Leticia salió de la prisión con una sonrisa astuta.Si Mafalda tuviera que elegir a la persona que más odiaba, esa sería precisamente Marina.Condujo hacia su casa.Al abrir la puerta, se encontró con Adriano, quien, sin mediar palabra, cerró la puerta de un portazo, con el rostro sombrío por completo.Leticia, temblando de furia, dejó el regalo en el umbral.—Papá, les compré un obsequio, lo dejé afuera.Adriano hizo como si en ese momento no la hubiera oído, se dirigió a la cocina, sirvió un tazón de sopa y regresó a su habitación sin mirarla.Viviana, en un estado delirante, jugaba entretenida con la orina que había derramado sobre el suelo.Adriano, con el tazón en la mano, observó a su esposa, sumida en su locura total, y salió furioso. Abrió la puerta de nuevo y, sin miramientos, arrojó el regalo de Leticia al pasillo, cerca del ascensor.Leticia, que esperaba el ascensor, sintió el impacto del regalo en sus pies, lo que la hizo gritar y retroceder nerviosa.—Papá.—No me llames
—Viví cinco años en una isla, alejada de todo. Cada día me despertaba para entrenar, aprender nuevos idiomas, negociar, gestionar… y desarrollar un sinfín de habilidades.Marina había aprendido muchísimo durante todo ese tiempo.Sin embargo, la isla no era un lugar seguro, y aunque ese periodo ya quedaba atrás, prefería no revivir los detalles.Los profesores que Nicolás me asignó eran todos hombres, y yo era la única mujer en la isla.Esa situación, evidentemente, había sido peligrosa para mí.Nicolás la entrenó para intimidar.Marina bebió un sorbo de vino y esbozó una ligera sonrisa cómplice.—El plan original de Nicolás… era que regresara para destruir al Grupo Herrera y, al mismo tiempo, acabar contigo. Quería que nos asesináramos mutuamente.Pero, por suerte, nunca lo logró.Diego, bajando la cabeza, la besó con dulzura en la nuca.—Pasado mañana, pasemos el día para tomarnos las fotos de la boda.Lo cierto es que las fotos que se proyectaron en la fiesta de la familia Zárate lo
En la sala de juntas, Marina, con un tono educado pero firme, explicó:—Señor Ernesto, le dejo esta propuesta con los términos de la compra que hemos planteado, que incluyen el precio, las condiciones de pago y los beneficios para los empleados. Revísela con calma y, si tiene alguna duda al respecto, estaré encantada de discutirla.Fernando entregó el documento al equipo que acompañaba a Ernesto. Esta vez, además de su equipo habitual, Ernesto había traído consigo su asesoría legal.Ambas partes comenzaron a negociar los puntos que consideraban poco razonables. Las condiciones ofrecidas por el Grupo Zárate eran muy favorables, por lo que la conversación avanzaba sin grandes complicaciones.Una vez acordados todos los términos, se estableció que, por la tarde, se imprimiría el contrato definitivo de adquisición.Al mediodía, Marina invitó a Ernesto y su equipo a almorzar al restaurante del Grupo Zárate.Ernesto notó de inmediato el anillo que Marina llevaba en el dedo anular, y no pudo
Siguieron comiendo en completo silencio, cada uno concentrado en su plato.—Mamá, quiero ir al baño —dijo Yulia, haciendo un pequeño puchero mientras se limpiaba los labios con la servilleta.Intentó saltar de la silla, pero estaba demasiado alta, así que miró a su papá con los ojos abiertos ampliamente, esperando que la ayudara.—Papá, cárgame.Diego, sin decir palabra, la levantó con suavidad.—Muchas gracias, papá.Qué educada estaba su hija, pensó Diego con una sonrisa, mientras la besaba en la mejilla.Marina se disponía a llevar a Yulia al baño, pero justo en ese momento su celular sonó.—No te preocupes, yo me encargo de ella —le dijo Diego con calma, sonriendo.Marina aceptó y contestó la llamada....Diego esperó pacientemente afuera del baño mientras Yulia entraba.Cuando salió, se lavó las manos, pero como era tan pequeña, no podía alcanzar el papel para secarse.Luna, que acababa de salir del baño, observó la tierna escena.Yulia, con su pequeño cuerpo, trataba de alcanzar
Leticia observó furiosa cómo el auto desaparecía en la distancia. Bajó la mirada, tratando de disimular la fugaz reflexión que había cruzado por su mente.Después de dejar a los gemelos en la casa de la familia Herrera, regresó a su villa. Una vez aseada, se dirigió a su habitación, abrió un cajón y sacó de inmediato una tarjeta.Era el número que aquella mujer le había entregado durante su última reunión. Esa mujer decía trabajar para Nicolás.Ahora, con Nicolás muerto y las acciones del Grupo Zárate en manos de Marina, Leticia había considerado la posibilidad de llamarla para obtener información sobre la hija de Marina. Sin embargo, las dudas la atormentaban por completo.¿Y si todo esto no era más que una vil trampa?Finalmente, guardó la tarjeta de nuevo en el cajón.No había necesidad de precipitarse. Todo a su debido tiempo. Lo importante ahora, era encontrar la forma de obtener un cabello de Marina....La noche anterior, Diego había hecho un esfuerzo extraordinario para control
¿Qué se siente tomarse las fotos de boda con la persona que realmente amas?Marina lo describía como algo dulce. Diego también lo sentía de esa forma.Al fotógrafo le encantaba capturar los momentos entre ellos; cuando estaban juntos, parecían una verdadera obra de arte.—Señor Diego, ¿podría arrodillarse y simular que le está poniendo las zapatillas a su esposa?—Sí, así está perfecto.El fotógrafo no dejó de tomar fotos una tras otra, como si quisiera atrapar cada segundo de esa perfecta conexión.—Señor Diego, ahora abrace a su esposa por la espalda.Diego rodeó con sus brazos la cintura de Marina desde atrás.Tras algunas fotos en las que sus cuellos se rozaban suavemente, él le dio un ligero beso en el cuello.Al girar la cabeza, vio a Yulia observándolos extasiada con esos grandes ojos oscuros, brillando de curiosidad.Cuando cayó la noche, finalmente terminaron las fotos.Dulces, pero en realidad agotadoras.Marina se subió al auto y, aliviada, se quitó las zapatillas.Yulia, ag
Leticia vio a Diego y, al notar a la niña que lo acompañaba, apresurada apartó la mirada.Desde el carrusel, Lidia y Augusto también lo detectaron.—¡Papá! —exclamó Lidia, con entusiasmo.El rostro de Diego se ensombreció al instante, reflejando total desagrado.Le lanzó a Leticia una mirada fulminante, quien, sintiendo la fuerte tensión, mordió su labio, deseando explicarse.Pero Diego no le dio oportunidad alguna.Con decisión, se agachó y levantó de inmediato a Yulia en brazos.—Yulia, vamos a montar el trenecito.Yulia, algo triste por no poder seguir en el carrusel, aceptó.—Está bien.A Yulia le encantaban tanto el trenecito como el carrusel.Mientras tanto, Lidia, desde el carrusel, observó con tristeza cómo Diego tomaba a la otra niña en brazos y se alejaba, lo que hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas.El carrusel aún no se había detenido, por lo que Leticia esperó a que lo hiciera antes de bajar a Lidia para consolarla.La niñera, por su parte, bajó a Augusto.Él no lloró
Marina estaba sentada en el auto, observando a su hija jugar con el caballito de madera, abrazándolo con entusiasmo. Sus ojos reflejaban una ternura infinita.—Presidenta, hemos llegado —anunció Fernando, girándose hacia ella.—Perfecto —respondió Marina, guardando de inmediato el celular.Ambos caminaron hacia el campo de golf, y al llegar, Diana los vio y se acercó entusiasta para saludarla.—Señora Zárate.—Señorita Diana —saludó Marina con una ligera sonrisa.Diana la miró con algo de sorpresa. Nicolás acababa de fallecer, y verla tan serena en ese momento resultaba algo desconcertante.Matías también estaba allí. La observó en absoluto silencio, y, como era habitual en él, su saludo fue educado pero distante.Marina no prestó demasiada atención a la mirada de Matías. Había ido principalmente para encontrarse con un socio.Pasó el tiempo jugando unas cuantas partidas de golf con él y discutiendo sobre una posible colaboración. Después de eso, tenía la intención de irse.Antes de ma