Capítulo 62
Mario era consciente de que el mal apetito de Ana no era por la comida, sino por él. Sabía que su negativa a divorciarse la dejaba desanimada y sin ganas de hablar. Sin mirar atrás, respondió con indiferencia a la enfermera:

—Ya lo sé.

La enfermera, sin atreverse a decir más, se retiró rápidamente. En el hospital, había rumores sobre la relación entre Mario y Ana, pero nadie se atrevía a hablar abiertamente sobre el intento de suicidio de Ana.

Después de fumar un cigarrillo, Mario regresó a la habitación. Ana ya podía moverse con más libertad tras unos días de reposo. Al entrar, la encontró apoyada en la cama, leyendo un libro, con su cabello negro cayendo sobre sus hombros. La comida en la mesita apenas había sido tocada.

Mario cerró la puerta con suavidad. El leve ruido atrajo la atención de Ana, quien levantó la vista y se encontró con la mirada de Mario. Él no entró de inmediato, sino que se quedó apoyado en el umbral, observándola:

—La enfermera dice que no has comido. ¿No te gust
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