Capítulo 395
Eduardo llegó a casa con una sonrisa de oreja a oreja que iluminaba su rostro.

Se dirigió directo al jardín trasero, donde Luna cuidaba con delicadeza sus flores. Apenas pudo contener la emoción:

—Amor, tengo algo increíble que contarte.

Luna dejó las flores a un lado y lo miró con cierta curiosidad:

—¿Qué pasó? Tienes una cara de felicidad que ya me tienes intrigada.

Eduardo tomó cariñoso sus manos con seguridad, y con los ojos llenos de emoción, dijo:

—Encontré a nuestra hija.

Luna se llevó las manos a la boca, incapaz de ocultar su sorpresa. Sus ojos se llenaron de lágrimas al instante:

—¿Es en serio? ¿Dónde está? —preguntó con la voz angustiada.

Eduardo lo afirmó y la abrazó con fuerza:

—Sí, es cierto. No llores. Esta misma noche podrás verla. Y lo mejor es que ya la conoces.

—¡No lo puedo creer! Después de tantos años… —Luna lloraba desconsolada de alegría, pero de repente se detuvo, algo confundida—. ¿Cómo que ya la conozco?

—Sí, es Marina —reveló Eduardo, aún maravillado por la
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