Yolanda levantó la mirada y se encontró justo con Victor. Su sonrisa dulce no desapareció.—Victor, te presento a mi nuevo novio, Marco.Se acercó más a Marco, dejando claro el mensaje. Marco, entendiendo al instante el juego y, saludó con cortesía:—Hola, soy el novio de Yolanda.Victor sintió una feroz punzada de molestia. Su mirada, cargada de incomodidad, se paseó despectiva por Marco antes de volver a Yolanda.—Yolanda, tenemos que hablar. Salgamos un momento.El pequeño espectáculo ya había captado la atención de algunos curiosos en el bar. Yolanda, con la misma sonrisa despreocupada, se puso de inmediato de pie.—Marco, ven conmigo.Marco, dispuesto a seguirle la corriente, se levantó. Yolanda lo tomó del brazo, reforzando la apariencia de intimidad.Victor miró los dedos de Yolanda aferrados al brazo de Marco, sintiendo que la rabia se acumulaba aún más, pero logró contenerse y lideró el camino hacia la salida.Una vez afuera, la noche envolvía por completo todo con su calma, c
Después de colgar, Marina dejó caer preocupada la cabeza, visiblemente absorta en sus pensamientos. Llevaba un conjunto blanco sencillo, con el cabello suelto cayendo delicado sobre sus hombros, y su expresión reflejaba cierto desconcierto.Diego, al notarla tan ensimismada, le acarició la cabeza con suavidad.—¿Qué pasa? —preguntó en un tono bajo y calmado.Marina alzó pensativa la vista, con la mirada cargada de un mar de emociones.Extendió temblorosa la mano hacia él, y Diego no dudó en rodearla con sus brazos, atrayéndola hacia su pecho.—Dime, ¿qué pasó? —susurró, inclinándose cariñoso ligeramente hacia ella.Marina sorprendida cerró los ojos por un instante antes de responder, apoyándose en él con una sonrisa amarga.—Eduardo quiere una muestra de mi cabello para hacerme una prueba de ADN.Diego levantó una ceja, atónito. —Dice que me parezco mucho a una pariente de Luna y quiere comprobar si soy su hija. Y sí, parte de mí tiene algo de esperanza, porque, bueno, ¿a quién no le
—¡Mamá, buenos días! —exclamó alegre Yulia, con la boca llena de pan.—Buenos días, Yulia —respondió Marina, sonriendo con ternura mientras tomaba asiento.Después del desayuno, Diego llevaría a Yulia al jardín de infantes y luego pasaría un momento al Grupo Cabello para entregar la muestra de cabello. Marina, por su parte, tenía que apresurarse para llegar a tiempo a la oficina.Diego subió en ese momento a cambiarse y luego fue al tocador a recoger la bolsa con el cabello.Al abrirla, notó que había más cabello del que recordaba.Pensó que tal vez Marina había añadido más en la mañana, sin decirle nada. Soltó una ligera sonrisa al imaginársela haciéndolo.Cuando bajó con la bolsa en la mano, vio a Marina y a Yulia esperando pacientes junto a la puerta. Se acercó y, con voz tranquila, les dijo:—Déjame llevar a Yulia. Anda, apúrate al trabajo, pero no te esfuerces demasiado.Aprovechando que Yulia no lo veía, Diego le dio un beso suave en la frente a Marina.Ella le devolvió una sonri
Leticia se quedó atónita mirando el mensaje en su celular, sujetándolo tan fuerte que sus dedos empezaron a ponerse blancos. Su mente era un completo caos, llena de pensamientos que la asaltaban sin descanso. Necesitaba confirmar si ese mensaje era real.Dejó el comedor y subió apresurada al dormitorio. Mientras mordía su labio inferior, escribió un mensaje breve pero directo:[¿Qué es exactamente lo que según tú estoy ocultando?]La respuesta llegó en solo cuestión de segundos:[Que Marina es la hija perdida de la familia Cabello. ¿Qué otra cosa podría ser?]El corazón de Leticia se aceleró de inmediato. Sentía que apenas podía respirar mientras leía una y otra vez las palabras en la pantalla. Si la familia Cabello llegaba a enterarse, todo lo que había conseguido se desmoronaría simplemente como un castillo de naipes.Intentando mantener la calma, Leticia respiró profundo. No podía permitirse perder el control en ese momento.Con dedos temblorosos, marcó el número del remitente.La l
La voz de Eduardo, amable y llena de emoción, dejaba en claro lo mucho que significaba para él reencontrarse con su hija después de tantos años.Leticia casi deja caer la caja de dulces que llevaba en ese momento. La sorpresa y la rabia la golpearon con fuerza, pero logró mantener la compostura.Pensó, molesta: ¿Cómo es posible? Esa persona me aseguró que esto no pasaría. ¿Qué clase de ayuda es esta, si Eduardo ya lo descubrió todo?Apretó los labios, respiró profundo y empujó la puerta. Entró con una sonrisa forzada, saludó a Matías y dejó cuidadosa la caja sobre la mesa de centro.Matías respondió con un gesto muy cortés.Eduardo seguía al celular con Marina, su expresión era un reflejo lleno de felicidad y alivio.Leticia, parada a unos metros, disimuló su frustración mientras lo observaba de espaldas. La bondad en el rostro de Eduardo solo intensificaba el torbellino de emociones que sentía.Por su parte, Marina, desde su oficina en el Grupo Zárate, escuchaba la voz de Eduardo al o
Eduardo llegó a casa con una sonrisa de oreja a oreja que iluminaba su rostro.Se dirigió directo al jardín trasero, donde Luna cuidaba con delicadeza sus flores. Apenas pudo contener la emoción:—Amor, tengo algo increíble que contarte.Luna dejó las flores a un lado y lo miró con cierta curiosidad:—¿Qué pasó? Tienes una cara de felicidad que ya me tienes intrigada.Eduardo tomó cariñoso sus manos con seguridad, y con los ojos llenos de emoción, dijo:—Encontré a nuestra hija.Luna se llevó las manos a la boca, incapaz de ocultar su sorpresa. Sus ojos se llenaron de lágrimas al instante:—¿Es en serio? ¿Dónde está? —preguntó con la voz angustiada.Eduardo lo afirmó y la abrazó con fuerza:—Sí, es cierto. No llores. Esta misma noche podrás verla. Y lo mejor es que ya la conoces.—¡No lo puedo creer! Después de tantos años… —Luna lloraba desconsolada de alegría, pero de repente se detuvo, algo confundida—. ¿Cómo que ya la conozco?—Sí, es Marina —reveló Eduardo, aún maravillado por la
Diego conocía muy bien a las familias de los compañeros de su hija y sabía que Ismael pertenecía a los Uriarte.En el camino, Yulia no paraba de contarle con entusiasmo todo lo que había hecho en la escuela. Su sonrisa, dejando ver sus pequeños colmillos, la hacía ver aún más encantadora. Diego la escuchaba con mucha atención, respondiendo de vez en cuando con gratos comentarios que animaban aún más la conversación.Al llegar a casa, entregó a Yulia al cuidado del mayordomo. Se agachó a su altura y, con un tono cariñoso, le dijo:—Yulia, escucha al mayordomo. Mamá y yo saldremos por un momento, pero prometemos volver pronto para estar contigo esta noche.La pequeña afirmó obediente:—Está bien, papá. Regresen pronto. Me portaré muy bien.Diego sonrió y le acarició cariñoso la cabeza:—Esa es mi niña.Luego se levantó, tomó el regalo que Daniel había preparado y se dirigió al Grupo Zárate en auto.Cuando llegó, Marina ya lo esperaba en la entrada.—¿Estás nerviosa? —preguntó de inmediat
La mansión Cabello, con su elegante decoración clásica, tenía un aire peculiar de elegancia.Luna y Eduardo dieron la bienvenida a Marina y Diego con una amabilidad evidente.Sentada al lado de Marina, Luna la miraba con ternura. El silencio ya pesaba, así que Luna decidió decir algo para romperlo.—Marina, ¿podrías contarnos algo sobre tu infancia? —preguntó con un tono muy suave. Aunque Leticia ya le había hablado un poco en el hospital, Luna quería escuchar los detalles directamente de su hija.Pensar que ella pudo haber hecho algo así para casarse con un rico le daba un giro inesperado al corazón.Marina respondió tranquilamente:—Mafalda me cuidó durante algunos años, pero cuando tenía ocho años me dejó en un orfanato. Luego, cuando se volvió a casar, me llevó con ella a la familia Vásquez cuando cumplí quince. Después de eso, no hay mucho más que contar.Su tono era tranquilo, sin rastro alguno de resentimiento. Marina había aceptado con resignación su pasado y prefería enfrenta