Capítulo 58
En la habitación del hospital, donde reinaba una tensa calma, dos médicos conversaban con Mario sobre la crítica situación de Ana:

—Perdió mucha sangre —dijo uno.

—Ya se le han transfundido 800 mililitros, no corre peligro ahora. Depende de cuándo la Señora Lewis decida despertar... Su voluntad de vivir parece débil —agregó el otro.

—Si no despierta mañana por la mañana, sería recomendable hacerle un chequeo completo —concluyó el primer médico.

...

Una vez que los médicos se retiraron, Mario se quedó a solas, sumido en sus pensamientos. Al cerrar la puerta, descubrió a Ana despierta. Su pálido rostro descansaba sobre la almohada, con su cabello negro esparcido alrededor, un retrato de fragilidad y belleza.

Mario se acercó y se sentó a su lado, su voz sorprendentemente suave:

—Has estado inconsciente durante cinco horas. ¿Tienes hambre? Puedo pedir algo de comer.

Ana, reacia a mirarlo o hablar, ocultó su rostro en la almohada. Mario, percibiendo su actitud, dijo:

—Carmen ya ha sido libe
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