Samuel Thompson, terminaba su rutina matutina, asegurándose de que todo en el templo estaba listo, se encaminó al altar con la intensión de inclinarse y elevar plegarias de agradecimiento, cuando escuchó el sollozo de aquella mujer, se acercó lentamente a ella, su rostro cubierto por sus temblorosas manos, mientras su cuerpo se convulsionaba de llanto, aparentemente no lo estaba pasando nada bien.
Un alma quebrantada en busca de nuestro Señor.Extendió su mano y la colocó en el hombro de la jóven.—¿Necesitas ayuda, hija mía?— la mujer elevó su rostro y le miró, se conmovió, al ver las lágrimas cubriendo sus mejillas, aquellos lindos ojos color miel le miraron con confusión.Ámbar, le miró confundida, tratando de comprender quién era aquel hombre... un sacerdote, obvio que un sacerdote, sus vestiduras así lo señalaban... ¡Rayos, pero era un sacerdote muy ardiente!, ¡perdóname Dios mío!—penso— Pero te has quedado uno de los mejores para ti; alto, muy alto, hermosos ojos verdes con un brillo especial en ellos, mandíbula marcada y una barba muy corta, bien cuidada, una nariz perfecta y unos labios... ¡demonios!, esos labios eran perfectos para ser besados.En cuanto lo vió, sus múltiples problemas fueron lo último en lo que pensó, no paraba de llegar a ella una serie de pensamiento... de muy malos pensamientos, unos que escandalizarían al mismísimo Vaticano en pleno.¡Perdóname Dios mío, me la has puesto difícil!Recorrió las vestiduras del hombre, imaginando lo que se escondía debajo... ¡Maldit*s pensamientos lascivos!, todo era culpa de sus seis meses y trece días, que acumulaba sin sexo... si, demasiado tiempo, para alguien tan activa sexualmente.¡Es un sacerdote, Ámbar, controla tus lujuriosos pensamientos, es un sacerdote!...¡Uno muy ardiente!¡Después ando llorando, sin comprender qué he hecho para enojar tanto a Dios!¡PECADORA! se señaló a sí misma.—¿Hija... está todo bien?—Lo siento, padre... No, nada está bien— se secó las lágrimas — últimamente todo me sale mal—el hombre le regaló una tierna sonrisa, y aunque era la típica sonrisa de consuelo a un niño, a ella le había parecido muy sexy... el sacerdote en general era endiabladamente sexy....—Pruebas del Señor, en ocasiones ocurren para que te acerques a él.— su voz era profunda, tierna, sin dudas una voz de doble filo, podría fácilmente imaginarselo consolando a un niño ó a cualquier semejante, pero podría igual de fácil imaginarselo en un ambiente más... intimo y sudoroso.¡Perdón, Dios mío!—Mis pruebas parecen castigos —sonrió—quizas me los merezco— lo miró a los ojos— no soy una buena hija después de todo.—Aún así, tenemos un padre amoroso, que siempre nos da nuevas oportunidades— le colocó una mano nuevamente en el hombro, y de inmediato un escalofrío recorrió su espina dorsal.—¿Quieres confesarte?¡DEBERÍA!Gritó su interior, después de haber tenido esos pensamientos tan pecaminosos, debería hincarse de rodillas y clamar el perdón de Dios.—No ahora, padre— negó sonriendo.—quizás, otro día.—Dios nos abre los brazos todos los días, la decisión es nuestra— Ámbar asintió. —puedes venir cada vez que necesites refugio, hija mía, la casa del señor es para todas las almas abatidas.—Gracias, padre—asintió.— quizás decida venir más seguido.—Bienvenida serás siempre... ¿Cuál es tu nombre, hija?—Ámbar, Ámbar Hobbs. ¿Y el suyo?—Soy el sacerdote Samuel Thompson, pero no es adecuado llamarme por mi nombre, puedes llamarme Padre Samuel— le sonrió causándole nuevamente escalofríos.—Samuel... cómo el profeta—el hombre sonrió complacido de su conocimiento.—Como el profeta—asintió.— historias similares, mi madre no podía tener hijos, por más que lo había intentado no lograba quedar en embarazo, pero suplicó al señor la bendición de ser madre, y heme aquí, decidió llamarme Samuel.—Y usted decidió honrar el nombre—asintió—¿ o fue decisión de su madre?—Mi madre siempre ha sido una mujer religiosa, tiene un corazón bondadoso para el prójimo, y siempre me inculcó el amor al Señor y dejó bastante claro su deseo de que fuese un hombre de Dios, pero la decisión de ser sacerdote fue mía—sonrió— al igual que Samuel, seguí mi llamado.—Interesante historia, padre. Debo irme—se puso en pie de un salto, no podía dejar de mirar aquellos verdes ojos que tanta inquietud le estaban causando.—¿Sin decirme que te ha llevado a las lágrimas, hija mía?—Me han despedido —señaló la caja con sus cosas— he perdido a mi novio, mi mejor amiga se mudo lejos, mis padres prefieren estar lejos de mi, viviendo la vida que según ellos les arrebaté, tengo un contacto casi nulo con mi hermano menor, una casa la cual compartía con mi novio, y con la que a penas podía cubrir los gastos, gastos que no podré seguir pagando si no encuentro un empleo pronto... la vida se me cae a tajos, padre. Entré a la iglesia buscando... un poco de paz, en un momento de desesperación.—Ningun lugar mejor para buscar esa paz que necesitabas.—Padre, ¿puedo darle un abrazo?— ¡Ay no!, ¿ en serio le había pedido un abrazo al sacerdote?, ¿ es que acaso quería asegurar su pase al infierno?, ¿o quería enojar aún más a Dios?.—es que... me siento tan sola.—Claro, hija mía— ¡Dios, entiéndeme, él tampoco colabora mucho!, pensó antes de echarse a sus brazos. El sacerdote la abrazó con cariño—¡Todo estará bien, el Señor te dará la solución a todos tus males!— le dijo, y Ámbar cerró los ojos disfrutando del abrazo y permitiéndose aspirar el olor a jabón del cuello del hombre.—Gracias, lo necesitaba— dijo retirándose. —volveré pronto, padre.—Siempre serás bienvenida, vé con Dios.— Ámbar asintió, tomó la caja con sus cosas y salió a toda prisa, esos maldit*s pensamientos pecaminosos la instaban a quedarse abrazada a aquel hombre.—¡No lo hagas Ámbar!— se susurró para sí, mientras salía de la iglesia—¡No puede interesarte un hombre de Dios!, ¡pecadora, lujuriosa!Aquel hombre con aire prohibido e inocente, había despertado en ella un deseo nada religioso, meramente carnal y pecaminoso. Se giró devolviendo la vista al templo y un escalofrío la recorrió. Nunca le había pasado algo igual, ningún hombre había logrado despertar algo así, tan pronto, tan abrupto...¡Pecadora, Ámbar Hobbs, pecadora!Perdón Dios mío, he pecado...Y aquellos malos pensamientos no serían sino el inicio de una larga cadena de pecados tan ardientes como las mismísimas llamas del infierno.*********Amores mío, cuéntenme ¿Qué les va pareciendo la historia?, dejen sus opiniones amo leerlos.Ámbar entró a su departamento y cerró la puerta tras ella, para dejar escapar un largo y profundo suspiro. Caminó hasta la mesa donde depositó la caja que cargaba. —Hogar, dulce hogar—dijo con ironía, arrojó su bolso en la mesa y tomando una silla se sentó. —¿Qué haré?, las deudas no me esperarán y con el dinero que tengo a penas y alcanzo a vivir un par de meses, pero... ¿Y luego qué?—volvió a suspirar ¿sería justo llamar y pedir ayuda a sus padres?— No— se negó — lo haré solo en un caso extremo, no quiero tener que tolerar otro discurso de lo poco ágil que soy para solucionar mis problemas. Tomó su celular y marcó el número internacional de su padre, no obtuvo respuestas, luego marcó el de su madre, si, sería una llamada costosa y no estaba para eso, pero necesitaba saber de ellos. —Hola cariño, que bueno saber de tí— fue la respuesta de su madre. —Hola mamá, ¿Cómo están? —Oh, muy bien. Tu padre y yo, estamos viviendo la vida que siempre quisimos— Ámbar presionó los dientes con
—¡NO ME MIRES ASI!—exclamó Ámbar a su amiga, Jessie la miraba pasada, sin siquiera pestañear. —Por todos los cielos, dime que es una broma.—le pidió, incapaz de ocultar su asombro. —No, no lo es. El hombre que conocí hoy, es un sacerdote, su nombre es Samuel Thompson. —¡No me jodas Ámbar!, ¿Ahora te enamoras de sacerdotes?, ¿Qué rayos te pasa?—No te exacerbes— le sugirió— prometiste no juzgarme, además no he dicho que sea amor, al menos no aún, solo es atracción física, es que si lo vieras me entenderías. —¡Pero es un cura, Ámbar!—¿Y eso qué?, También son hombres, ¿O no?, he escuchado de sacerdotes que se casan. —¿Estás hablando de casarte con el cura? Además esos no son cualquier sacerdote. Ámbar los sacerdotes hacen votos de castidad, no enloquezcas, perderás tu tiempo, él jamás se fijaría en ti. —¡Jess, no lo digas de ese modo!—exclamó frustrada—¡Si lo haces sonar como un reto, se convertirá en una meta!—¡Hablo en serio, Ámbar!— la miró fijamente a través de la pantalla—¡E
Samuel, se quedó pensando el resto de la tarde en aquella jóven, Ámbar Hobbs, parecía realmente afligida, lo que se llamaría, un alma abatida, estaba pasando por muchas situaciones y le alegraba que ella pudiese refugiarse en Dios. Era una joven muy hermosa, como para vivir tantas malas situaciones... Sus ojos le resultaban un rasgo muy bonito, ojos color miel, color ámbar... cómo su nombre. Entrada la tarde decidió que sería buena idea visitar a su madre, quién seguramente se sentiría complacida de verlo, la amaba mucho y ella siempre se preocupaba por su bienestar, su madre era un refugio de ternura y bondad...Samuel, entró a la casa de su madre, ella lo recibió con una enorme sonrisa. —¡Hijo mío, que alegría verte!— le besó la mano en señal de respeto, y luego le dió un gran abrazo.—¡Hijo de mi alma y de mi amor!—exclamó con orgullo. —Siempre es bueno venir a casa, madre. Es bueno recordar que soy un hijo, con un refugio materno. —Samuel, Samuel, hijo mío— su madre le sonrió.
¡Lo había intentado, sí que lo intentaba, pero no daba resultado!Pasaba de medio día cuánto Ámbar entró con paso firme a la iglesia, habían unas pocas personas en los banquillos, de rodillas elevando plegarias, en apariencia, almas abatidas que buscaban un milagro o, cercanía con Dios.Y luego estaba ella, con intenciones egoístas y prohibidas, que no podían ser controladas. Caminó hasta la segunda hilera de banquillos y se sentó...—Aquí estoy, de nuevo... sabes que una parte de mi quiere resistirse a esta necesidad que siento, pero... me conoces, ¿Para que mentirte?, sabes que el deseo que siento por él es mayor, sé que querrás castigarme por mis deseos y pensamientos, pero... ¿Será un precio muy alto?... estoy dispuesta a pagarlo, dame la penitencia que debo cumplir, pero quiero verlo, necesito verlo de nuevo, mi cuerpo me lo pide.. Batallé toda la mañana para evitarlo, pero... heme aquí. —Has vuelto, hija mía. —aquella voz la hizo estremecer. —Padre Samuel— se giró hacia el
Después de despedirse de Amy y negarse a qué la llevara o la acercara a la estación de metro, decidió caminar un poco, sabía a dónde iba, pero se negó a no terminar de transitar el camino...Era tarde, y al entrar a la iglesia, escuchó como el padre Samuel oficiaba la misa, con su voz potente pero cargada de compasión y ternura, lo escuchó dar consejos espirituales a todos los presentes... y cuando la misa llegó a su fin, luchando contra su deseo de ir hasta donde el sacerdote estaba, se puso en pie y salió de la iglesia a toda prisa, en dirección al metro... *******†*******Samuel, no podía dejar de pensar en la pelicastaña, se reprendía al encontrarse nuevamente divagando sobre ella... ella le había impresionado y se imaginaba que por eso, había imaginado su rostro entre los feligreses, mientras celebraba la misa, supuso que se debía a que ella se había quedado en sus pensamientos.La mujer estaba atravesando un mal momento, y quería suponer que debido a eso le generaba esa cierta.
Ámbar, lo estuvo pensando durante toda la mañana, ahora se encontraba, sentada a la mesa, con el papel que contenía el número de Matteo... ¿Debía llamarlo?Él era jóven, tenía bonita sonrisa y era muy apuesto. Tal y como decía Amy, era mucho tiempo de abstinencia, solo debía calmar el deseo...—Esos pensamientos ambiguos te están enloqueciendo, Ámbar — se dijo—¡Al carajo, necesito intentarlo!— tomó el papel y su celular, se dispuso a marcar... Al tercer repique escucho una jovial voz que preguntó. —¿Hola?—¿Matteo?—Eh, si... ¿Quién es?— parecía dudar. —Soy Ámbar... me diste tu número ayer. —Vaya, hola guapa, debo decir que comenzaba a perder las esperanzas, me desilusionó un poco que no me marcarás ayer. —Estuve indecisa de hacerlo—rió— me preocupaba si tenías la edad suficiente para hablar con una adulta—bromeó y el rió. —Soy perfectamente legal, preciosa, eso no debe preocuparte, no dejes que mi cara te engañe, en un par de meses cumpliré veintiuno. Así que me temo que soy may
Ámbar sintió como aquella húmeda lengua le recorría su intimidad de forma lenta y seductora, movió sus caderas hacia él, mientras tomaba un puñado de su cabello... Matteo comenzó a dedicarse a su tarea, la besaba, deslizaba su lengua saboreándola, logrando estremecerla de placer, aquella le gua se movía con agilidad, mientras pronto Matteo descubrió el centro de su placer y lo succionó con fuerza, Ámbar se retorció mientras impulsaba hacia él las caderas, a aquellos sumó las rápidas caricias de sus manos y poco tardó en alcanzar un maravilloso estallido, que le permitió liberar un poco de la tensión que su cuerpo acumulaba... Su cuerpo se desplomó laxo sobre el sofá, mientras luchaba por recuperar la respiración, una sonrisa iluminó su rostro.Se imaginó que tan grande sería el placer que podría encontrar en brazos del sacerdote...¡Por Dios, Ámbar, ésto es para olvidarte del cura!, se reprendió mentalmente. —¿Y?—preguntó Matteo con los ojos llenos de la misma interrogante. —Nada ma
El sonido del celular reclamó su atención, escuchando como el aparato no dejaba de sonar corrió hasta él para tomarlo, esperando que quizás fuese Jessie, pero al tomarlo no reconoció el número en pantalla. —¿Si?—¿Ámbar, eres tú?— aquella voz despertó en ella un delicioso escalofrío que recorrió su espina dorsal... ¡Era él!, ¡por supuesto que era él!—¿Padre Samuel?—Qué buen oído, hija mía. Te estoy llamando porque tengo buenas noticias.— ella hubiese querido decirle que poco le importaban los motivos, poder escuchar su voz a través del celular era algo... eróticamente estremecedor, y después de los eventos del día anterior, todo su cuerpo aunque satisfecho, había despertado con sus palabras, esa voz ronca y profunda que despertaba las fibras de su ser. —he hablado con mi madre, quién a su vez ha hablado con una vieja amiga, hay un departamento de este lado de la ciudad, es pequeño, nada tan espacioso y ostentoso, solía usarlo su hijo, pero se casó y se fue a vivir a otro lugar. —S