Capítulo 560
La lluvia caía sobre su rostro, sobre sus pestañas.

¿Qué…?

Ana parpadeó suavemente y lo miró.

Mario sostuvo su fría mejilla, su voz baja y peligrosa, casi obligándola a decir:

—¡Nunca hubo nadie más! Aparte de mí, no tienes a nadie más. Mira con atención, el espacio de tu estado civil está en blanco. Estás conmigo, no necesitas preocuparte por restricciones morales, no has traicionado a nadie.

Ana apretó el papel y lo colocó frente a ella muy lentamente.

Por un momento, sus labios temblaron ligeramente…

¡No tenía esposo!

¡No tenía esposo!

Pero, ¿podría aceptar a Mario? ¿Él estaba siendo sincero con ella o solo estaba jugando con ella por un tiempo…?

No tenía tiempo para preguntar.

Mario, bajo la lluvia, acarició su rostro delicadamente, con una mirada casi severa, llena de un atractivo prohibido.

Y luego, la besó bruscamente.

La abrazó, mirando fijamente sus labios temblorosos, murmurando:

—¿Realmente no te gusto? ¡Estás mintiendo! A pesar de cómo te traté, nunca te fuiste, ¿por qué si
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