—¡Mamá, buenos días! —exclamó alegre Yulia, con la boca llena de pan.—Buenos días, Yulia —respondió Marina, sonriendo con ternura mientras tomaba asiento.Después del desayuno, Diego llevaría a Yulia al jardín de infantes y luego pasaría un momento al Grupo Cabello para entregar la muestra de cabello. Marina, por su parte, tenía que apresurarse para llegar a tiempo a la oficina.Diego subió en ese momento a cambiarse y luego fue al tocador a recoger la bolsa con el cabello.Al abrirla, notó que había más cabello del que recordaba.Pensó que tal vez Marina había añadido más en la mañana, sin decirle nada. Soltó una ligera sonrisa al imaginársela haciéndolo.Cuando bajó con la bolsa en la mano, vio a Marina y a Yulia esperando pacientes junto a la puerta. Se acercó y, con voz tranquila, les dijo:—Déjame llevar a Yulia. Anda, apúrate al trabajo, pero no te esfuerces demasiado.Aprovechando que Yulia no lo veía, Diego le dio un beso suave en la frente a Marina.Ella le devolvió una sonri
Leticia se quedó atónita mirando el mensaje en su celular, sujetándolo tan fuerte que sus dedos empezaron a ponerse blancos. Su mente era un completo caos, llena de pensamientos que la asaltaban sin descanso. Necesitaba confirmar si ese mensaje era real.Dejó el comedor y subió apresurada al dormitorio. Mientras mordía su labio inferior, escribió un mensaje breve pero directo:[¿Qué es exactamente lo que según tú estoy ocultando?]La respuesta llegó en solo cuestión de segundos:[Que Marina es la hija perdida de la familia Cabello. ¿Qué otra cosa podría ser?]El corazón de Leticia se aceleró de inmediato. Sentía que apenas podía respirar mientras leía una y otra vez las palabras en la pantalla. Si la familia Cabello llegaba a enterarse, todo lo que había conseguido se desmoronaría simplemente como un castillo de naipes.Intentando mantener la calma, Leticia respiró profundo. No podía permitirse perder el control en ese momento.Con dedos temblorosos, marcó el número del remitente.La l
La voz de Eduardo, amable y llena de emoción, dejaba en claro lo mucho que significaba para él reencontrarse con su hija después de tantos años.Leticia casi deja caer la caja de dulces que llevaba en ese momento. La sorpresa y la rabia la golpearon con fuerza, pero logró mantener la compostura.Pensó, molesta: ¿Cómo es posible? Esa persona me aseguró que esto no pasaría. ¿Qué clase de ayuda es esta, si Eduardo ya lo descubrió todo?Apretó los labios, respiró profundo y empujó la puerta. Entró con una sonrisa forzada, saludó a Matías y dejó cuidadosa la caja sobre la mesa de centro.Matías respondió con un gesto muy cortés.Eduardo seguía al celular con Marina, su expresión era un reflejo lleno de felicidad y alivio.Leticia, parada a unos metros, disimuló su frustración mientras lo observaba de espaldas. La bondad en el rostro de Eduardo solo intensificaba el torbellino de emociones que sentía.Por su parte, Marina, desde su oficina en el Grupo Zárate, escuchaba la voz de Eduardo al o
Eduardo llegó a casa con una sonrisa de oreja a oreja que iluminaba su rostro.Se dirigió directo al jardín trasero, donde Luna cuidaba con delicadeza sus flores. Apenas pudo contener la emoción:—Amor, tengo algo increíble que contarte.Luna dejó las flores a un lado y lo miró con cierta curiosidad:—¿Qué pasó? Tienes una cara de felicidad que ya me tienes intrigada.Eduardo tomó cariñoso sus manos con seguridad, y con los ojos llenos de emoción, dijo:—Encontré a nuestra hija.Luna se llevó las manos a la boca, incapaz de ocultar su sorpresa. Sus ojos se llenaron de lágrimas al instante:—¿Es en serio? ¿Dónde está? —preguntó con la voz angustiada.Eduardo lo afirmó y la abrazó con fuerza:—Sí, es cierto. No llores. Esta misma noche podrás verla. Y lo mejor es que ya la conoces.—¡No lo puedo creer! Después de tantos años… —Luna lloraba desconsolada de alegría, pero de repente se detuvo, algo confundida—. ¿Cómo que ya la conozco?—Sí, es Marina —reveló Eduardo, aún maravillado por la
Diego conocía muy bien a las familias de los compañeros de su hija y sabía que Ismael pertenecía a los Uriarte.En el camino, Yulia no paraba de contarle con entusiasmo todo lo que había hecho en la escuela. Su sonrisa, dejando ver sus pequeños colmillos, la hacía ver aún más encantadora. Diego la escuchaba con mucha atención, respondiendo de vez en cuando con gratos comentarios que animaban aún más la conversación.Al llegar a casa, entregó a Yulia al cuidado del mayordomo. Se agachó a su altura y, con un tono cariñoso, le dijo:—Yulia, escucha al mayordomo. Mamá y yo saldremos por un momento, pero prometemos volver pronto para estar contigo esta noche.La pequeña afirmó obediente:—Está bien, papá. Regresen pronto. Me portaré muy bien.Diego sonrió y le acarició cariñoso la cabeza:—Esa es mi niña.Luego se levantó, tomó el regalo que Daniel había preparado y se dirigió al Grupo Zárate en auto.Cuando llegó, Marina ya lo esperaba en la entrada.—¿Estás nerviosa? —preguntó de inmediat
La mansión Cabello, con su elegante decoración clásica, tenía un aire peculiar de elegancia.Luna y Eduardo dieron la bienvenida a Marina y Diego con una amabilidad evidente.Sentada al lado de Marina, Luna la miraba con ternura. El silencio ya pesaba, así que Luna decidió decir algo para romperlo.—Marina, ¿podrías contarnos algo sobre tu infancia? —preguntó con un tono muy suave. Aunque Leticia ya le había hablado un poco en el hospital, Luna quería escuchar los detalles directamente de su hija.Pensar que ella pudo haber hecho algo así para casarse con un rico le daba un giro inesperado al corazón.Marina respondió tranquilamente:—Mafalda me cuidó durante algunos años, pero cuando tenía ocho años me dejó en un orfanato. Luego, cuando se volvió a casar, me llevó con ella a la familia Vásquez cuando cumplí quince. Después de eso, no hay mucho más que contar.Su tono era tranquilo, sin rastro alguno de resentimiento. Marina había aceptado con resignación su pasado y prefería enfrenta
Preciso, el día de su aniversario, Marina fue sola a la consulta de ginecología. En el hospital, se encontró casualmente con su esposo abrazando a quien él decía era su amor verdadero. Ella, apoyada con delicadeza en su pecho, le dijo con voz muy dulce:—Camilo, gracias por acompañarme al hospital por mis dolores menstruales.Su esposo, muy preocupado por su amor verdadero, le pidió a Marina que fuera a comprarle un chocolate. Marina sonrió de repente y apartó de inmediato la mano de su vientre. Qué coincidencia, justo había ido allí porque quería cambiar de hospital.…Marina fue al hospital esta vez para abortar. Se registró y esperó con paciencia su turno para ver al médico. A su alrededor, con las esposas embarazadas acompañadas de sus respectivos maridos. Contrastando, ella, una mujer que había venido realmente sola parecía un poco lamentable.Dos meses antes, había acompañado a Camilo Jurado en un viaje de negocios. Asistieron a una cena de negocios. Ella se emborrachó demasia
Marina estacionó el coche al costado de la carretera y negó tranquilamente la pregunta de Camilo sobre el embarazo: —No estoy embarazada, solo he tenido algo de dolor de estómago en estos días.Camilo, apoyado en el armario, con una mirada indiferente, le dijo: —Marina, por favor más vale que no me engañes. Incluso si te quedas embarazada, no cambiaría nada.El corazón de Marina dio un pequeño vuelco. Ella tocó con delicadeza su vientre aún plano y respondió con calma: —Señor, ¿cómo podría estar embarazada? Esa noche usamos protección y debería haber sido de buena calidad, sin ningún tipo de fallos.Camilo levantó una ceja en respuesta…Por la mañana, en la empresa, hubo reuniones durante la mitad del día.A mediodía, Marina llevó muy atenta café recién preparado a la oficina. Colocó en el escritorio los respectivos documentos sobre la empresa Proestrellas que Camilo le había pedido hacía unos días.Hasta ahora, el grupo Jurado nunca había incursionado en la industria del entretenim