Capítulo 386
Los ojos de Victor reflejaban una clara frustración en ese momento.

Cuando vio salir a Yolanda, se acercó de inmediato y trató de decirle algo:

—Yolanda, yo...

No pudo terminar la frase cuando ella lo miró con una expresión sombría.

Ese día llevaba un vestido blanco, sencillo pero elegante, con el cabello suelto cayendo sobre sus delicados hombros. Su rostro, puro e inocente, mostraba una pizca de terquedad.

—Marina, vámonos —dijo, sin pensarlo dos veces.

Victor apretó con fuerza los labios, sintiendo cómo la frustración y la molestia lo invadían.

Esta vez, Yolanda estaba realmente molesta, y él sabía que calmarla no iba a ser nada fácil.

Siempre se había considerado un hombre seguro de sí mismo, pero en ese instante empezó a dudar de todo, de sus decisiones, de sus pensamientos.

Marina le echó una mirada fugaz mientras tomaba la mano de Yolanda.

—Claro, vámonos. ¿Tienes hambre? ¿Te gustaría que fuéramos a comer algo?

Ambas pasaron de largo, dejándolo ahí parado como estatua, viendo có
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