Los meses avanzaron lentamente y aunque nada había vuelto a ser como antes, las emociones parecían aplacarse poco a poco con el paso de los días, cinco meses eran mucho tiempo ó poco tiempo, todo dependía de la perspectiva con que le vieras.Ámbar se esforzaba mucho en el trabajo y estaba considerando la propuesta que Samuel le había hecho hacia un mes atrás.— Me gustaría que vinieras a trabajar conmigo a la empresa— le dijo mientras acariciaba a desnudez de su cuerpo, estrechado contra su propio cuerpo sudoroso que se reponía despues de una ardua jornada de pasión y placer. Ámbar levantó la mirada y la fijó en el su cabello despeinado, sus mejillas sonrojadas y sus ojos aun más claros por el brillo de la pasión.—¿Qué podría hacer yo en la empresa?—Trabajar en el área contable, por supuesto.—No lo sé, no quiero que piensen que me das el trabajo solo por ser tu mujer. —Claro que no, eres muy buena en lo que haces, de no ser así, no estarías en Marshall & Asociados.—Si, pero eso n
—Iré por las compras, Martina— le dijo Melina con voz tranquila— la niña está dormida.—Sabe bien que le encanta dormir después de su baño— sonrió la mujer— pierda cuidado, seguro que seguirá durmiendo cuando usted vuelva— Melina tambien sonrió.—Gracias, prometo no demorar. Melina se marchó de casa y Martina aseguró la puerta para luego ir y ocuparse de las cosas de la bebé. Ana estaba fuera alejada de la entrada del edificio, en su eterna tarea de vigilar a Melina, sonrió cuando la vió salir al volante de su hermoso auto color gris, ella no se percató de su presencia y Ana sonrió.—Es hora, Ana— escuchó que alguien le decía desde el asiento del copiloto.— ella no está, he facilitado tu trabajo.—Si, es hora— respondió asintiendo y disponiedose para bajar del auto.Martina estaba sumergida en sus responsabilidades organizando la ropita de la bebé cuando escuchó que tibraban en la puerta. Martina se giró observando a la pequeña dormir tranquilamente, el timbre retumbó nuevamente en
Habían transcurrido ya más de veinticuatro horas y Melina no había tenido noticias de su hija, estaba perdiendo la cordura de a poco, y sentía que estaba llegado al límite, por otra parte, Ana estaba disfrutando imaginarse a Melina al borde de la locura, mientras la pequeña descansaba tranquilamente en la cama junto a ella. Así que tomó el telefono desechable que había comprado y colocó un pañuelo en él para realizar la llamada.En cuánto el telefono comenzó a timbrar Melina lo tomó con desesperación.—Hola...—Si quieres volver a ver a tu hija, espero que esta llamada no esté siedo rastreada, no quiero policias, ni terceros— el corazón de Melina se detuvo sintiendo un miedo paralizante. —No... nadie más está escuchando— respondió angustiada, mientras se metía al cuarto de baño evitando así que Samuel o Ámbar pudiesen escuchar la conversación. No habia podido quedarse en su departamento ya que estaban recolectando pistas de alli, ademas se creia incapaz de quedarse allí sabiendo que
Amores míos, bienvenidos sean todos a esta nueva historia. Quiero aclarar que está historia es con fines de entretenimiento y sin ánimos de ofender a ningún creyente. Gracias por la oportunidad que le dan a esta nueva historia. *******************—¡Mierd4, mierd4!— gemía frustrada Ámbar mientras salía corriendo de la estación del metro—¡Otra vez tarde, Ámbar!...¡Mi vida es un asco!—corrió desesperada evitando los transeúntes matutinos—¡Maldici*n!—exclamó al llegar frente al semáforo y ver qué tardaba una eternidad en cambiar para darle paso—¡Vamos!— en cuánto la luz cambio, salió corriendo, cruzó la calle y entró al edificio, no se detuvo a saludar a nadie, fue directa al ascensor, dónde marco el décimo piso y rogó porque el mismo se apresurara. —¡Llegas tarde de nuevo, Ámbar!— le dijo la recepcionista de piso, ella corrió hasta el lector de huella y registró su entrada. —¡Lo sé!—gimió frustrada al observar que el lector de huellas indicaba su hora de acceso a las ocho y un cuar
Samuel Thompson, terminaba su rutina matutina, asegurándose de que todo en el templo estaba listo, se encaminó al altar con la intensión de inclinarse y elevar plegarias de agradecimiento, cuando escuchó el sollozo de aquella mujer, se acercó lentamente a ella, su rostro cubierto por sus temblorosas manos, mientras su cuerpo se convulsionaba de llanto, aparentemente no lo estaba pasando nada bien. Un alma quebrantada en busca de nuestro Señor. Extendió su mano y la colocó en el hombro de la jóven. —¿Necesitas ayuda, hija mía?— la mujer elevó su rostro y le miró, se conmovió, al ver las lágrimas cubriendo sus mejillas, aquellos lindos ojos color miel le miraron con confusión.Ámbar, le miró confundida, tratando de comprender quién era aquel hombre... un sacerdote, obvio que un sacerdote, sus vestiduras así lo señalaban... ¡Rayos, pero era un sacerdote muy ardiente!, ¡perdóname Dios mío!—penso— Pero te has quedado uno de los mejores para ti; alto, muy alto, hermosos ojos verdes con u
Ámbar entró a su departamento y cerró la puerta tras ella, para dejar escapar un largo y profundo suspiro. Caminó hasta la mesa donde depositó la caja que cargaba. —Hogar, dulce hogar—dijo con ironía, arrojó su bolso en la mesa y tomando una silla se sentó. —¿Qué haré?, las deudas no me esperarán y con el dinero que tengo a penas y alcanzo a vivir un par de meses, pero... ¿Y luego qué?—volvió a suspirar ¿sería justo llamar y pedir ayuda a sus padres?— No— se negó — lo haré solo en un caso extremo, no quiero tener que tolerar otro discurso de lo poco ágil que soy para solucionar mis problemas. Tomó su celular y marcó el número internacional de su padre, no obtuvo respuestas, luego marcó el de su madre, si, sería una llamada costosa y no estaba para eso, pero necesitaba saber de ellos. —Hola cariño, que bueno saber de tí— fue la respuesta de su madre. —Hola mamá, ¿Cómo están? —Oh, muy bien. Tu padre y yo, estamos viviendo la vida que siempre quisimos— Ámbar presionó los dientes con
—¡NO ME MIRES ASI!—exclamó Ámbar a su amiga, Jessie la miraba pasada, sin siquiera pestañear. —Por todos los cielos, dime que es una broma.—le pidió, incapaz de ocultar su asombro. —No, no lo es. El hombre que conocí hoy, es un sacerdote, su nombre es Samuel Thompson. —¡No me jodas Ámbar!, ¿Ahora te enamoras de sacerdotes?, ¿Qué rayos te pasa?—No te exacerbes— le sugirió— prometiste no juzgarme, además no he dicho que sea amor, al menos no aún, solo es atracción física, es que si lo vieras me entenderías. —¡Pero es un cura, Ámbar!—¿Y eso qué?, También son hombres, ¿O no?, he escuchado de sacerdotes que se casan. —¿Estás hablando de casarte con el cura? Además esos no son cualquier sacerdote. Ámbar los sacerdotes hacen votos de castidad, no enloquezcas, perderás tu tiempo, él jamás se fijaría en ti. —¡Jess, no lo digas de ese modo!—exclamó frustrada—¡Si lo haces sonar como un reto, se convertirá en una meta!—¡Hablo en serio, Ámbar!— la miró fijamente a través de la pantalla—¡E
Samuel, se quedó pensando el resto de la tarde en aquella jóven, Ámbar Hobbs, parecía realmente afligida, lo que se llamaría, un alma abatida, estaba pasando por muchas situaciones y le alegraba que ella pudiese refugiarse en Dios. Era una joven muy hermosa, como para vivir tantas malas situaciones... Sus ojos le resultaban un rasgo muy bonito, ojos color miel, color ámbar... cómo su nombre. Entrada la tarde decidió que sería buena idea visitar a su madre, quién seguramente se sentiría complacida de verlo, la amaba mucho y ella siempre se preocupaba por su bienestar, su madre era un refugio de ternura y bondad...Samuel, entró a la casa de su madre, ella lo recibió con una enorme sonrisa. —¡Hijo mío, que alegría verte!— le besó la mano en señal de respeto, y luego le dió un gran abrazo.—¡Hijo de mi alma y de mi amor!—exclamó con orgullo. —Siempre es bueno venir a casa, madre. Es bueno recordar que soy un hijo, con un refugio materno. —Samuel, Samuel, hijo mío— su madre le sonrió.