Eduardo llegó a casa con una sonrisa de oreja a oreja que iluminaba su rostro.Se dirigió directo al jardín trasero, donde Luna cuidaba con delicadeza sus flores. Apenas pudo contener la emoción:—Amor, tengo algo increíble que contarte.Luna dejó las flores a un lado y lo miró con cierta curiosidad:—¿Qué pasó? Tienes una cara de felicidad que ya me tienes intrigada.Eduardo tomó cariñoso sus manos con seguridad, y con los ojos llenos de emoción, dijo:—Encontré a nuestra hija.Luna se llevó las manos a la boca, incapaz de ocultar su sorpresa. Sus ojos se llenaron de lágrimas al instante:—¿Es en serio? ¿Dónde está? —preguntó con la voz angustiada.Eduardo lo afirmó y la abrazó con fuerza:—Sí, es cierto. No llores. Esta misma noche podrás verla. Y lo mejor es que ya la conoces.—¡No lo puedo creer! Después de tantos años… —Luna lloraba desconsolada de alegría, pero de repente se detuvo, algo confundida—. ¿Cómo que ya la conozco?—Sí, es Marina —reveló Eduardo, aún maravillado por la
Diego conocía muy bien a las familias de los compañeros de su hija y sabía que Ismael pertenecía a los Uriarte.En el camino, Yulia no paraba de contarle con entusiasmo todo lo que había hecho en la escuela. Su sonrisa, dejando ver sus pequeños colmillos, la hacía ver aún más encantadora. Diego la escuchaba con mucha atención, respondiendo de vez en cuando con gratos comentarios que animaban aún más la conversación.Al llegar a casa, entregó a Yulia al cuidado del mayordomo. Se agachó a su altura y, con un tono cariñoso, le dijo:—Yulia, escucha al mayordomo. Mamá y yo saldremos por un momento, pero prometemos volver pronto para estar contigo esta noche.La pequeña afirmó obediente:—Está bien, papá. Regresen pronto. Me portaré muy bien.Diego sonrió y le acarició cariñoso la cabeza:—Esa es mi niña.Luego se levantó, tomó el regalo que Daniel había preparado y se dirigió al Grupo Zárate en auto.Cuando llegó, Marina ya lo esperaba en la entrada.—¿Estás nerviosa? —preguntó de inmediat
La mansión Cabello, con su elegante decoración clásica, tenía un aire peculiar de elegancia.Luna y Eduardo dieron la bienvenida a Marina y Diego con una amabilidad evidente.Sentada al lado de Marina, Luna la miraba con ternura. El silencio ya pesaba, así que Luna decidió decir algo para romperlo.—Marina, ¿podrías contarnos algo sobre tu infancia? —preguntó con un tono muy suave. Aunque Leticia ya le había hablado un poco en el hospital, Luna quería escuchar los detalles directamente de su hija.Pensar que ella pudo haber hecho algo así para casarse con un rico le daba un giro inesperado al corazón.Marina respondió tranquilamente:—Mafalda me cuidó durante algunos años, pero cuando tenía ocho años me dejó en un orfanato. Luego, cuando se volvió a casar, me llevó con ella a la familia Vásquez cuando cumplí quince. Después de eso, no hay mucho más que contar.Su tono era tranquilo, sin rastro alguno de resentimiento. Marina había aceptado con resignación su pasado y prefería enfrenta
La voz de Luna se inquietó un poco:—Me llamó papá, pero a mí no me dijo mamá. Sentirla tan distante conmigo… me partió el corazón.Eduardo suspiró, y con un gesto tranquilo le dio unas suaves palmaditas en el hombro:—Amor, tienes que darle tiempo. Su tono cambió ligeramente, mostrando una confianza que no dejaba lugar a dudas:—Hay algo más. Creo que sería prudente mantener cierta distancia con Leticia. Marina tiene asuntos pendientes con ella, y no quiero que eso cause problemas.Luna, claramente incómoda.—¿No te parece esto un poco injusto? Leticia convivió con nosotros cinco años. Es casi como de la familia.Eduardo negó.—No es cuestión de ser injustos, pero las prioridades han cambiado. Marina es nuestra hija, y ahora su bienestar está por encima de cualquier otra relación.Luna suspiró, debatiéndose por un momento entre el cariño por Leticia y su deber como madre.—Está bien —respondió finalmente, con una mezcla de resignación y aceptación.Después de salir de la mansión Cabe
—Señor Álex, gracias por elegir al Grupo Zárate para esta colaboración.Marina le ofreció la mano con una sonrisa confiada.Álex, con su traje impecable, le devolvió el gesto con un apretón firme y una ligera inclinación de cabeza. Su tono tranquilo y seguro respondió:—Señora Marina, esta alianza es una gran oportunidad para ambas partes.El proyecto nube no solo era el inicio de una colaboración prometedora, sino también el primer paso hacia una nueva etapa para el Grupo Zárate. Esto no era solo un contrato, sino la apertura a un mundo de grandes posibilidades.—Haremos todo lo necesario para que esto sea un rotundo éxito —dijo Marina, transmitiendo seguridad mientras le indicaba que caminaran juntos.—Primero las damas —contestó Álex con una ligera sonrisa de cortesía.Ambos salieron de la sala de juntas caminando con determinación. Álex la observó con una mezcla de respeto y admiración antes de agregar:—Señora Marina, no tengo dudas de que con su liderazgo esta alianza marcará un
Yolanda dudó unos segundos antes de responder:—No estoy segura, mejor lo decidimos cuando lleguemos al cine.El recorrido desde D&M Gourmet hasta el cine fue rápido, apenas unos diez minutos. Al llegar, después de debatir un poco, optaron por ver una comedia romántica recién estrenada.Se sentaron en la última fila, donde la tenue luz y el brillo de la pantalla creaban un ambiente muy cómodo. Marco, siempre atento, le había comprado a Yolanda su combo favorito de palomitas y refresco.Sin embargo, justo cuando la película comenzaba, el celular de Marco sonó. Al ver que era su madre, decidió en ese instante atender la llamada.—Es mi mamá, saldré un momento a contestar.Yolanda, entretenida con las palomitas, aceptó sin darle mucha importancia:—Tranquilo, ve.Marco salió apresurado, dejando a Yolanda entretenida en la película. Pero, unos minutos más tarde, sintió que alguien se le acercaba. Giró la cabeza y se encontró con Victor ocupando el asiento de Marco. Yolanda le recriminó e
—¡Idiota! Solo tenías que seguir mis instrucciones. Si usas a la persona que elegiste, Diego lo descubrirá en cuestión de minutos. Lo único que necesitamos ahora es ganar tiempo.La voz al otro lado del celular sonaba imponente, llena de ironía y desprecio. Sin darle oportunidad alguna de responder, la mujer colgó de golpe.Leticia dejó el celular sobre la mesa, sus manos temblaban ligeramente y su rostro mostraba una mezcla de rabia y humillación. Era la primera vez que alguien la insultaba de una manera tan directa.—¡Maldita sea! —murmuró, apretando los dientes mientras trataba de calmarse.Lo que realmente la inquietaba no era el terrible insulto, sino cómo esa mujer sabía tanto. ¿Cómo podía conocer los mínimos detalles sobre la cirugía que ella había organizado en secreto? Esa información no debería estar al alcance de nadie más.A pesar de su rabia, Leticia sabía muy bien que no tenía otra opción. Había cruzado demasiados límites y estaba atrapada. Odiaba seguir las órdenes de es
Leticia observaba cómo Luna, radiante, elegía con entusiasmo una cadena para Marina. Aunque su interior era una mezcla de celos y resentimiento, en su rostro mantenía una sonrisa cálida y amigable.—Luna, con tu buen gusto, seguro que elegiste algo perfecto. Si quieres, puedo probármela para que veas cómo luce.Luna le devolvió la sonrisa, confiada.—Buena idea, Leticia. Pruébatela y dime qué tal.Leticia tomó la cadena y con movimientos delicados, se la colocó. Luna la miró con mucha atención y, después de unos segundos, sonrió satisfecha.—Te queda preciosa, Leticia.—Gracias, Luna. Estoy segura de que a Marina también le quedará espectacular —respondió Leticia con una sonrisa ligera, mientras en su interior luchaba por mantener la compostura.Luna afirmó con emoción.—Espero que le guste. Es la primera vez que le compro algo a mi hija, y estoy tan emocionada.Leticia reprimió sus emociones y continuó mostrándose amable. No podía permitirse dejar entrever sus verdaderos sentimientos,