Capítulo 4

Gia

Gael y yo entramos a la casa. De inmediato, los recuerdos me acorralan y la nostalgia me embarga el pecho. Solo me fui por un año y siento que fue por una eternidad.

—¡Tesoro! —vocifera mamá con marcada emoción. Ella abre sus brazos y se encorva, esperando por mi abrazo que pronto llega.

—¡Mami! —Me aferro a su cuerpo como si mi vida dependiera de ese gesto; ella, por su parte, llora a todo pulmón mientras acaricia mi cabello.

¡Qué dramática!

—¡Hasta que por fin estás en casa! Mira lo delgada que luces, de seguro no estás comiendo bien. —Entorno los ojos ante la sobreprotección de mamá, siempre es lo mismo con ella.

—Mami, es imposible que esté delgada, puesto que mi vecina es una cocinera compulsiva que me llenaba el estómago con su comida deliciosa. Todo lo contrario, tendré que ponerme a dieta para perder todo ese peso que, gracias a ella, gané.

—Así estás bien. —Me giro para encarar a un Gael que me examina con la mirada. No sé si es mi imaginación, pero su escrutinio sobre mí se ve hambriento y lleno de deseo, como si disfrutara admirar cada centímetro de mi anatomía.

Un silencio incómodo nos embarga de repente, que es roto por mamá y su sobreactuada tos.

—Gael, ayuda a Gia con sus maletas, cariño —dice ella con una mirada cargada de complicidad y, antes de irse a la cocina, me guiña un ojo.

¿Ah?

Ignoro lo que sea que esté pasando por su cabeza y me apresuro a subir las escaleras. Gael me sigue mientras carga mis maletas, como si estas fuesen dos bolsas de plástico vacías. Pero así somos los licántropos, fuertes.

—No era necesario que las trajeras, a mí no me pesan —digo cuando entramos a mi habitación. De inmediato, la nostalgia me visita. Tantas veces lloré sobre esa cama por el rechazo de Gael.

«Ya, supéralo».

—Sé que eres fuerte, pero yo soy un caballero. —Ignoro sus palabras y me concentro en admirar cada detalle de mi habitación, donde lo único nuevo es la pintura y las sábanas que cubren la cama, mas todo lo demás sigue intacto.

—Es increíble que esté de vuelta aquí —comento para mí, aunque sé que Gael me ha escuchado. Esbozo un suspiro y me abrazo a mí misma. Temo mucho lo que me depara, ya que no quiero volver a sufrir como antes.

—Y aunque no lo creas, estoy muy feliz de que hayas vuelto —dice él.

Escuchar esas palabras en el tono grueso de la voz de Gael me hace estremecer, pero lo que provoca que mi corazón salte frenético en mi pecho, es la respiración de él sobre mi cuello y el calor de su cuerpo en mi espalda.

«¿Por qué está tan cerca?»

Trago pesado y aprieto la punta de mi camiseta con fuerza, como manera de controlar este nerviosismo que me está haciendo perder la compostura.

Gael deja de encorvarse y me gira para que quede frente a él, pero yo no me atrevo a levantar el rostro y encararlo. No quiero...

—Preciosa Gia —Gael levanta mi barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos—, ¿qué debo hacer para recuperar tu cariño? Temí tanto perder tu amistad, que terminé empeorando las cosas entre nosotros.

No quiero llorar, no quiero llorar, no...

—Gael, no es tu culpa que me haya enamorado sola y confundido mis sentimientos. No debí asumir que, por un simple enamoramiento de adolescente, eras mi mate. No lo eres, ya lo entiendo.

La tristeza en su mirada me duele de una manera asfixiante. Esa expresión sombría y esa desesperanza en su semblante es insoportable. Y todas esas emociones me confunden; si Gael no es mi mate, ¿por qué siento su sufrimiento?

"Yo también he sentido el tuyo".

¿Qué? ¿Cómo?

—¿Cómo supiste lo que estaba pensando?

—¿Vínculo? —ironiza divertido y levanta una ceja, como si estuviera diciendo algo obvio.

—Una cosa es hablar por medio del vínculo, y otra muy diferente es lo que acabas de hacer...

—Piensas mucho, preciosa Gia. Mejor descansa, sabes que en la noche no hay manera de que te libres de la fiesta. El alfa ya tiene todo preparado.

Me encojo de hombros y esbozo un suspiro. No estoy de humor para fiestas ni nada que se le parezca. Pero Gael tiene razón, no hay manera de liberarme de la dichosa bienvenida.

—¿Llevarás a tu novia? —¿Por qué demonio le pregunté eso?

—No tengo novia...

—Entonces no tienen nada serio aún.

—Tú lo has dicho.  —Gael sale de la habitación sin agregar más, por mi parte, me dejo caer en la cama cuando me encuentro sola en la habitación.

—¿Cómo soportaré verte junto a ella? —Las lágrimas mojan mi rostro como torrentes. Acabo de llegar y ya estoy llorando por Gael.

Soy una tonta.

"No permitas que esa zorra lo siga tocando"

«Cómo si eso dependiera de mí».

“Él es mi lobo".

«Te equivocas».

¡Hasta mi loba es una tonta! ¿Cómo es que ella quiere reclamar a un lobo que no le pertenece?

"Mate".

No lo es, él...

Un sollozo sale de mi boca de manera dolorosa. Si Gael no es mi mate, ¿por qué sentí que me desgarraban las entrañas cuando él se acostó con esa mujer? No lo entiendo… No debería afectarme lo que él hace con otra, no debería dolerme; por lo menos no de esta manera tan insoportable. Temo tanto; si casi me muero cuando Gael perdió su virginidad, ¿cómo voy a lidiar con los celos estando cerca de él?

Y pensar que mi problema empeoró aquella tarde, dos años atrás, cuando estando en el bosque, mi loba confirmó lo que mi corazón gritaba.

«¡Mate!», escuché y el olor de Gael se tornó intenso en mis fosas nasales. Aquel día él me observaba con desconcierto, pero de inmediato negó todo y me dijo que estaba alucinando.

Ahora dudo mucho de mi cordura.

¿De verdad lo aluciné? Si así fue, ¿por qué Gael y yo empezamos a hablar por el vínculo desde ese entonces? A veces pienso que él juega con mi mente, asimismo, que se burla a mis espaldas, cada vez que sale a flote mi desequilibrio mental.

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