Capítulo 55
Ana estaba desorientada, incapaz de reaccionar a tiempo.

Mario la giró bruscamente para que quedara frente a la enorme ventana. La sujetó fuerte por detrás, inmovilizándola.

La obligó a mirar su reflejo en el vidrio.Con un tono cargado de desprecio, le espetó:

—¿Así que crees que puedes negociar con tu cuerpo? Ese cuerpo que ya he tenido tantas veces, ¿sigue teniendo algún valor para ti? ¿O es que prefieres entregarte a cualquiera aquí antes que volver a ser la honorable Señora Lewis?

Sus palabras eran como puñaladas, desgarrándola por dentro.Ana no tenía cómo defenderse ante Mario.Él, que conocía cada centímetro de su ser, la humillaba con palabras mientras la torturaba físicamente:

—Controla tus lágrimas, no quiero que manches mi ropa.

El sudor perlaba la frente de Ana, su cabello negro se pegaba a su rostro, revelando la angustia que la consumía. Al final, no pudo más y las lágrimas brotaron:

—Mario, por favor, detente...

—¿Detenerme? ¿No es acaso lo que querías, pasar la noche conm
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