La casa que Enzo había alquilado se encontraba en un callejón estrecho y bastante descuidado, donde el olor a alcantarillas aún impregnaba el ambiente.Durante sus años en prisión, Mafalda casi había dejado atrás sus hábitos extravagantes, pero al entrar en aquella habitación pequeña y humilde junto a su amado hijo, no pudo evitar que las lágrimas cayeran por su rostro.El lugar apenas tenía espacio suficiente para una cama, una mesa y un baño insignificante. Todo resultaba elemental, oscuro y opresivo.—Mamá, no llores. Tengo que ir a trabajar. Si tienes hambre, hay fideos en la mesa, puedes cocinarlos —dijo Enzo, señalando una olla junto al paquete de fideos y algunos condimentos.Mafalda, secándose las lágrimas, esbozó una sonrisa forzad. Había imaginado su primer día fuera de prisión como un renacer, con una comida decente al menos, pero la realidad era diferente.—Está bien, no te preocupes por eso —respondió.Con prisa, Enzo le dio algunas instrucciones antes de salir.—Espera, h
—¿Pero por qué no lo aclaró? Si lo de antes no se resuelve, Yolanda siempre va a cargar con esa espina en su corazón —insistió Marina.—¿Qué cosa? —Diego levantó una ceja, algo sorprendido.Marina le explicó lo que Yolanda le había contado.Diego escuchó en silencio, y después de un breve momento, le dio un beso en la frente.—Que Yolanda se encargue de eso. Podemos apoyarla, pero no podemos involucrarnos en sus problemas personales —dijo finalmente.Marina sabía que tenía razón. Se acomodó cariñosa sobre él, apoyando su cabeza en su pecho.—Está bien… —murmuró suavemente, mientras jugaba de manera distraída con su dedo sobre su pecho—. ¿Seguimos?Diego, con firmeza, tomó su mano, la giró con rapidez y la tumbó de nuevo sobre la cama.A veces, Marina realmente disfrutaba de esos momentos. Le gustaba ver cómo Diego, que por lo general siempre parecía tan elegante y controlado, mostraba una expresión mucho más decidida.Abrió ligeramente los labios y mordió su dedo con delicadeza.Su cab
—Estacionó su coche en el centro comercial.Marina tenía la intención de comprar un reloj para Diego.Para no ser reconocida, llevaba sombrero y mascarilla.Fernando salió del auto, abrió la puerta y ambos entraron directo al centro comercial.Ese día, no había mucha gente.Al entrar, se dirigieron de inmediato a la sección de relojes.Mientras Marina escogía uno, escuchó una conversación proveniente de un stand cercano, donde unos clientes también miraban entretenidos relojes.—¿Qué te parece este reloj? —preguntó Nerea.—Mamá, como siempre, tienes un gusto excelente. A Luna le va a encantar —respondió Esther, sonriendo.A veces, Esther no podía evitar pensar lo afortunada que era Luna: siempre la habían tratado como una princesa, y después de más de veinte años de casada, su familia seguía amándola.Lo único que le había jugado en su contra era que su hija había desaparecido.—Envuelva este reloj, por favor —dijo Nerea. Había venido de Aqualis a Estelaria y aprovechó el momento para
—Señor Álex, lamento mucho lo sucedido la última vez —dijo Marina con sinceridad.Esa noche, lo había invitado a cenar con el propósito de disculparse por el malentendido causado. La situación había afectado de forma considerable la relación de cooperación entre ambas partes.Álex, sentado frente a ella, parecía algo distante, aunque sus ojos reflejaban una ligera curiosidad. Después de todo, Diego había intervenido en su favor.Lo observó y, esbozando una sonrisa educada, comentó:—Señora Marina, lo importante es que todo está aclarado y el malentendido está resuelto.Aunque sus palabras eran tranquilizadoras, Marina no se sintió completamente aliviada. Sabía muy bien que este incidente había dejado dudas sobre la gestión del Grupo Zárate, y que quizás él pensaba que existían problemas administrativos dentro de la empresa.Marina sonrió con agrado y levantó su copa.—Le agradezco mucho. Espero que nos dé la oportunidad de continuar trabajando con el Grupo Zárate.Álex levantó la copa
La atmósfera era tranquila y agradable; todos conversaban animadamente.—¿Matías tiene novia? —preguntó Nerea con interés.Los padres de Matías habían fallecido cuando él era joven, y Luna y Eduardo lo habían criado como si fuera su propio hijo. Por eso, Nerea siempre se preocupaba muchísimo por él.Luna negó con una sonrisa.—Pasa tanto tiempo trabajando que no ha habido avances en su vida sentimental.Nerea sonrió con ternura y, como quien da un pequeño consejo desde la experiencia, dijo:—Matías, el trabajo es importante, pero no puedes olvidarte del amor. Deberías encontrar a una buena joven que te apoye y esté siempre a tu lado.Leticia, siempre este atenta a los pequeños detalles, intervino con una amplia sonrisa:—Matías es tan increíble que estoy segura de que encontrará a alguien perfecta para él.—Tienes razón, Leticia —añadió Luna con un toque de complicidad—. Matías, no seas tan exigente. Si encuentras a alguien que sea ideal para ti, no dejes pasar la oportunidad.Matías,
—¡Se parece muchísimo! —exclamó Nerea, mirando la foto en el celular con asombro—. ¿De qué familia es ella?Nerea, con su cabello completamente blanco y una sonrisa tierna, observaba atenta la imagen con evidente curiosidad.Cuando mencionaron a Marina, Luna no mostró mucho interés en hablar de ella. Se acomodó de manera elegante en el sofá, con una sonrisa algo asombrada.Eduardo, como yerno, no pudo mantenerse tan indiferente. Respondió con formalidad:—Es la esposa del hijo de la familia Zárate. Actualmente es la presidenta del Grupo Zárate, pero no sabemos de qué familia proviene. No hemos indagado al respecto.—La presidenta del Grupo Zárate... es una joven realmente impresionante.Esther, sorprendida, le comentó:—Qué curioso. ¿Será que la familia de Marina tiene alguna conexión con la nuestra?Las palabras de Esther hicieron que Eduardo se quedara en ese momento pensativo.Después de un breve silencio, Eduardo respondió cauteloso:—Voy a mandar a investigar su familia.Nerea afi
Los ojos de Victor reflejaban una clara frustración en ese momento.Cuando vio salir a Yolanda, se acercó de inmediato y trató de decirle algo:—Yolanda, yo...No pudo terminar la frase cuando ella lo miró con una expresión sombría.Ese día llevaba un vestido blanco, sencillo pero elegante, con el cabello suelto cayendo sobre sus delicados hombros. Su rostro, puro e inocente, mostraba una pizca de terquedad.—Marina, vámonos —dijo, sin pensarlo dos veces.Victor apretó con fuerza los labios, sintiendo cómo la frustración y la molestia lo invadían.Esta vez, Yolanda estaba realmente molesta, y él sabía que calmarla no iba a ser nada fácil.Siempre se había considerado un hombre seguro de sí mismo, pero en ese instante empezó a dudar de todo, de sus decisiones, de sus pensamientos.Marina le echó una mirada fugaz mientras tomaba la mano de Yolanda.—Claro, vámonos. ¿Tienes hambre? ¿Te gustaría que fuéramos a comer algo?Ambas pasaron de largo, dejándolo ahí parado como estatua, viendo có
Leticia dejó el tazón sobre la mesa y suspiró con suavidad. Después de pensarlo un momento, dijo:—Luna, sobre Marina… sé algunas cosas al respecto, pero tal vez no todo lo que sé sea 100% cierto.Luna la miró con curiosidad y le dijo:—Cuéntame, quiero saber todo.Leticia vaciló un instante, como si estuviera escogiendo con cuidado cada palabra, y al final dijo:—Cuando Marina era pequeña, su mamá la dejó en un orfanato. Después, se casó con alguien de la familia Vásquez, que en ese entonces tenía algo de dinero. Así que la sacó del orfanato y la llevó a vivir con ellos.Luna sorprendida, no podía creer lo que escuchaba.—¿Cómo una madre puede hacerle eso a su hija? ¿Dejarla en un orfanato?Leticia bajó la mirada por un segundo. Sabía que empezar con algo tan duro ayudaría a que lo siguiente sonara más razonable.—Tal vez lo hizo por necesidad, no lo sé. Después, cuando formó una nueva familia, decidió recuperarla.Luna lo negó, visiblemente molesta.—Aunque haya sido por necesidad,