Tres semanas, tres largas semanas habían transcurridos desde que Anibal había fallecido, el testamento del mismo tenía que haberse leído hacía mucho sin embargo la lectura no habia podido darse en vista de que Meina no podia asistir a la misma, su pequeña seguía en cuidados especiales.—Usted debe estar presente, señora— le aseguró el abogado.—No quiero ir allí, no me sentiría cómoda.—Si no lo hace por usted, debe hacerlo por su hija. Debe esta presente señora, es parte de la ultima voluntad de mi cliente y sin su presencia no puedo darle lectura al testamento.—¡Por Dios, que insistente es usted! — gimio frustrada— No me moveré a ingun lado hasta que mi hija este fuera de peligro, así que; o espera usted a que yo esté disponible o haga lo que quiera.Y así fue como pasaron tres largas semanas hasta que al fin Melina estuvo disponible dispuesta para asistir a aquel eveto. Melina bajo del taxi y suspiró al observar la enorme casa que se erigia frente a ella.—Bien, aquí vamos... tod
— ¿Hablar?, yo no quiero hablar contigo, ¡eres una descarada!— le dijo furiosa, pero controlada— No tengo nada que hablar con una mujer como tú , nada que hablar con la que fue la amante de mi marido. —Fui la mujer que amaba— le dijo Melina segura de si misma, le avergonzaba haber amado a un hombre que aun estaba casado, si, estaba moralmente mal, pero no se arrepetìa de haber amado a Anibal— Le pedí conversar a solas porque creo que nos debemos una conversación, usted y yo tenemos mucho de que hablar. —No pienso conversar contigo— dijo intentando abandonar la habitacion, pero fue la voz de Samuel la que la detuvo.—Madre creo que deberias darle una oportunidad a Melina— le dijo— no podran limar asperesas sino conversan.—¿Quieres que me siente hablar con esta mujer?— señaló a Melina sintiéndose completamente indignada y traicionada por su hijo. —¡Por supuesto que no!, ¡No tengo que limar asperesas con ella, no deseo hacerlo!—Yo sé que nunca habrá una buena relación entre nosotras,
Los meses avanzaron lentamente y aunque nada había vuelto a ser como antes, las emociones parecían aplacarse poco a poco con el paso de los días, cinco meses eran mucho tiempo ó poco tiempo, todo dependía de la perspectiva con que le vieras.Ámbar se esforzaba mucho en el trabajo y estaba considerando la propuesta que Samuel le había hecho hacia un mes atrás.— Me gustaría que vinieras a trabajar conmigo a la empresa— le dijo mientras acariciaba a desnudez de su cuerpo, estrechado contra su propio cuerpo sudoroso que se reponía despues de una ardua jornada de pasión y placer. Ámbar levantó la mirada y la fijó en el su cabello despeinado, sus mejillas sonrojadas y sus ojos aun más claros por el brillo de la pasión.—¿Qué podría hacer yo en la empresa?—Trabajar en el área contable, por supuesto.—No lo sé, no quiero que piensen que me das el trabajo solo por ser tu mujer. —Claro que no, eres muy buena en lo que haces, de no ser así, no estarías en Marshall & Asociados.—Si, pero eso n
—Iré por las compras, Martina— le dijo Melina con voz tranquila— la niña está dormida.—Sabe bien que le encanta dormir después de su baño— sonrió la mujer— pierda cuidado, seguro que seguirá durmiendo cuando usted vuelva— Melina tambien sonrió.—Gracias, prometo no demorar. Melina se marchó de casa y Martina aseguró la puerta para luego ir y ocuparse de las cosas de la bebé. Ana estaba fuera alejada de la entrada del edificio, en su eterna tarea de vigilar a Melina, sonrió cuando la vió salir al volante de su hermoso auto color gris, ella no se percató de su presencia y Ana sonrió.—Es hora, Ana— escuchó que alguien le decía desde el asiento del copiloto.— ella no está, he facilitado tu trabajo.—Si, es hora— respondió asintiendo y disponiedose para bajar del auto.Martina estaba sumergida en sus responsabilidades organizando la ropita de la bebé cuando escuchó que tibraban en la puerta. Martina se giró observando a la pequeña dormir tranquilamente, el timbre retumbó nuevamente en
Habían transcurrido ya más de veinticuatro horas y Melina no había tenido noticias de su hija, estaba perdiendo la cordura de a poco, y sentía que estaba llegado al límite, por otra parte, Ana estaba disfrutando imaginarse a Melina al borde de la locura, mientras la pequeña descansaba tranquilamente en la cama junto a ella. Así que tomó el telefono desechable que había comprado y colocó un pañuelo en él para realizar la llamada.En cuánto el telefono comenzó a timbrar Melina lo tomó con desesperación.—Hola...—Si quieres volver a ver a tu hija, espero que esta llamada no esté siedo rastreada, no quiero policias, ni terceros— el corazón de Melina se detuvo sintiendo un miedo paralizante. —No... nadie más está escuchando— respondió angustiada, mientras se metía al cuarto de baño evitando así que Samuel o Ámbar pudiesen escuchar la conversación. No habia podido quedarse en su departamento ya que estaban recolectando pistas de alli, ademas se creia incapaz de quedarse allí sabiendo que
Amores míos, bienvenidos sean todos a esta nueva historia. Quiero aclarar que está historia es con fines de entretenimiento y sin ánimos de ofender a ningún creyente. Gracias por la oportunidad que le dan a esta nueva historia. *******************—¡Mierd4, mierd4!— gemía frustrada Ámbar mientras salía corriendo de la estación del metro—¡Otra vez tarde, Ámbar!...¡Mi vida es un asco!—corrió desesperada evitando los transeúntes matutinos—¡Maldici*n!—exclamó al llegar frente al semáforo y ver qué tardaba una eternidad en cambiar para darle paso—¡Vamos!— en cuánto la luz cambio, salió corriendo, cruzó la calle y entró al edificio, no se detuvo a saludar a nadie, fue directa al ascensor, dónde marco el décimo piso y rogó porque el mismo se apresurara. —¡Llegas tarde de nuevo, Ámbar!— le dijo la recepcionista de piso, ella corrió hasta el lector de huella y registró su entrada. —¡Lo sé!—gimió frustrada al observar que el lector de huellas indicaba su hora de acceso a las ocho y un cuar
Samuel Thompson, terminaba su rutina matutina, asegurándose de que todo en el templo estaba listo, se encaminó al altar con la intensión de inclinarse y elevar plegarias de agradecimiento, cuando escuchó el sollozo de aquella mujer, se acercó lentamente a ella, su rostro cubierto por sus temblorosas manos, mientras su cuerpo se convulsionaba de llanto, aparentemente no lo estaba pasando nada bien. Un alma quebrantada en busca de nuestro Señor. Extendió su mano y la colocó en el hombro de la jóven. —¿Necesitas ayuda, hija mía?— la mujer elevó su rostro y le miró, se conmovió, al ver las lágrimas cubriendo sus mejillas, aquellos lindos ojos color miel le miraron con confusión.Ámbar, le miró confundida, tratando de comprender quién era aquel hombre... un sacerdote, obvio que un sacerdote, sus vestiduras así lo señalaban... ¡Rayos, pero era un sacerdote muy ardiente!, ¡perdóname Dios mío!—penso— Pero te has quedado uno de los mejores para ti; alto, muy alto, hermosos ojos verdes con u
Ámbar entró a su departamento y cerró la puerta tras ella, para dejar escapar un largo y profundo suspiro. Caminó hasta la mesa donde depositó la caja que cargaba. —Hogar, dulce hogar—dijo con ironía, arrojó su bolso en la mesa y tomando una silla se sentó. —¿Qué haré?, las deudas no me esperarán y con el dinero que tengo a penas y alcanzo a vivir un par de meses, pero... ¿Y luego qué?—volvió a suspirar ¿sería justo llamar y pedir ayuda a sus padres?— No— se negó — lo haré solo en un caso extremo, no quiero tener que tolerar otro discurso de lo poco ágil que soy para solucionar mis problemas. Tomó su celular y marcó el número internacional de su padre, no obtuvo respuestas, luego marcó el de su madre, si, sería una llamada costosa y no estaba para eso, pero necesitaba saber de ellos. —Hola cariño, que bueno saber de tí— fue la respuesta de su madre. —Hola mamá, ¿Cómo están? —Oh, muy bien. Tu padre y yo, estamos viviendo la vida que siempre quisimos— Ámbar presionó los dientes con