Capítulo 684
Catalina asintió:

—Sí, señora.

Después de un momento, Dulcinea murmuró:

—Encuentra un buen lugar y entiérralos juntos. Que la lápida diga: «Leandro Carrasco, hermano de Dulcinea Romero, y su amada esposa Jimena Santos». Cada año en esta fecha, llevaré a su hija a rendirles homenaje.

El día del funeral de los Carrasco, Dulcinea asistió.

Sostenía a la pequeña Alegría en sus brazos, mientras Clara y Catalina la apoyaban a ambos lados. Ante la tumba de los Carrasco, Dulcinea murmuró:

—No se preocupen, cuidaré bien de su hija, la criaré hasta que sea mayor de edad.

En la lápida, la foto de bodas de los Carrasco mostraba sus rostros felices y sonrientes.

Catalina finalmente logró comunicarse por teléfono.

Habían pasado tres días desde que Dulcinea había sido sometida a la cirugía de trasplante de córnea.

Catalina ya no entendía qué tan importante era la señora Dulcinea para su jefe en comparación con Sylvia. Hoy había hecho esa llamada solo para informarle al señor Fernández de todo lo q
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