Capítulo 108
El auto estaba en silencio. Daniel miró cauteloso por el espejo retrovisor y vio que Diego, en el asiento trasero, tenía los ojos cerrados.

Después de una hora de espera, finalmente los abrió y preguntó con una voz ronca:

—¿Dónde está Yolanda?

Daniel se giró y le respondió:

—Voy a llamarla.

Contactó apresurada al guardaespaldas de Yolanda para averiguar su ubicación.

Aún no había colgado cuando escuchó a Diego decir:

—Organiza algo para que se divierta esta noche.

Daniel se sorprendió por un momento.

—Está bien.

Bajó la ventanilla.

El auto, oculto en la oscuridad, hacía que las figuras adentro fueran indistinguibles.

Diego encendió un cigarrillo y apoyó cuidadoso el codo en la ventanilla.

El tiempo pasó y marcó la una en punto.

Diego salió y entró al edificio, sin mirar hacia la oficina de administración.

Sacó de inmediato un llavero con un chip para llamar al ascensor.

Al llegar a la puerta del apartamento de Marina, tocó el timbre.

Ella, un poco aturdida y preparándose en ese
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