Capítulo 106
Ana respondió en voz baja que no era eso.

Luego, desviando la mirada y con un tono aún más suave, ella confesó: —Estoy en mis días. Mario se quedó sorprendido por un momento.

Al recobrarse, acarició suavemente su rostro.

Ana, que usualmente no se maquillaba en casa, tenía la piel blanca y suave, y él, acariciándola, sentía un afecto creciente.

La miró y sonrió, diciendo: —Ana, ¿realmente me ves como un monstruo? Si estás en tus días, ¿crees que te forzaría a hacer el amor?

Los ojos de Ana se humedecieron, sin dar respuesta.

Mario entendió lo que ella pensaba de él: «probablemente en su mente, él era un hombre que solo buscaba su propio placer, sin importarle el bienestar de su esposa.»

Aunque en el pasado había sido duro con ella y prefería un enfoque más brusco en el amor, no recordaba haberla forzado durante su período.

Mario tomó su muñeca, la levantó suavemente y la sentó sobre sus piernas.

Para Ana, esta intimidad era inusual. Nunca había tenido un momento tan cercano con M
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