Muchos criticarían a una mujer que se quedó dormida dentro de un elevador por estar ebria, pero Samantha tenía sus razones y, además, era la primera vez que podía conciliar el sueño de esa forma, sin preocupaciones, en paz. Lo más raro es que había sido en un momento donde podía morir si esa cosa caía de la nada.
Sin embargo, aquel pequeño niño fue como un ángel para ella, su sonrisa, su tranquilidad, sus ojos, todo en él le permitieron relajarse y de la nada se quedó dormida, aparte de que el alcohol surtió efecto en ella.
Aun así, fue capaz de sentir cuando comenzaron a abrir el ascensor. La joven se despertó y encontró al niño entre sus piernas profundamente dormido. Samantha parpadeó varias veces intentando comprender la situación cuando logró escuchar una voz.
—¿Está bien señorita?
—Ah, sí, estoy bien.
—¿Está solo usted ahí?
—No, hay un niño pequeño conmigo. — Samantha se removió y procedió a cargar al pequeñito entre sus brazos. Este se quejó un poco, pero no despertó. Samantha sonrió conmovida. No era una chica que le gustaran mucho los niños, pero este en verdad le parecía tierno y muy cálido.
—Bien, podría hacer para atrás, vamos a abrir esto. — Samantha se levantó y se colocó hasta la parte más lejana de la puerta. En minutos las puertas habían sido abiertas por un grupo de bomberos. El ascensor se había quedado atorado a la mitad del piso. Al acercarse les dio al pequeño para que lo cargaran y luego la ayudaron a subir. Había un grupo de gente ahí observando la situación y ella se sintió un poco incómoda.
—¿Es su hijo? — Preguntó el bombero devolviéndole al pequeño quien parecía haber despertado.
—Ah no, él estaba ahí dentro, pero parecía asustado. Parece ser paciente de acá, seguramente se escapó de su habitación.
—Bueno, si gusta podemos llevarlo con un médico y…— El niño se aferró al cuello de Samantha y ella se quedó perpleja por su acción.
—Eh… deberías ir con el médico pequeño.
—No quiero. — Respondió con su vocecita mientras negaba fuertemente.
—¡Joven amo! — La voz de una mujer hizo que todos voltearan a ver a la dueña de ella. Era una señorita de unos treinta años, vestía un enterizo negro junto a un saco, tacones, el cabello rubio en una coleta alta y gafas de marco negro. Era una mujer muy guapa.
Se abrió paso entre la gente hasta llegar al niño.
—¿Joven amo? — Habló con calma. El niño la miró y luego se dio la vuelta escondiendo su cara en el cuello de Samantha. Ella parpadeó varias veces compartiendo miradas de confusión con la recién llegada.
—¿Lo conoce?
—Es el hijo de mi jefe. — Respondió con semblante preocupado.
—Ouh….— Miró al niño y lo meneó un poco. —Cariño, parece que te han estado buscando.
—No quiero ir. — Se aferró más a Samantha. —No la conozco.
—Por favor joven amo, no haga esto. — Parecía suplicar la muchacha. Ahora que lo pensaba, tal vez esa mujer no conocía al niño. Vamos, un niño no va con las personas que no confía. Ahora le daba mala espina.
—Si gusta la acompaño donde su padre está.
—Esa sería una buena idea. — Intervino el bombero. La mujer tragó nerviosa.
—La cuestión es que su padre tuvo que irse por una emergencia del trabajo.
—Que conveniente. — Murmuró la peli marrón mientras acomodaba al niño en sus brazos. —Yo le daría al niño con gusto, pero él parece no querer ir con usted. Si gusta, puedo acompañarla a la habitación del niño y esperar a que venga su padre. — La mujer miró al bombero y luego a la chica y luego de pensarlo un poco asintió.
—Bien, por aquí. — El bombero, con un gesto permitió que la mujer los guiara. Samantha agradeció su gesto y comenzó a caminar tras ella. Le alegraba que el bombero la acompañara, la verdad se sorprendía de lo valiente que estaba siendo en estos momentos. Y todo por un niño desconocido.
Unos minutos más tarde, lograron llegar a la habitación del pequeño. Parecía una de esas habitaciones VIP, seguro el padre tenía mucho dinero, era una lástima que con eso no se llenara el vacío emocional, porque era claro que no le prestaba atención al niño. Ni siquiera había notado que el pequeño no estaba en su habitación, era increíble.
La rubia le indicó a Samantha donde debía acostar al pequeño y lo hizo de inmediato. Cuando ella se levantó el niño la tomó de la mano.
—¿Qué sucede?
—No te vayas mami. — Todos en la habitación quedaron perplejos por las palabras del chico.
—¿Qué dijo joven amo? — El niño se aferró al brazo de la muchacha.
—¡Ella es mi mamá! No se la lleven. — A Samantha se le rompió el corazón. Era claro que el pequeño no tenía una madre, le hacía falta. Y seguro, quería a su padre aquí con él.
—Debería llamar a su padre señorita. — Sugirió a la rubia.
—Pero…
—Me quedaré con él hasta que su padre venga. Llámelo por favor. — La mujer asintió y sacó su celular para luego salir de la habitación. Samantha tuvo que acomodarse en la cama junto al pequeño.
—¡Qué locura! ¿No? — Sam había olvidado que el bombero seguí ahí. El chico sonreía con ternura y eso le pareció simpático a la chica.
—Bueno, nunca creí que un niño desconocido me considerara su madre. — Se recostó ya que le dolía su espalda. —Por cierto, gracias por salvarnos.
—No es nada señorita, es mi trabajo. — Ahora que lo veía mejor, el muchacho era un chico apuesto, alto, de cabello castaño y ojos azules. No era muy común encontrar a un hombre como él. —Bueno, mi trabajo aquí ha terminado, espero pueda arreglar su asunto.
—Gracias. — Asintió ella. Y con una simple despedida, se fue de ahí dejándola sola con el pequeño.
—Lucas, ¿por qué dices que soy tu madre?
—Eres mi madre. — Se aferró bien a su brazo. Samantha suspiró. Quién creería que le sucedería algo como esto luego de haber roto con su novio. Solo esperaba que él no se enterara de lo sucedido con el niño. Solo eso le faltaba, que creyeran que ella había abandonado a un niño.
Ahora comenzaba a sentir dolor de cabeza.
Decidió acariciar el cabello del niño con calma y poco a poco el agarre en su brazo se fue aflojando. Se estaba quedando dormido. Se sintió mal por él y por ella, hasta ahora parecían ser huérfanos de padres, el simbólicamente y ella físicamente.
—Su padre ya viene. — Informó la rubia. Sam asintió.
—Se está quedando dormido.
—Es un alivio. — Soltó la rubia y procedió a sentarse en una de las sillas dentro de la habitación. —Lamento haberme comportado sospechosamente, pero en verdad estaba preocupada por él.
—Entiendo. — Miró al pequeño quien ya dormía plácidamente. Aún parecía un bebé. El tiempo pasó y la joven por fin pudo soltarse del agarre de Lucas. Caminó hasta donde estaba la rubia y tomó asiento frente a ella.
—Se quedó dormido.
—Me alegra. — Sonrió. — Por cierto, ¿cuál es su nombre señorita?
—Samantha Jones, un gusto.
—Yo soy Lidia Brown, un placer. — Le dio un vaso de agua con el jarrón sobre la mesita que estaba en medio de ellas. —En verdad lamento las molestias señorita, el joven Lucas suele ser un niño travieso. Amaneció con fiebre esta mañana y por eso su padre lo trajo aquí.
—¿Y por qué no se quedó?
—Hubo una emergencia en el trabajo.
—Y no supo que su hijo se escapó. — No quería criticar a nadie, pero esto era un descuido.
—Bueno, en verdad era una emergencia.
—Claro. — La joven se levantó. —Necesito tomar aire. — Lidia asintió y Sam salió de ahí dirigiéndose al fondo del pasillo. Conocía ese hospital mejor que nadie y bueno necesitaba un poco más de bebida, pero dulce. Fue a la máquina expendedora y tomó una gaseosa de limón. Con eso se sintió con vida. Al decidir volver a la habitación se encontró con un hombre y le regó la gaseosa.
—¡Maldición! — Se quejó.
—Lo siento, señorita. — El hombre era apuesto. Vestía un traje que parecía caro y sus ojos avellana la veían con cierto arrepentimiento. Samantha suspiro.
—¿Por qué no ve dónde camina? Idiota — Se alejó de él y caminó hasta el baño para poder lavarse un poco. Esto era un desastre. Y antes de que se diera cuenta las lágrimas comenzaron a caer de nuevo. Odiaba sentirse de esa manera, odiaba verse de esa manera, pero su corazón estaba roto. Todo era una pesadilla.
Luego de unos minutos de haber intentado calmarse, salió del baño para ir a la habitación de Lucas y despedirse, ya no podía estar ahí, se sentía mal.
Al tocar un par de veces la puerta, Lidia apareció.
—Oh, señorita Jones.
—Si, vengo a despedirme de Lucas, debo volver a mi casa.
—Claro, solo que ahora mismo su padre está aquí. Le diré. — Sam asintió y detrás de Lidia pudo ver al hombre de saco con el que había chocado. Abrió sus ojos de par en par y lo mejor que pudo hacer fue salir huyendo de ahí.
Dos semanas habían pasado desde el incidente del ascensor. Samantha había continuado con su vida pensando en las cosas que debía arreglar en su vida. Primero que nada, tirar toda la ropa de su exnovio. Y no, no se la devolvería. La donaría a algún lado y le daba igual si el hombre venía a reclamarle. No tenía derecho.Luego de eso arregló los muebles de su casa y decidió buscar un apartamento más chico ya que no tendría la visita del tonto en su hogar. Además, ahora le traía malos recuerdos.Había encontrado un nuevo lugar, por ello, también se encontraba guardando todo en cajas para la mudanza dentro de unos cuantos días.De esta forma se sentía más libre y dispuesta a dejar todo atrás para no dañar más su corazón.Incluso, aprovecharía a vender ciertas cosas para conseguir un poco de dinero, que desperdició en Thomas.Por la tarde, dispuesta a darse una ducha, escuchó que tocaron a su puerta. La joven frunció el entrecejo confundida. Casi nadie la visitaba y menos a esas horas.Se a
Sentía un terrible dolor de espalda y de cabeza. Ni siquiera tenía ganas de abrir los ojos. Aún así lo intentó. La luz de la ventana se colaba por las cortinas mientras ella entreabría sus pesados párpados.Sintió la suavidad de las sábanas sobre su cuerpo. Un momento, ¿sobre su cuerpo?Ella odiaba dormir desnuda. Alzó la sábana blanca sobre ella y se dio cuenta que no tenía más que su ropa interior encima. Tragó nerviosa y luego sintió un movimiento a su lado. Sus ojos se abrieron como dos platos y su cara palideció al ver al hombre a su lado. Cabello negro desordenado, mandíbula fuerte con un lunar en la mejilla y otro en el cuello además de una seña roja en la parte de su nuca. Pestañas gruesas que caían sobre sus mejillas levemente rojas.—No puede ser. — Murmuró al ver a Daniel Harrison acostado de esa forma tan pacífica. —¿Qué diablos había sucedió?Doce horas antes…Samantha había terminado su jornada laboral y se sentía extremadamente cansada. Tenía que revisar unos trabajos y
Muchas cosas pasaron por la cabeza de Samantha, ella en ropa interior, Daniel sin camisa, ambos en un cuarto de hotel, el dolor en la espalda. ¿Qué más pudo haber pasado? Ella había dormido con él.—Qué, qué pasó anoche. — Daniel se puso la camisa y se sentó en la cama frente a ella.—Bueno, te embriagaste, no dejabas de correr por la discoteca, ir de un lado a otro y bueno, me besaste y…—Alto. — La joven mostró su palma frente a él mientras apretaba los ojos. Los recuerdos de ella corriendo como loca por la discoteca, de su persona bebiendo como barril sin fondo. Recordó a Daniel ir tras ella y llevarla al aparcamiento y luego… ella lo besó.Si, ella lo había besado. Apretó los labios dándose cuenta de que ella había comenzado todo esto.—Quiero hacerme responsable.—Por favor no lo haga. — La chica ni siquiera había dormido con Thomas y ahora se había acostado con un hombre que apenas conocía. Se había vuelto loca.—Fui la culpable de esto.—No debí dejar que bebiera tanto.—De tod
Samantha meneaba su pierna de arriba abajo con velocidad. Se sentía ansiosa. Luego de dejar al pequeño Lucas en su habitación, Daniel la invitó a tomar el desayuno.Se encontraba en un comedor. La casa era enorme. Incluso la entrada, tenía un jardín amplio con un camino de tablones de madera. La casa era de un nivel que se llevaba casi toda la manzana, de color gris con ventanales enormes. El comedor estaba frente a la cocina. Era una mesa cuadrada para seis asientos. Había notado que dos trabajadores estaban en casa, la mujer que cocinaba y un hombre que estaba en el jardín. Se sorprendió de ver algo tan sencillo siendo Daniel un hombre tan rico.La mujer, que se llamaba Lena, le dejó un plato de hot-cakes con un par de huevos fritos y tocino frente a ella. Su estómago rugió.—Adelante, coma. — La joven asintió y agarró su tenedor para tomar un bocado. Su estómago se sintió aliviado. La comida estaba deliciosa.—Entonces. — Sam tragó. — Hablemos sobre el contrato.—Bien, quiere cambi
Samantha sintió que le pesaban los pies y que la cara se le ponía blanca cual papel. No esperaba que sus amigos la visitaran y precisamente ese día.—Samantha Julia Jones Sparks, ahora mismo vas a decirme qué diablos significa que el idiota de Thomas te dejó por la zorra de Kelly y qué diablos te sucede como para no haberme dicho nada. — A la nombrada ni siquiera le dio tiempo de responder. La pelinegra la hizo a un lado y entro al apartamento mientras Peter la veía con una mueca. Sam reaccionó y fue corriendo tras su amiga notando que esta se había quedado paralizada frente a Daniel quien la veía con las cejas alzadas.—¿Tú quien eres? — El ojiazul miró a Sam y corrió hasta él.—Es un amigo, un amigo del trabajo. Ya se iba, ¿cierto? — El pelinegro comprendió la indirecta. Se dirigió a Lucas y lo cargó en sus brazos.—Sí, solo veníamos a saludar. Soy Daniel Harrison un placer. — Vic asintió admirada por la belleza del hombre.—Claro, un placer. — Se despidió de los tres aun cuando Luc
Daniel no soportaba en lo absoluto fundar relaciones interpersonales innecesarias. Cuando Samantha le pidió aquel favor, sintió que le tocaban los nervios. No quería hacer eso, era innecesario. El trato que hacía con Samantha era por el puro objetivo de que su hijo pueda superar los obstáculos que él mismo se puso desdela muerte de su madre.No era ignorante, había pensado implícitamente que la joven entendería que su matrimonio era de papel y eso no significaba que debían actuar como prometidos enamorados frente a gente ajena a él.—Tiene una reunión con el vicepresidente de Cosmetics Row en una hora. — Le informó Lidia. El pelinegro asintió mientras pensaba en Sam. Cuando rechazó su ofrecimiento, ella se veía realmente decepcionada.—Señor, perdone que se impertinente, pero ¿sucede algo?—¿Es tan importante para las chicas que su pareja conozca a sus amigos? — Lidia parpadeó varias veces intentando asimilar la pregunta.—Bueno… creo que es un paso importante. Ya que quiere que tambi
La boda estaba más cerca de lo esperado. Los arreglos habían dado comienzo y al final decidieron en realizar la ceremonia en un salón ubicado en el centro de la ciudad. Muy famoso por ese tipo de eventos. Al principio Samantha se mostró poco convencida, debido al precio, pero Daniel estaba seguro de lo que quería brindar.—No quiero que te sientas humillada porque tu esposo elija un lugar poco práctico y no digno de tu persona. Mereces esto y mucho más Samantha. — No sabía en qué momento la formalidad se había ido al caño. Aún así, el hombre era muy directo y seguro de lo que hacía. Así que al final aceptó realizar la boda en aquel lugar.Ahora debía buscar un vestido decente para esa boda y Daniel le recomendó una tienda. Le dijo que él no podría ir porque debía atender algunos negocios. Así que invitó a Vic y a Lucas para que la acompañarán. Los tres iban sentados en la parte trasera de uno de los coches de Daniel mientras ambas charlaban un poco y Lucas jugaba con las manos de Sam.
Samantha se encontraba sentada en una mesa observando su café frío. Frente a ella estaba Daniel mirándola con atención. Lucas y Vic se habían ido juntos a casa de Daniel para que ellos tuvieran algo de privacidad. Sorprendentemente, a Lucas le agradaba Vic y no opuso resistencia.—Por lo que pasó hoy, muchas gracias. — Daniel asintió.—No es nada.—Sé que a sus ojos me veo como una chica patética que no puede defenderse, pero, por alguna razón frente a ellos no puedo.—Lo entiendo.—¿En verdad lo hace? — Lo miró por fin. Daniel notó las mejillas rojas de la joven y sus ojos cristalinos, era obvio que se estaba aguantando las ganas de llorar.—Lo hago, esa persona fue alguien íntima a ti. ¿Me equívoco?—No lo hace. — Le dio un sorbo a su bebida. — Cuando mis padres murieron Kelly y su familia fueron mi soporte. Me ayudaron en esos momentos tan difíciles aún cuando no era su responsabilidad. Kelly fue como mi hermana. Estuve con ella desde niña. A los doce conocí a Thomas cuando se mudó