—¡NO ME MIRES ASI!—exclamó Ámbar a su amiga, Jessie la miraba pasada, sin siquiera pestañear.
—Por todos los cielos, dime que es una broma.—le pidió, incapaz de ocultar su asombro.—No, no lo es. El hombre que conocí hoy, es un sacerdote, su nombre es Samuel Thompson.—¡No me jodas Ámbar!, ¿Ahora te enamoras de sacerdotes?, ¿Qué rayos te pasa?—No te exacerbes— le sugirió— prometiste no juzgarme, además no he dicho que sea amor, al menos no aún, solo es atracción física, es que si lo vieras me entenderías.—¡Pero es un cura, Ámbar!—¿Y eso qué?, También son hombres, ¿O no?, he escuchado de sacerdotes que se casan.—¿Estás hablando de casarte con el cura? Además esos no son cualquier sacerdote. Ámbar los sacerdotes hacen votos de castidad, no enloquezcas, perderás tu tiempo, él jamás se fijaría en ti.—¡Jess, no lo digas de ese modo!—exclamó frustrada—¡Si lo haces sonar como un reto, se convertirá en una meta!—¡Hablo en serio, Ámbar!— la miró fijamente a través de la pantalla—¡Es un hombre de Dios!—Pero... ¡Es que no es justo!, si tan solo lo vieras Jessie, un hombre como ese no puede vivir exento del placer, eso sí sería un sacrilegio...—Jessie rodó los ojos.—¿No has escuchado que los sacerdotes son prohibidos?—¿No has escuchado que lo prohibido sabe mejor?—le respondió sonriendo.—En serio Ámbar, no cometas una estupidez, perderás tu tiempo. ¡No te enamores de él!—No arruines mi día Jessie, te juro que lo que sentí fue muy superior a mi raciocinio, sé que es un hombre... "prohibido", pero no puedo evitar pensar en lo placentero que sería estar nuevamente entre sus brazos.—¿Nuevamente?, ¿Qué rayos hiciste, Ámbar?—Le dije que estaba muy afligida y que necesitaba un abrazo, olía muy bien, como a jabón... a fresco.—Creo que vas a camino a cometer una tontería. Terminarás con el corazón roto.—Soy una mujer persistente, me ofende que dudes de mis capacidades de seducción.—Creo que estás demente— le dijo su amiga.— pensando en seducir a un sacerdote Ámbar, no puedo creerlo—Jessie se rió— ¡Necesitas sexo urgente!—Es lo que he estado tratando de decirte...—sonrió y la imagen de Samuel, llegó a ella.—¡Eres un demonio, Ámbar Hobbs!—Un demonio que aspira un pedacito de cielo... Toda esta lujuria necesita ser equilibrada con un poco de santidad...Hablaron por al menos una hora más, hasta que Jessie se lamentó tener que despedirse, se prometieron hacer otra videollamada pronto y antes de cortar Jessie pidió;—Prometeme que te portadas bien.—Te prometo que me pórtate muy mal, pero lo haré bien. Te amo, adiós— y así cortó la comunicación sonriendo.Ámbar, entró con paso firme a la estructura eclesiástica, quería sentirse mal por lo que iba a hacer, realmente te lo quería, pero no podía, el deseo que aquel hombre prohibido había despertado en ella, iba más allá de cualquier límite.Lo vio de pie junto a los primeros bancos, sonrió mientras se acercaba a él más decidida de lo que había estado jamás en su vida, Samuel la miró con un gesto de confusión.—Bienvenida a la casa del Señor, Ámbar.—Padre Samuel... sé que acabamos de conocernos —caminó hasta que dar frente a él —pero nada más mirarlo mi piel se enciende. ¿Qué se supone que haga con éste fuego que me quema?— el sacerdote estaba desconcertado, la miró perplejo ante sus palabras, Ámbar tomó una de las grandes manos del hombre y la colocó sobre su pecho—sienta como late desbocado mi corazón.—¿Qué haces, hija?—Mostrarle un poco de lo que se ha estado perdiendo todos estos años, padre—deslizó la mano un poco más abajo, hasta cubrir con ella uno de sus turgentes senos, ejerció presión y la friccion de la mano del hombre, la hizo estremecerse.—usted no se hace una idea de todo lo que me hace sentir... quiero ser suya.—¿Has perdido la cabeza, hija mía?—intentó retirar su mano.—Si, he perdido el juicio, la razón, todo, necesito apagar está llama, padre. Necesito que el fuego cese o me consuma, pero necesito paz para este cuerpo— colocándose de puntillas rodeó el cuello del hombre, pegándose a él como una segunda piel, sus pechos se oprimían contra él, haciéndola estremecer, ningún hombre la había hecho sentir tanto deseo, ninguno en sus veinticinco años de vida, había logrado encenderla sin siquiera tener la intención de hacerlo. — bésame Samuel, y muéstrame el paraíso— fue lo que dijo antes de tomar posesión de los labios del hombre, quién estaba totalmente pasmado, Ámbar gimió pegándose aún más a él, con el cuerpo entero vibrando, acumulando tensión, clamando por liberación.Samuel salió de su impresión y movió la boca contra la de ella, con un largo suspiro la abrazó, permitiéndose alimentarse del calor de ella... Ámbar abandonó la boca, para besar las mejillas, el cuello, lamer la piel masculina, mientras el sacerdote sentía como el cuerpo se debilitaba ante aquellas desconocidas sensaciones... pasiones que no lograba reconocer...Ámbar lo miró, aquellos ojos verdes tenían un brillo particular, un aire de inocencia que despertaba sus más perversos deseos, sin apartar la vista de él, se libró de los botones y abrió la camisa exponiendo su desnudo pecho para él.—Toqueme— suplicó con respiración agitada— toqueme como nunca ha tocado a ninguna otra. —El sacerdote parecía embelesado con la visión de su dorso expuesto, y como hipnotizado por la orden extendió sus manos cubriendo ambos pechos a la vez, oprimiendolos con a penas un poco de fuerza. Ámbar gimió de placer...Y justo allí, despertó.Abrió los ojos de golpes, su cuerpo envuelto en sudor, su respiración agitada, sintiéndose desorientada por aquel sueño... se sentó en la cama concentrándose en respirar bien, intentando calmar sus emociones, su cuerpo entero vibraba, alerta por la excitación que sentía.—Rayos, solo fue un sueño...—se lamentó con voz agitada. Salió de la cama en dirección a la cocina por un vaso con agua, observó el reloj, eran tan solo las dos de la madrugada y allí estaba ella, con pensamientos lujuriosos sobre un hombre el cual le era prohibido.¿Cómo era posible que con verlo solo una vez logrará perturbarla de aquel modo?, ¿Por qué él?, ¿por qué un sacerdote?, había conocido muchos hombres en la vida, habia visto a muchos más en el transcurso de su crecimiento, pero ninguno con el impacto que el causó, ni siquiera su primer novio, ni con su antigua pareja, ni con el novio de la universidad, por todos había tenido un interés más... controlado por decirlo de algún modo, pero el padre Samuel, despertaba en ella algo primitivo, algo que gritaba la necesidad de ser saciado, algo plenamente pecaminoso...Samuel, se quedó pensando el resto de la tarde en aquella jóven, Ámbar Hobbs, parecía realmente afligida, lo que se llamaría, un alma abatida, estaba pasando por muchas situaciones y le alegraba que ella pudiese refugiarse en Dios. Era una joven muy hermosa, como para vivir tantas malas situaciones... Sus ojos le resultaban un rasgo muy bonito, ojos color miel, color ámbar... cómo su nombre. Entrada la tarde decidió que sería buena idea visitar a su madre, quién seguramente se sentiría complacida de verlo, la amaba mucho y ella siempre se preocupaba por su bienestar, su madre era un refugio de ternura y bondad...Samuel, entró a la casa de su madre, ella lo recibió con una enorme sonrisa. —¡Hijo mío, que alegría verte!— le besó la mano en señal de respeto, y luego le dió un gran abrazo.—¡Hijo de mi alma y de mi amor!—exclamó con orgullo. —Siempre es bueno venir a casa, madre. Es bueno recordar que soy un hijo, con un refugio materno. —Samuel, Samuel, hijo mío— su madre le sonrió.
¡Lo había intentado, sí que lo intentaba, pero no daba resultado!Pasaba de medio día cuánto Ámbar entró con paso firme a la iglesia, habían unas pocas personas en los banquillos, de rodillas elevando plegarias, en apariencia, almas abatidas que buscaban un milagro o, cercanía con Dios.Y luego estaba ella, con intenciones egoístas y prohibidas, que no podían ser controladas. Caminó hasta la segunda hilera de banquillos y se sentó...—Aquí estoy, de nuevo... sabes que una parte de mi quiere resistirse a esta necesidad que siento, pero... me conoces, ¿Para que mentirte?, sabes que el deseo que siento por él es mayor, sé que querrás castigarme por mis deseos y pensamientos, pero... ¿Será un precio muy alto?... estoy dispuesta a pagarlo, dame la penitencia que debo cumplir, pero quiero verlo, necesito verlo de nuevo, mi cuerpo me lo pide.. Batallé toda la mañana para evitarlo, pero... heme aquí. —Has vuelto, hija mía. —aquella voz la hizo estremecer. —Padre Samuel— se giró hacia el
Después de despedirse de Amy y negarse a qué la llevara o la acercara a la estación de metro, decidió caminar un poco, sabía a dónde iba, pero se negó a no terminar de transitar el camino...Era tarde, y al entrar a la iglesia, escuchó como el padre Samuel oficiaba la misa, con su voz potente pero cargada de compasión y ternura, lo escuchó dar consejos espirituales a todos los presentes... y cuando la misa llegó a su fin, luchando contra su deseo de ir hasta donde el sacerdote estaba, se puso en pie y salió de la iglesia a toda prisa, en dirección al metro... *******†*******Samuel, no podía dejar de pensar en la pelicastaña, se reprendía al encontrarse nuevamente divagando sobre ella... ella le había impresionado y se imaginaba que por eso, había imaginado su rostro entre los feligreses, mientras celebraba la misa, supuso que se debía a que ella se había quedado en sus pensamientos.La mujer estaba atravesando un mal momento, y quería suponer que debido a eso le generaba esa cierta.
Ámbar, lo estuvo pensando durante toda la mañana, ahora se encontraba, sentada a la mesa, con el papel que contenía el número de Matteo... ¿Debía llamarlo?Él era jóven, tenía bonita sonrisa y era muy apuesto. Tal y como decía Amy, era mucho tiempo de abstinencia, solo debía calmar el deseo...—Esos pensamientos ambiguos te están enloqueciendo, Ámbar — se dijo—¡Al carajo, necesito intentarlo!— tomó el papel y su celular, se dispuso a marcar... Al tercer repique escucho una jovial voz que preguntó. —¿Hola?—¿Matteo?—Eh, si... ¿Quién es?— parecía dudar. —Soy Ámbar... me diste tu número ayer. —Vaya, hola guapa, debo decir que comenzaba a perder las esperanzas, me desilusionó un poco que no me marcarás ayer. —Estuve indecisa de hacerlo—rió— me preocupaba si tenías la edad suficiente para hablar con una adulta—bromeó y el rió. —Soy perfectamente legal, preciosa, eso no debe preocuparte, no dejes que mi cara te engañe, en un par de meses cumpliré veintiuno. Así que me temo que soy may
Ámbar sintió como aquella húmeda lengua le recorría su intimidad de forma lenta y seductora, movió sus caderas hacia él, mientras tomaba un puñado de su cabello... Matteo comenzó a dedicarse a su tarea, la besaba, deslizaba su lengua saboreándola, logrando estremecerla de placer, aquella le gua se movía con agilidad, mientras pronto Matteo descubrió el centro de su placer y lo succionó con fuerza, Ámbar se retorció mientras impulsaba hacia él las caderas, a aquellos sumó las rápidas caricias de sus manos y poco tardó en alcanzar un maravilloso estallido, que le permitió liberar un poco de la tensión que su cuerpo acumulaba... Su cuerpo se desplomó laxo sobre el sofá, mientras luchaba por recuperar la respiración, una sonrisa iluminó su rostro.Se imaginó que tan grande sería el placer que podría encontrar en brazos del sacerdote...¡Por Dios, Ámbar, ésto es para olvidarte del cura!, se reprendió mentalmente. —¿Y?—preguntó Matteo con los ojos llenos de la misma interrogante. —Nada ma
El sonido del celular reclamó su atención, escuchando como el aparato no dejaba de sonar corrió hasta él para tomarlo, esperando que quizás fuese Jessie, pero al tomarlo no reconoció el número en pantalla. —¿Si?—¿Ámbar, eres tú?— aquella voz despertó en ella un delicioso escalofrío que recorrió su espina dorsal... ¡Era él!, ¡por supuesto que era él!—¿Padre Samuel?—Qué buen oído, hija mía. Te estoy llamando porque tengo buenas noticias.— ella hubiese querido decirle que poco le importaban los motivos, poder escuchar su voz a través del celular era algo... eróticamente estremecedor, y después de los eventos del día anterior, todo su cuerpo aunque satisfecho, había despertado con sus palabras, esa voz ronca y profunda que despertaba las fibras de su ser. —he hablado con mi madre, quién a su vez ha hablado con una vieja amiga, hay un departamento de este lado de la ciudad, es pequeño, nada tan espacioso y ostentoso, solía usarlo su hijo, pero se casó y se fue a vivir a otro lugar. —S
Al día siguiente Ámbar le entregó los documentos a Samuel y pretendía tener una conversación con él, sin embargo, el sacerdote se despidió rápidamente asegurando que tenía asuntos parroquiales de los cuales debía hacerse cargo. Ámbar asintió y se despidió en dirección al nuevo departamento. Una pequeña sala, una cocina, muy bonita, una sola habitación con cuarto de baño, y un cuarto de baño fuera, un pequeño balcón, un área de lavado y nada más... el suficiente espacio para ella sola. Matteo llamó en un par de oportunidades y envío un par de mensajes, pero decidió ignorarlo por el momento, quería enfocarse en su mudanza, debía deshacerse de algunas cosas que no entrarían en el nuevo lugar, esperaba hacer una mudanza pequeña con lo justo, y aprovechar algunas cosas que la señora Antonia había dejado en el lugar. Los próximos dos días, pasaron muy rápido, y Ámbar estaba entretenida en la que sería su nueva vida, en su nuevo hogar... aún así no dejaba de pensar en el sacerdote, le resu
Era viernes por la tarde y Ámbar al fin había realizado la mudanza, había pagado a un par de jóvenes que le ayudaron a subir lo poco que había traído a su nuevo apartamento. Veía las muchas cajas apiladas y se sentía agobiada comprendiendo todo el trabajo que tenía por delante. En su bolso, escuchó como su celular timbraba, corrió a atender la llamada, no reconoció el número. —¿Si?—¿Señorita, Ámbar Hobbs?—Si, soy yo. —Mi nombre es Kiera Lenus, y estoy llamando desde las oficinas de Marshalls & asociados— Ámbar se emocionó al reconocer la importante firma de contadores, encargados de llevar la contabilidad de algunas de las empresas más grandes de la ciudad— le estoy llamando para informarle que tendrá una entrevista de trabajo el día lunes a las ocho y treinta de la mañana. —¡Oh, que alegría, muchas gracias señorita Lenus!—Le sugiero llegar con anticipación, y preguntar por mi en recepción. —Claro que si, muchas gracias. —Feliz tarde, señorita Hobbs— y así cortó la comunicaci