Marina salió del restaurante y, al instante, vio a Diego esperando junto a la puerta del auto. La luz de la calle iluminaba su rostro. Sonrió, intentando controlar la mueca que estaba a punto de escapar.—Marina, mañana en horas de la mañana vuelo a Pazola a traer a Yulia de regreso a casa.Las pupilas de Marina se contrajeron, y, en un ligero parpadeo, sus ojos se abrieron desmesuradamente. Diego se acercó y, con un gesto suave, le sujetó la oreja, tirando ligeramente de ella.—Marina, ¿te has quedado sin palabras?Marina pasó saliva, sorprendida, y, con voz temblorosa, apenas logró articular:—¿Puedes repetirlo?—Mañana me voy a Pazola y traeré a nuestra hija de regreso.Los ojos de Diego se ensombrecieron por un momento, reflejando una culpa silenciosa que solo él comprendía. La noticia la golpeó como un violento torbellino, dejándola paralizada. Llevaba años atrapada en la pesadilla de Nicolás.Marina, en un intento por despejar la confusión que la envolvía, se dio un leve pellizco
—Nicolás se ha ido a un lugar muy lejano, pero mañana iré a buscarte. Duérmete tranquila, ¿sí?Aunque Diego deseaba estar con su hija, ya era tarde.Durante la videollamada con Marina, él se mantuvo a un lado, fuera del alcance de la cámara, para no interrumpir la cariñosa conversación.Marina levantó al instante la mirada y, al cruzarse con los ojos de Diego, ambos esbozaron una ligera sonrisa.Yulia parpadeó varias veces, con los ojos algo enrojecidos.—¿Cuándo va a regresar Nicolás?Nicolás había cuidado de Yulia como un padre durante cuatro años. Para ella, él era la persona más cercana.Marina entrecerró los ojos, sintiendo un nudo en el pecho.—Cuando crezcas, Nicolás regresará.Yulia se entristeció, tratando de contener las lágrimas.—Cuando sea grande, como papá, también podré verlo.Marina siguió conversando con ella, tratando de calmarla.La voz de Yulia fue bajando poco a poco hasta que, vencida por el cansancio, se quedó dormida, abrazada al sueño.Diego, con ternura, le qu
Cuando Diego y Marina llegaron a Pazola, lo primero que vieron fue a Renato, agotado por completo.Al verlos, Renato los miró como si fueran sus salvadores.—Jefe, te juro que después de esto, jamás quiero tener hijos cuando me case.Diego se rascó la cabeza, algo incómodo.Marina tosió con suavidad, sintiendo que todo esto tenía algo que ver con su hija.Renato, con la mirada perdida y visiblemente cansado, parecía estar al borde de un colapso total. Había pasado toda la noche inventando historias para la niña, respondiendo sin fin a sus "¿por qué?", y la noche se le había convertido en un caos total.Se apartó para dejarlos pasar.Yulia estaba sentada en el sofá, entretenida viendo dibujos animados. Al ver a Marina, sus ojos se llenaron de lágrimas al instante.—¡Mamá! —gritó, emocionada saltando del sofá y corriendo hacia Marina como un proyectil.Diego, preocupado de que la pequeña pudiera derribar a Marina, la levantó sin pensarlo.Ambos se quedaron asombrados mirándose fijamente:
En realidad, Marina no tenía problemas económicos.En los últimos años, Cesarina Entretenimiento, bajo la gestión de Carlos, había generado ingresos más que suficientes para garantizarle una vida cómoda.Diego, por su parte, tampoco era alguien que careciera de recursos.Ambos compartían un objetivo común: mantenerse tan lejos de Nicolás como fuera posible, aunque ese hombre ya no estuviera entre ellos.—No aceptaré las acciones del Grupo Zárate, y tampoco permitiré que mi hija reciba el fideicomiso.Para Marina, esos bienes no eran más que simples regalos cargados de intenciones ocultas.Damián y Catalina, asombrados por su decisión, intercambiaron miradas de desconcierto. Después de todo, solo tenían un hijo y, ahora que él ya no estaba, no les preocupaba el destino de las acciones del Grupo Zárate. Ese asunto no era algo que quisieran disputar.Uno de los abogados sacó dos sobres sellados de su maletín de cuero.—Esta carta es para la señora Marina, y esta otra para la señora Catali
Leticia salió de la prisión con una sonrisa astuta.Si Mafalda tuviera que elegir a la persona que más odiaba, esa sería precisamente Marina.Condujo hacia su casa.Al abrir la puerta, se encontró con Adriano, quien, sin mediar palabra, cerró la puerta de un portazo, con el rostro sombrío por completo.Leticia, temblando de furia, dejó el regalo en el umbral.—Papá, les compré un obsequio, lo dejé afuera.Adriano hizo como si en ese momento no la hubiera oído, se dirigió a la cocina, sirvió un tazón de sopa y regresó a su habitación sin mirarla.Viviana, en un estado delirante, jugaba entretenida con la orina que había derramado sobre el suelo.Adriano, con el tazón en la mano, observó a su esposa, sumida en su locura total, y salió furioso. Abrió la puerta de nuevo y, sin miramientos, arrojó el regalo de Leticia al pasillo, cerca del ascensor.Leticia, que esperaba el ascensor, sintió el impacto del regalo en sus pies, lo que la hizo gritar y retroceder nerviosa.—Papá.—No me llames
—Viví cinco años en una isla, alejada de todo. Cada día me despertaba para entrenar, aprender nuevos idiomas, negociar, gestionar… y desarrollar un sinfín de habilidades.Marina había aprendido muchísimo durante todo ese tiempo.Sin embargo, la isla no era un lugar seguro, y aunque ese periodo ya quedaba atrás, prefería no revivir los detalles.Los profesores que Nicolás me asignó eran todos hombres, y yo era la única mujer en la isla.Esa situación, evidentemente, había sido peligrosa para mí.Nicolás la entrenó para intimidar.Marina bebió un sorbo de vino y esbozó una ligera sonrisa cómplice.—El plan original de Nicolás… era que regresara para destruir al Grupo Herrera y, al mismo tiempo, acabar contigo. Quería que nos asesináramos mutuamente.Pero, por suerte, nunca lo logró.Diego, bajando la cabeza, la besó con dulzura en la nuca.—Pasado mañana, pasemos el día para tomarnos las fotos de la boda.Lo cierto es que las fotos que se proyectaron en la fiesta de la familia Zárate lo
En la sala de juntas, Marina, con un tono educado pero firme, explicó:—Señor Ernesto, le dejo esta propuesta con los términos de la compra que hemos planteado, que incluyen el precio, las condiciones de pago y los beneficios para los empleados. Revísela con calma y, si tiene alguna duda al respecto, estaré encantada de discutirla.Fernando entregó el documento al equipo que acompañaba a Ernesto. Esta vez, además de su equipo habitual, Ernesto había traído consigo su asesoría legal.Ambas partes comenzaron a negociar los puntos que consideraban poco razonables. Las condiciones ofrecidas por el Grupo Zárate eran muy favorables, por lo que la conversación avanzaba sin grandes complicaciones.Una vez acordados todos los términos, se estableció que, por la tarde, se imprimiría el contrato definitivo de adquisición.Al mediodía, Marina invitó a Ernesto y su equipo a almorzar al restaurante del Grupo Zárate.Ernesto notó de inmediato el anillo que Marina llevaba en el dedo anular, y no pudo
Siguieron comiendo en completo silencio, cada uno concentrado en su plato.—Mamá, quiero ir al baño —dijo Yulia, haciendo un pequeño puchero mientras se limpiaba los labios con la servilleta.Intentó saltar de la silla, pero estaba demasiado alta, así que miró a su papá con los ojos abiertos ampliamente, esperando que la ayudara.—Papá, cárgame.Diego, sin decir palabra, la levantó con suavidad.—Muchas gracias, papá.Qué educada estaba su hija, pensó Diego con una sonrisa, mientras la besaba en la mejilla.Marina se disponía a llevar a Yulia al baño, pero justo en ese momento su celular sonó.—No te preocupes, yo me encargo de ella —le dijo Diego con calma, sonriendo.Marina aceptó y contestó la llamada....Diego esperó pacientemente afuera del baño mientras Yulia entraba.Cuando salió, se lavó las manos, pero como era tan pequeña, no podía alcanzar el papel para secarse.Luna, que acababa de salir del baño, observó la tierna escena.Yulia, con su pequeño cuerpo, trataba de alcanzar