estaba pasando!

Yo cerré los ojos y sentí cómo sus labios tibios se posaron en los míos. Senti su mojada lengua abriéndose paso en mis labios, pero yo apreté más mi boca.

— Abre los ojos — me pidió.

Yo abrí los ojos y lo miré. Él tenía una expresión de erotismo que jamás había visto en ningún hombre. Hayden me besó, y esta vez aprovechó mi descuido para meter su lengua en lo más profundo de mi boca. Yo jadeé mientras sentía sus manos apretar mi trasero. Él me elevó un poco, dejándome en puntillas; de esa manera, podía sentir su enorme bulto presionar mi pelvis. En un momento de lucidez, lo aparté y le di una bofetada.

— ¡Pero qué te pasa, puedo ser tu madre! — le grité.

Él se veía tan confundido como yo.

— Lo siento — me dijo.

Él se acarició la mejilla y después me sonrió.

— Me gustas, y sé que te voy a conquistar — me dijo.

Yo parpadeé un par de veces. ¿Acaso él estaba loco? ¿O la loca era yo?

Hayden se dio la vuelta y salió de mi apartamento, dejándome con un torbellino de emociones. Saqué una botella de vino y la abrí; le di un buen trago. Tal vez todo había sido producto de mi imaginación.

Dejé la botella en la encimera de la cocina, me saqué los tacos y los tiré a un lado. Esto que me había pasado era muy loco; se supone que estas cosas no pasan en la vida real, y menos a mujeres comunes como yo.

Busqué mi celular y le marqué a Grace; ella era la única que podía ayudarme con esto.

— ¿Hola? — contestó.

Podía escuchar jadeos y ruidos extraños.

— Dime que no estás follando con nadie, por favor — le pedí.

Ella soltó una sonrisita.

— Te dije que estaré para ti en cualquier momento. ¡Ah! ¿qué pasó? — me preguntó.

Yo me quedé en silencio por un momento.

— No es nada, pásala bien — le dije y le colgué.

Agarré la botella y me fui a la habitación. Yo no necesitaba a nadie más esta noche. Estaba yo, mis chuches y alcohol; eso era lo único que necesitaba por el momento. Iba a olvidar lo que había pasado hace unos minutos; tal vez él solo estaba urgido y yo, por ser mayor, él creyó que le abriría las piernas de inmediato.

Le di un trago largo a la botella, me senté en la cama y miré distraídamente la puerta de mi habitación. Siendo sincera, hace mucho que no me besaban de la manera tan caliente y apasionada como lo había hecho él. Me acosté en la cama y metí mi mano dentro de mi pantalón. Yo estaba pensando de más simplemente porque necesitaba sexo.

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