Capítulo 107
Diego se sentó junto a Marina y los cuatro comenzaron a jugar entretenidos a las cartas.

Tras tres partidas, hicieron una pausa y cambiaron de mesa.

El camarero con diligencia sirvió la comida y el vino.

Luis llenó las copas al principio, pero luego Marina, como secretaria, asumió esa tarea.

Mientras conversaban, Marina se mantuvo al margen de todo esto.

—No es necesario que sirvas más vino, gracias —dijo Diego, desinteresado.

Marina empezó a comer con agrado, ya que aún no había cenado.

De vez en cuando brindaban y bebían, y ella notó de inmediato la mirada de Diego sobre ella.

Sonrió y desvió en ese momento la vista.

Diego dejó los cubiertos y se acomodó un poco en la silla, observando el atuendo colorido de Marina, que acentuaba la palidez de su cuello. Se parecía a un pavo real.

Marina ignoraba por completo su opinión.

Comió hasta sentirse satisfecha y luego se detuvo. El celular de Diego sonó: era Leticia. Marina apartó la mirada, escuchando vagamente la dulce voz de Leticia
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