El auto estaba en silencio. Daniel miró cauteloso por el espejo retrovisor y vio que Diego, en el asiento trasero, tenía los ojos cerrados. Después de una hora de espera, finalmente los abrió y preguntó con una voz ronca:—¿Dónde está Yolanda?Daniel se giró y le respondió:—Voy a llamarla.Contactó apresurada al guardaespaldas de Yolanda para averiguar su ubicación. Aún no había colgado cuando escuchó a Diego decir:—Organiza algo para que se divierta esta noche.Daniel se sorprendió por un momento.—Está bien.Bajó la ventanilla. El auto, oculto en la oscuridad, hacía que las figuras adentro fueran indistinguibles. Diego encendió un cigarrillo y apoyó cuidadoso el codo en la ventanilla. El tiempo pasó y marcó la una en punto.Diego salió y entró al edificio, sin mirar hacia la oficina de administración. Sacó de inmediato un llavero con un chip para llamar al ascensor.Al llegar a la puerta del apartamento de Marina, tocó el timbre. Ella, un poco aturdida y preparándose en ese
Yolanda pasó la noche viendo programas, emocionada. Al amanecer, bostezando, abrió la puerta y entró. Aún medio dormida, se sorprendió un poco al ver a un hombre saliendo de la cocina con una toalla alrededor de la cintura y el desayuno en las manos.Diego apenas le dirigió una mirada antes de dirigirse a la habitación de Marina con el desayuno. Yolanda intentó seguirlo, pero él cerró la puerta de un solo golpe y echó el cerrojo.—No entres —ordenó con voz grave. ¿Qué estaba pasando?Diego dejó en ese momento el desayuno en la mesa y se acercó a la cama, levantando la manta.—Marina, despierta y come algo antes de seguir durmiendo.Ella no se movió, se encontraba profundamente dormida. Diego deslizó un dedo frío por su muslo, subiendo poco a poco.Marina se estremeció y se dio la vuelta somnolienta, envolviéndose más en la manta.—Despierta y come —repitió.—No tengo hambre —murmuró sin abrir los ojos.—Bien.Diego se inclinó y comenzó a besarle con suavidad la oreja, la mejilla y
Yolanda, que había estado espiando por un largo rato tras la puerta entreabierta, esperó a que Diego se marchara, fingiendo tropezar mientras se acercaba a Marina.—¿Estás saliendo con Diego? ¿verdad?—preguntó con picardía.Marina, masajeándose las manos y la espalda adoloridas, respondió con cierto desgano:—No.Yolanda, notando cómo se frotaba el cuerpo, sonrió de manera maliciosa.—Parece que anoche hubo mucha... acción.—No pienses tanto —respondió Marina, llevándose la taza a la cocina.La lavó, salió y se dispuso a dormir un poco más. Tenía una cita con Blanca por la tarde.—Voy a dormir un poco. Hablamos luego si necesitas algo —dijo mientras le daba una suave palmada a Yolanda en la cabeza.—Bien —bostezó Yolanda—. Yo también estoy agotada. Anoche vi demasiados programas.Ambas cerraron las puertas de sus dormitorios. Marina revisó atenta su celular y encontró varios mensajes de Luis, molestos por su ausencia. Los leyó, pero no contestó. Se dejó caer pesadamente en la cama y
Al enterarse de que Camilo había enviado a alguien a seguirla, Marina siguió su camino hacia el restaurante, pero le envió un breve mensaje a Blanca.Marina: [Nos vemos en el baño de mujeres.]Blanca, sorprendida por el lugar, se preguntó sorprendida por qué.Emilia, al ver el mensaje, comentó:—Quizás el baño sea más seguro.La enigmática Rosario era más misteriosa que cualquier otra estrella.—¿Nos encontraremos acaso, con un estafador? —preguntó Emilia, insegura.—Cuando lleguemos, te acompañaré al baño. Le diré al conductor que, si no recibe mis noticias en diez minutos, llame de inmediato a la policía —respondió Marina.Blanca aceptó.El baño del pequeño restaurante estaba limpio y bien cuidado. Al entrar con su agente, Blanca vio al instante una mujer de figura perfecta saludándolas.—Soy Rosario, disculpen, surgió un imprevisto —dijo con firmeza la mujer.Marina eligió un cubículo limpio, empujó la puerta y dejó entrar a Blanca, mientras Emilia se quedaba afuera.—Aquí está el
Marina dejó con cuidado la bolsa en el asiento del copiloto y se frotó la cara.—Bueno, ya la compré.Al llegar a la planta baja, llamó a Yolanda para que bajara y fueran a comer juntas.—Marina.Alguien golpeó la ventana del auto.Marina sorprendida miró y vio a Quiles.Levantó una ceja y abrió la puerta, avisando primero a Yolanda que subiera.Dentro del vehículo, Camilo tomaba café mientras revisaba atento documentos.Marina se sentó a su lado y lo miró ansiosa.—¿Necesitas algo? —preguntó suavemente.Camilo dejó el café y alzó de inmediato la mirada.—Fuiste a Luzara.Marina sonrió.—Tienes información actualizada.Cuando Diego le contó que Camilo había enviado a alguien a seguirla, supo al instante que no podría ocultarle su visita a Luzara. Pero no esperaba que viniera tan pronto.—Solo fui a apoyar a la señorita Yadira como fan. ¿Eso está mal? —dijo desafiante, cruzando los brazos. Una sutil coquetería emergió sin que ella se diera cuenta.—No he hecho nada malo. Soy una ciudad
Después de que Natalia publicara la foto de Marina en el auto de Camilo, no pudo evitar preguntarle a Yadira:—¿Qué intentas lograr con todo esto? Con una simple explicación bastaría. Es normal que un exesposo y una exesposa se reúnan para hablar.Yadira sonrió.—Natalia, ayer los medios anunciaron que mi relación con Camilo avanza a pasos agigantados. Si ahora se filtra que Marina está cerca de él, ¿qué crees que pasará?Nada le importaba la verdad. Solo se trataba de guiar de la mejor manera a los internautas.Se convertirían en justicieros del teclado, y al final, Marina sería la que recibiría los ataques.Como Yadira lo había previsto, las redes estallaron con comentarios:[Ya están divorciados, cada uno debería seguir su camino. ¿Por qué Marina sigue atormentando a su exmarido?][¡Qué vergüenza!][¡Qué patética, se lo busca!][¡El señor Camilo es de Yadira! ¡La ex, que se aparte!]El ambiente en Internet se tornó bullicioso, centrado en la falta de dignidad de Marina.Natalia refl
Daniel no se atrevió a mencionar cómo Marina había manejado la situación, así que optó mejor por responder a la segunda pregunta:—Sí, los informaré.El Grupo Jurado era un gran conglomerado comercial, y Camilo no era inexperto en gestión empresarial. La compañía contaba con un excelente talento, lo que implicaba que tomar el control de un grupo tan amplio como este llevaría tiempo.—Presidente, ¿quieres ver el Instagram de la señorita Marina? —preguntó Daniel con cautela.Diego levantó la mirada y revisó atento su celular.Al terminar, no mostró enfado alguno. Guardó el celular, abrió la puerta y salió del auto.Daniel lo siguió de inmediato.Al entrar al club, Diego vio a Marina riendo y conversando animadamente con un hombre.—¿De qué hablan? También quiero escuchar —dijo, posando curioso una mano en su hombro.Marina se giró y alzó la mirada.Era Diego quien estaba justo detrás de ella, observándola.Se inclinó un poco, apoyando su mentón en su hombro, su rostro muy cerca del de el
Marina se puso la bata y salió del baño directo hacia el salón. Diego, con la chaqueta desabrochada, miraba atento su celular. Al verla, levantó la vista: —Estamos en tendencia. Todo el mundo ya sabe que tienes novio. Marina se acercó curiosa para echar un vistazo al celular: —Es tarde. Diego, con las pantuflas nuevas que ella le había comprado, afirmó de buen humor: —Lo sé. Dejó el celular y comenzó poco a poco a abrocharse la chaqueta, ajustando el cinturón: —Podría quedarme aquí. Mientras lo hacía, la miró de reojo: —¿Te parece bien? No tardó en responder: —No, por supuesto que no. Marina tenía otras cosas que hacer, y la presencia de Diego realmente no le convenía. Diego se sintió algo frustrado. ¿Cómo podía ser tan fría en este momento, cuando en la cama era tan dulce, con esa voz suave y sensual...? Se inclinó hacia ella, apoyando las manos en el sofá, rodeándola con dulzura: —¿Seguro que no puedo quedarme? —No, no puedes. Diego aceptó sin insistir