Capítulo 138
Acababan de abrir la mercería cuando Scooby entró como un huracán por la puerta.

—¡Quieto, chucho! —ordenó Dolores cuando el gran danés hizo intención de poner sus enormes patas delanteras sobre ella.

—¡Scooby, aquí! —lo llamó Nuria divertida.

Su abuela y Scooby no se llevaban exactamente bien. La mascota pensaba que la anciana era un ser encantador y delicioso al que había que lamer y relamer, y la abuela pensaba que el perro era un chucho pulgoso y baboso al que era mejor tener lo más lejos posible.

—¿Qué haces por aquí, grandullón? —le preguntó Nuria extrañada, sin dejar de rascarle por detrás de las orejas. El perro no solía alejarse mucho de la peluquería.

Scooby se dio la vuelta hacia la puerta y lanzó un ladrido largo y agudo seguido de varios más cortos y roncos. Un segundo después Román entró en la tienda. Tenía la respiración acelerada, como si hubiera corrido. Una de sus manos portaba una arrugada servilleta de papel.

—¿Qué ha pasado? —preguntó sin apenas resuello.

—¿Qué ha
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