Capítulo 57
Ana, abrumada por la humillación, sentía que su título de Señora Lewis era solo una máscara tras la cual Mario la veía como un mero objeto de su placer, una posesión exclusivamente suya. Nunca había sentido de él un ápice de respeto. En su mente, no era más que una prostituta de bajo precio.

En la amplia sala de cine, los gemidos de súplica de Ana resonaban junto a los jadeos de satisfacción de Mario... hacía mucho que no disfrutaba tanto.

Mario miró a Ana, insatisfecho por no poder ver su rostro. Tiró suavemente de su cabello oscuro para girarla hacia él y besarla. Ana, aturdida, era un juguete en sus manos. En su mano temblorosa, sostenía un cuchillo de cocina que había agarrado en un intento desesperado de resistencia.

Se sentía absurda, patética.

Y sabía que, al salir de esa habitación, su vida volvería a ser la de antes, una vida vacía bajo la fachada de la respetable Señora Lewis. Quizás Mario incluso la mantendría encerrada, oculta del mundo.

Ana no quería volver a eso. No quer
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