Aquella tarde de verano, la pequeña Gia juega con su espada de madera junto a su amiga Lía. En esos días ha habido un revuelo en la manada, y aquel en específico, varios grupos de guerreros habían salido temprano.
Aquello tiene a los miembros de la manada preocupados, puesto que en esos días han tenido amenazas de sus enemigos, los brujos sangrientos.
—¡Gia, mira! —Su amiga capta su atención—. Es el alfa, tu padre. ¡Corre, antes de que nos vea!
Ambas chicas huyen del parque a toda velocidad. Gia, quien desde muy pequeña ha desarrollado una rapidez impresionante, es la primera en llegar a su casa, seguida por Lía, quien se dirige a la vivienda de al lado.
Con su espada de juguete en manos, su vestido de tela gruesa y de color marrón; su cabello peinado en una larga trenza, que la mamá le había hecho, ella se oculta en el armario que está en la sala y, por medio de la rendija, ella curiosea lo que acontece allí. Ese día el alfa había salido con varios hombres de la manada y todos llegaron tan alterados como se fueron.
Gia observa en silencio mientras oculta su olor para que nadie se percate de su presencia. Ella es la única licántropa, en toda la manada, capaz de hacer aquello; pero nadie conoce su don, puesto que ella lo mantiene en secreto porque teme que los demás la vean como a una amenaza.
Nota que hay un niño que llora desconsolado y, por alguna extraña razón que desconoce, siente su dolor, asimismo, un sentimiento de desamparo que causa que de sus ojos emanen gotas saladas.
«¿Quién es ese niño?», piensa. De momento percibe que él la mira y, en efecto, los ojos dorados de él se conectan con los suyos, como si este supiera que ella se encuentra allí.
Gia se abraza a sí misma al sentirse descubierta, pero más por la extraña corriente eléctrica que le recorre el cuerpo. El corazón le late con intensidad y su mirada gris no puede apartarse de la del chico, por más que ella lo intenta. Antes de que alguien más note el escrutinio de él y como consecuencia ella quede delatada, el niño quita su atención del armario.
En ese momento, el sentimiento gélido del desamparo y el vacío doloroso de la desesperanza menguan, puesto que es reemplazado por la necesidad de proteger a la chica.
***
Los días transcurren y con el pasar del tiempo, la curiosidad sobre el extraño chico aumenta. Aun no se conoce su origen ni la razón para el alfa haberlo llevado a la manada.
—¿No me dirás quién es ese niño y la razón para papá haberlo traído? —pregunta Gia con intriga.
La luna de la manada la observa con el ceño fruncido, como si de verdad ella tampoco supiera acerca de ese asunto que el alfa ha mantenido en misterio.
—Lo único que sé es que la manda Luna dorada fue atacada por brujas sangrientas y que el alfa y la luna murieron. Bueno, en realidad todos los lobos de esa manada fueron asesinados.
—¿Papá participó en esa batalla? —pregunta ella con curiosidad.
—El pasaba por casualidad con los guerreros de nuestra manada. Sabes que en estos días hemos estado bajo la mira de los lobos salvajes, asimismo, se dice que las brujas sangrientas están rompiendo las protecciones de energía que las repelen, creo que han desarrollado un hechizo para poder quitar la protección.
»Esa fue la razón por la que Mateus y los guerreros hayan salido a inspeccionar nuestras barreras. Mateus no me ha explicado cómo fue que llegaron a ese territorio ni cómo encontraron al niño. Mucho menos sé cuál es el plan que él tiene para el pequeño.
Gia agarra una de las galletas que su madre había puesto a enfriar y le atina una mordida. Su madre la mira sonriente y busca el jarabe de chocolate, para decorar las galletas.
En ese momento, el alfa Mateus entra a la cocina con el niño a quien no habían visto, desde el día en que el alfa lo trajo. Junto a ellos, también entran dos guerreros.
Los dos niños se miran con nerviosismo y timidez, entonces Gia se sonroja y le evade la mirada.
—Katrina —se dirige a su esposa, la madre de Gia—, dile a la servidumbre que le prepare una habitación a Gael, quien desde hoy vivirá con nosotros y será parte de nuestra familia —informa el alfa.
La cara de su esposa se desfigura por la sorpresa y el recelo denota en su expresión.
»Sé lo que estás pensando, y no, este niño no es mío —aclara el alfa con diversión—. A él lo encontramos oculto en los escombros. Nos dijo que no recuerda nada más que su nombre, esa es la razón por la que lo tuvimos en el hospital de la manada por unos días. Según dijo el doctor, su amnesia se debe al trauma que experimentó y que su memoria puede volver en cualquier momento, aunque pueden tardar años.
Gia observa a su madre, quien ha relajado su semblante.
—Hola, soy Gia —saluda la hija del alfa mientras se acerca al chico con pasos nerviosos.
—Hola, Gia, mi nombre es Gael —le responde él con amabilidad.
—¿Cuántos años tienes? —le pregunta, pero él arruga el rostro al tratar de recordar.
—Unos doce años. Lo sé por su tono de voz —responde el alfa.
Es normal que los alfas conozcan ese tipo de información, puesto que es parte de su habilidad como líder.
—Yo tengo diez. Soy menor que tú.
El chico le sonría y ella siente que el corazón le late muy fuerte.
—¿Quieres galleta? —le pregunta Katrina al niño con una sonrisa amable.
Él asiente avergonzado y esta le pasa una porción del postre harinoso.
—¿Lo prepararás para ser un guerrero? —inquiere la luna, quien todavía no entiende por qué el chiquillo debe vivir con ellos.
—Más que eso, Gael será criado para ser mi mano derecha y ese hijo que nunca tuve. Él heredará mi liderazgo y se casará con una loba de una manda influyente que nos vuelva más poderosos —responde ilusionado.
Katrina asiente triste y decepcionada, debido a que es su hija quien debería heredar el cargo de alfa y no un aparecido. Sin embargo, sabe que esa decisión la ha tomado debido a su machismo.
—¿Por qué mejor no se casa conmigo? —suelta Gia de repente, captando la atención de todos ellos—. Si él se casa conmigo, ambos lideraríamos esta manada y de esa manera tu liderazgo se quedaría en tu descendencia.
Para nadie es una sorpresa que ella hable como si fuera un adulto, puesto que ella ha demostrado esa inteligencia desde muy pequeña, pero para Gael es fascinante lo que ella ha dicho.
—¡De ninguna manera! —expresa el alfa con exaltación—. Tú y Gael no se verán de esa manera nunca, porque de hoy en adelante serán como hermanos —sentencia, dejando a su hija confundida y con una enorme tristeza.
GiaDesde el día en que mi padre llevó a Gael a casa y, lo convirtió en un miembro más de nuestra familia, él siempre estuvo conmigo en todos mis eventos especiales. Fue Gael quien me enseñó a cazar, a montar bicicleta, a cocinar y quien me ayudaba con mis lecciones.Él siempre estuvo presente para limpiarme las heridas cuando me caía, asimismo, para consolarme mientras estas se sanaban. Él parecía que era mi hermano mayor, aunque yo nunca he podido verlo como tal, por más que el alfa ha insistido en que nos tratemos de esa manera.De nuestra niñez y adolescencia tengo hermosos recuerdos, como la vez que horneamos nuestro primer pastel y celebramos su cumpleaños. Dado que él nunca recordó quién era, decidimos que su fecha de nacimiento fuera el mismo día en que el alfa lo llevó a la manada, porque según mamá, ese día comenzó su nueva vida y fue como si hubiera nacido de nuevo. Con Gael hacía muchas travesuras, pero también cumplíamos nuestras tareas diarias. Él y yo solíamos tener av
GiaLlego a la zona rural de una manada que hace poco se recuperó de una peste. Los cachorros del lugar, al reconocerme, corren en mi dirección con alegría. Yo estuve ayudando, no solo con la elaboración de una cura, también cuidé a los enfermos y me encargué de alimentar y bañar a los cachorros, que tenían a sus padres convalecientes. Por suerte, esa peste no afectó a los niños.—¡Tía! —Los cachorros corren detrás de mí entre risas.—¡Alcáncenme si pueden! —grito mientras tiro mi vestido amarillo al aire para convertirme en loba. Al cabo de unos segundos, los pequeños me siguen.Después de correr por el campo, montarlos en mi regazo y bañarnos en el río, yo con mi forma de loba, regresamos a la junta principal de la manada, que es donde nos reunimos todos para hacer actividades y reuniones. Cambio mi forma y me visto, mientras que los pequeños se dispersan.Regreso a la manada cercana, que es donde estoy viviendo junto a una compañera, que me rentó una cabaña que se encuentra en su t
GiaEl suelo se siente como gelatina debajo de mis pies, por lo que caminar se me dificulta. No quiero que Gael note mi nerviosismo, pero ¿cómo disimular este remolino de emociones?A pesar de todo lo que ha sucedido entre nosotros, aprecio mucho a Gael. Él siempre me protegió, brindó su amistad y enseñó casi todo lo que sé. Estar tan distante de él me duele, no solo por mi enamoramiento, también por lo que éramos antes de mi confesión.Gael sube mis maletas en el baúl en pleno mutismo, entonces se apresura a abrírmela puerta del capítulo. La tensión se siente en el aire, pero también los nervios, puesto que ninguno de los dos sabe cómo abordar al otro.Me subo al vehículo con gestos tímidos y evito mirarlo, en su lugar, decanto en poner mi atención en el cristal de la puerta. Sé que debo superar este asunto y tratar, por lo menos, de que no haya tensión entre nosotros; sin embargo, la realidad es que no sé cómo actuar delante de él.Me encojo en mi lugar al sentirme escudriñada por é
GiaGael y yo entramos a la casa. De inmediato, los recuerdos me acorralan y la nostalgia me embarga el pecho. Solo me fui por un año y siento que fue por una eternidad.—¡Tesoro! —vocifera mamá con marcada emoción. Ella abre sus brazos y se encorva, esperando por mi abrazo que pronto llega.—¡Mami! —Me aferro a su cuerpo como si mi vida dependiera de ese gesto; ella, por su parte, llora a todo pulmón mientras acaricia mi cabello.¡Qué dramática!—¡Hasta que por fin estás en casa! Mira lo delgada que luces, de seguro no estás comiendo bien. —Entorno los ojos ante la sobreprotección de mamá, siempre es lo mismo con ella.—Mami, es imposible que esté delgada, puesto que mi vecina es una cocinera compulsiva que me llenaba el estómago con su comida deliciosa. Todo lo contrario, tendré que ponerme a dieta para perder todo ese peso que, gracias a ella, gané.—Así estás bien. —Me giro para encarar a un Gael que me examina con la mirada. No sé si es mi imaginación, pero su escrutinio sobre mí
Froto mis ojos varias veces y me espanto cuando la oscuridad de mi habitación me recibe.¡Me quedé dormida!Me tiro de la cama y enciendo la luz, entonces dejo escapar un sollozo. Toda mi ropa está regada sobre el colchón y en el piso. ¿Por qué tuve que quedarme dormida mientras la desempacaba?—¿Gia? —Escucho la voz de papá del otro lado de la puerta.¡Papá!Me apresuro en abrirle y, una vez este entra, me le tiro encima dando brincos de alegría. Me aferro a su cuerpo grueso como si mi vida dependiera de ello. Estoy muy feliz de verlo, puesto que su última visita fue hace unos tres meses.—¡Te extrañé tanto, papito!—Y yo a ti, traviesita —responde divertido. Usa el diminutivo como venganza, puesto que no le gusta que lo llame así.—Cada vez te pones más bueno; mami debe tener los ojos puestos en ti, debes ser la sensación de la manada. ¿Nunca te pondrás viejo, don alfa?—¿Viejo? Estoy en mis mejores años. Y tu mamá debe perder cuidado, Katrina sabe que solo tengo ojos para ella.—Sí
Después de un delicioso baño, me visto en tiempo récord para esquivar los reclamos del alfa. Decanto por unos pantalones de jean oscuros, mis botines negros y una camiseta sin mangas que acentúa un poco mi escote, asimismo, me pongo encima una camisa gruesa de rayas negras, blancas y rojas, pero no me la abrocho. Me dejo el pelo suelto y solo uso brillo labial, ya que no estoy de humor para hacerme un maquillaje elaborado.Salgo de la habitación y me dirijo al patio, que se encuentra decorado con guindalezas de papeles coloridos, luces y una fogata en medio de este. Música animada retumba en el lugar, que está abarrotado de nuestros hermanos de la manada, que constan de unas cincuenta personas si no me equivoco.—¡Aquí está mi princesa! —vocifera papá mientras viene a mi encuentro. Él tiene un delantal puesto y sostiene una espátula en su mano derecha. Eso significa que está asando carne.¡Amo los asados de papá!—El alfa se ve todo un hombre de su casa vestido de cocinero —digo mient
OmniscienteLa chica de cabellera rojiza camina entre los árboles, como si buscara alguna respuesta allí.—Esto será muy difícil. Esos malditos lobos sellaron muy bien la protección.Ella camina en medio del bosque y prepara sus artilugios de magia. Sonríe al sentir una energía poderosa y paranormal, lo que le indica que está en la parte principal de la barrera invisible. De inmediato, la alegría y la esperanza la embargan, por lo que corre más adentro, buscando aquello que irradia aquel poder. Un brillo inusual capta su atención, se queda un largo rato alelada ante la belleza de las luces en tono dorado y plateado, hasta que decide salir de su trance de fascinación, para investigar de dónde proviene aquel brillo.Con pasos apresurados y ansiosos se dirige en dirección al resplandor, pero se detiene de repente al notar que allí yace una mujer vestida de negro, cabellera blanca, lacia y larga y de piel joven y delicada.Estudia a la desconocida de forma minuciosa, y se percata de que
OmniscienteLejos de las regiones de los licántropos, se encuentra ubicada la comunidad de las brujas sangrientas y las hadas. Las primeras, son criaturas malvadas, con sed de sangre, guerra y destrucción, asimismo, seductoras por naturaleza, muy lujuriosas y obsesivas.Por otro lado, está la región de las hadas. Estas son hermosas, delicadas y con un tamaño menor que las brujas. Ellas tienen el poder de proteger la naturaleza y producirlas, pero no son lo suficiente poderosas como para la guerra, mucho menos cuando de brujas se trata.Por muchos años hubo guerra entre las tres especies, por lo que son muy pocas las brujas sangrientas que existen, en especial, porque los hombres murieron todos en la batalla y ellas no tienen con quien reproducirse.La gran bruja, quien es una líder poderosa y de belleza hipnotizante, ha trabajado duro para romper la barrera entre los lobos y las comunidades de las demás criaturas y así poder encantarles y aparearse. Dado que con las hadas no pueden co