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Jona se acercó a mí, me miró y me dio un par de golpes en la espalda. Yo lo miré y sonreí un poco; estos días había estado algo distraído. Ana me llamó y, gritando, me contó que Kat se le había metido por los ojos a Carlo, que no le importó que él tuviera una familia, y que yo estaba loco si seguía con ella. Mi padre también me llamó para exigirme que la dejara.

— ¿Pasa algo? — me preguntó Jona.

Yo lo miré y le sonreí un poco.

— Problemas que no faltan — le contesté.

Jona me quedó mirando; él me conocía muy bien.

— Papá quiere que deje a Kat, de hecho, me lo ha exigido, y tengo miedo de que nos quite el patrocinio. Sé cuánto has trabajado por esto, no quiero dañarte, pero tampoco puedo dejarla, la amo — le dije.

Jona asintió con la cabeza.

— Entonces lucha por ella, tu madre me ha llamado y me ha contado algo, pero dudo que sea la verdad. Kat no parece de ese tipo — me dijo.

— No lo es; de hecho, ella fue la primera en contármelo, y le creo. Tú, más que nadie, sabes cómo es Carlo. Él
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