Capítulo 4

Sentía un terrible dolor de espalda y de cabeza. Ni siquiera tenía ganas de abrir los ojos. Aún así lo intentó. La luz de la ventana se colaba por las cortinas mientras ella entreabría sus pesados párpados.

Sintió la suavidad de las sábanas sobre su cuerpo. Un momento, ¿sobre su cuerpo?

Ella odiaba dormir desnuda. Alzó la sábana blanca sobre ella y se dio cuenta que no tenía más que su ropa interior encima. Tragó nerviosa y luego sintió un movimiento a su lado. Sus ojos se abrieron como dos platos y su cara palideció al ver al hombre a su lado. Cabello negro desordenado, mandíbula fuerte con un lunar en la mejilla y otro en el cuello además de una seña roja en la parte de su nuca. Pestañas gruesas que caían sobre sus mejillas levemente rojas.

—No puede ser. — Murmuró al ver a Daniel Harrison acostado de esa forma tan pacífica. —¿Qué diablos había sucedió?

Doce horas antes…

Samantha había terminado su jornada laboral y se sentía extremadamente cansada. Tenía que revisar unos trabajos y lo haría para poder des descansar el fin de semana. Sin embargo, había acordado encontrarse con Daniel Harrison para platicar sobre el trato que tenía para ella.

Dijo que pasaría por su apartamento a eso de las cuatro de la tarde.

Así que dejó sus cosas sobre la mesa, se dio una ducha y finalmente salió a esperar el auto. Cual fue su sorpresa al encontrar a Lidia saliendo de un auto negro, muy diferente en el que Daniel la había llevado unos días antes.

—Señorita Lidia.

—Qué tal, es bueno verla de nuevo señorita Jones. Por aquí. — Le abrió la puerta y ella entró de inmediato

De camino, las dos fueron en silencio. Samantha tenía muchas cosas en qué pensar incluyendo la oferta que estaba a nada de recibir.

Finalmente, llegaron a un hotel llamado Unit, era un lujoso hotel a dónde solo la gente con ingreso mayor y famosos lograba entrar. Había visto un poco sobre ese lugar gracias a Thomas quien había dado algunas charlas ahí. Y además por los folletos, donde él le prometió llevarla una vez tuviera un trabajo fijo. Claro, eso solo fue una mentira más.

Lidia la llevó hasta el piso diez y la dejó frente a la habitación donde Daniel la esperaba. La chica tocó un par de veces y alguien de dentro la hizo pasar. Saludó al hombre de traje y esté le señaló la parte del balcón de aquella lujosa habitación.

Caminó directo hasta llegar a ese sitio y se sintió impresionada de lo enorme y hermosa que era. Ahí en el balcón había una mesad e vidrio, redonda con dos sillas, algunas macetas con rosas y plantas colgantes se encontraban alrededor. Daniel estaba sentado leyendo unos documentos y la joven se aclaró la garganta para llamar su atención.

—Buenas tardes señorita Jones. — Se levantó y arrastró la silla contraria para que la joven se sentara. Lo vio con sorpresa y un poco dubitativa tomó asiento mientras Daniel acomodaba la silla. Finalmente, él tomó asiento frente a ella y le mostró su elegante sonrisa.

A estas alturas, la joven pensaba en que ese gesto parecía fingido, es decir, su sonrisa no era cien por ciento real.

—Lamento no haber ido personalmente por usted. Terminé una reunión hace exactamente cinco minutos.

—¿En un hotel? — Preguntó alzando sus cejas.

—Si bueno, planeo hacer unos negocios aquí. — La joven asintió. Había investigado a Daniel Harrison en línea y casi le dio un infarto al darse cuenta de que se trataba de un de los hombres más ricos del mundo. Su empresa poseía diversos negocios en maquillaje, cuidado de la piel y ropa. Era dueño de las tiendas departamentales H&S. Salía en las revistas de moda, de entretenimiento y de negocios. Era una estrella total.

—Entiendo. Entonces, comencemos con nuestra reunión entonces. — Él asintió y me pasó una carpeta. Ahí estaban los términos del contrato.

—Como le había explicado previamente quiero proponerle que sea mi novia temporal.

—¿Novia temporal?

—Será una relación falsa, esto con el fin de tener una excusa para que pueda vivir en mi casa y no hayan rumores.

—¿Quiere que viva en su casa? — Preguntó ella sorprendiéndose cada vez más.

—Sé que suena a una locura, pero quiero que pase el rato con Lucas.

—¿Y no puedo ser simplemente su tutora?

—Los rumores pueden surgir y no quiero dañar su reputación por completo, así también, Lucas estará más tranquilo al pensar que usted en verdad es “su mami.”

—Así que quiere que la niña me vea como su figura materna.

—Exacto, eso lo ayudará, pienso, a que salga de esa burbuja en la que se ha encerrado luego del fallecimiento de su madre. — Samantha notó la tristeza cuando dijo aquello. Seguramente, él también amaba mucho a esa mujer. Lucas perdió una madre, pero este hombre probablemente perdió al amor de su vida.

—Entiendo.

—Puede leer las condiciones. Por favor. — Samantha leyó detenidamente aquellos aspectos. El contrato era para un año. Ella debía vivir el año completo en casa de Daniel Harrison, darle clases al niño en la especialidad que ella tenía y ayudarlo a desenvolverse y que ella actuara, bueno como una madre en lo que se pudiera. Además, el sueldo era el cuádruple de lo que ella cobraba mensualmente como profesora. Era en verdad, una oferta tentadora.

—Bien, escuche señor Harrison. Sé que acepté venir aquí, pero como un favor por lo que hizo por mí. El contrato es tentador, pero debo decirle que voy a declinar. — Le regresó el documento. El hombre suspiró, se veía decepcionado.

—¿Puedo preguntarle por qué lo hace? — Ella lo miró.

—Sé que quiere lo mejor para su hijo, y probablemente le ayude, pero no me siento muy dispuesta como para ser un buen ejemplo de madre para Lucas.

—¿Por qué?

—Seguro no le interesa, pero la cuestión es, que recién terminé con una relación que era muy seria para mí y emocionalmente, estoy siendo un asco para afrontarla.

—Lo entiendo. — Se dejó caer en el respaldo—Encontraré la forma en que acepté.

—Será mejor que se rinda señor. — El negó divertido.

—Nunca me he rendido en esta vida. Eso debo dejárselo muy claro.

—Como usted diga. — Se levantó y él también.

—Déjeme acompañarla a la salida. Pediré un auto para usted.

—No es necesario. — Inclinó levemente la cabeza.

—Insisto.

—Bien. — Ambos comenzaron a caminar hasta el ascensor. Harrison continuó siendo todo un caballero. Al entrar al ascensor se quedaron en un silencio hasta que este se detuvo en el piso número cinco. Ella nunca creyó ver tan pronto a Kelly y Thomas. Ambos venían del brazo sonriendo como idiotas, pero esas sonrisas desaparecieron en cuento miraron a Samantha. La joven sintió un nudo en su garganta e inconscientemente se acercó a Daniel quien parecía confundido con la situación. Notó cierta mirada de disgusto en la cara de la mujer que recién entro al ascensor y se preguntó que sucedía. Incluso el ambiente se había vuelto incómodo y hostil.

—Me divertí muchísimo amor. Me encanta este lugar. — Soltó la mujer y notó los hombros de Samantha tensarse. Entonces lo comprendió. Él tipo de ahí era su exnovio. No dejaba de mirarla como con cierta culpa. Era increíble lo que unos gestos podían expresar.

—Ah sí. Me recuerda que nunca pudiste traer a tu ex aquí, es una pena. — Observó que la joven iba a darse la vuelta, pero él la tomó colocando su brazo sobre sus hombros.

—¿Qué opinas querida? ¿Estuvo muy bien el spa? — Los ojos cafés de la joven lo vieron con impresión. Él sonrió y ella lo pensó unos momentos.

—Oh bueno, si estuvo bien.

—¿Qué tal si vamos por algo de comer?

—Claro. — Se sentía muy bien sabiendo que la joven le había seguido la corriente.

El ascensor se abrió y Daniel arrastró a la joven para salir de esa incómoda situación. Cuando las puertas se cerraron ella sintió mucho alivio. Honestamente la joven sentía que se había quitado un peso de encima y que tal vez había ganado una batalla.

—¿Cómo lo supo? — Preguntó mirando al pelinegro.

—El rostro del tipo, parecía culpable.

—¿Tanto se le notaba?

—Si bueno, tu también te tensaste y mucho. — Ella soltó una ligera carcajada y sin pensarlo mucho le preguntó. —¿Puedo invitarlo a un trago? — Daniel estaba muy sorprendido por la oferta. Ella se sonrojó levemente notando en lo que se había metido.

—Ah yo…

—¿Se arrepiente por la propuesta? — Samantha lo pensó unos momentos y luego negó.

—¿Quiere aceptar mi propuesta?

—¿Por qué no? — Le ofreció su brazo y la joven lo tomó gustosa. —Tengo un lugar en mente para ir a beber ese trago.

—Yo lo sigo.

Treinta minutos después, se encontraban en uno de los bares más famosos de la ciudad, Heaven´s. Conocido por sus increíbles tragos y las fiestas en grande que ahí se hacían. Lo mejor, es que ni siquiera hicieron cola. En seguida reconocieron al hombre a su lado y los dejaron ingresar al área VIP.

Tomaron asiento y la joven ordenó una cerveza, Daniel hizo lo mismo. El ruido y el ambiente en el lugar hizo que la joven comenzara a mover su cabeza de un lado a otro. Hace tiempo no venía de fiesta, la última vez que lo había hecho fue… fue con su exnovio y Kelly.

De pronto su estado de ánimo cayó de nuevo. No podía creer que durante tanto tiempo su vida había girado alrededor de ellos. Pero es que fueron un gran apoyo durante las etapas más duras.

—¿Está todo bien? — El pelinegro la miró con preocupación. Ella parpadeó un par de veces notando el lugar donde estaba. Una discoteca privada con el hombre más rico del lugar.

Las cervezas llegaron y ella tomó su botella con violencia para darle un trago largo. Necesitaba desahogarse, necesitaba dejar todo atrás de una vez por todas. Thomas había roto muchas promesas y las había cumplido con su actual novia. Quién sabe cuánto tiempo llevaban engañándola.

Terminó su cerveza y ordeno otra, y al finalizar esa, bebió otra.

—¿Acaso quiere ponerse ebria? — La joven lo miró y notó las tres botellas de cerveza que ya tenía sobre la mesa.

—Lo siento, ¿le molesta?

—No, pero ¿está segura de lo que conlleva ponerse ebria?

—Lo sé, me haré responsable de mí, ¿entiende? — El pelinegro asintió y con un gesto le indicó que prosiguiera con su labor. La joven pidió un poco de vodka para mezclarla con cerveza.

Daniel observó a la joven beber y beber y sabía la carga emocional que le preocupaba en estos momentos. Él no podía entender ese tipo de relaciones, hace tiempo que las relaciones románticas no formaban parte de su vida. Ahora su único amor era Lucas, ese niño que amaba con todo su ser y por quién haría lo que fuera.

Entonces, la joven se levantó y salió corriendo a la pista. Parpadeó pensando en cómo se había embriagado tan rápido y fue tras ella. Al llamarla por su nombre la joven corrió hacia una de las plataformas donde unas chicas bailaban y comenzó a bailar.

—Señorita Jones, por favor, señorita Jones. — Intentó bajarla de ahí, pero la muchacha seguía bailando, llamando la atención de muchos, incluso de los indecentes y ojos lujuriosos.

—Venga señor Harrison. Baile conmigo. — La joven arrastraba un poco las palabras y eso le causó un poco de gracia. Entonces, ella dio un mal paso tropezando en la plataforma. Daniel la tomó con tiempo entre sus brazos y ella lo miró sorprendida.

—¿Se encuentra bien? — La peli marrón asintió. Sus brazos se encontraban agarrados de la nuca de él. Ella le dio un ligero empujón y le pidió que la bajara.

—Creo que ha bebido lo suficiente, lo mejor será que la deje en su casa.

—No quiero ir a mi casa. — Daniel comenzó a caminar fuera de ahí para llevarla al auto. Una vez en la calle ella se movió de forma precipitada lastimando parte de su cuello y el de ella, decidió bajarla.

—¿Qué es lo que necesita? — Preguntó él. Ella se tambaleó mientras movía sus manos sin sentido alguno.

—Quiero distraerme.

—Lo mejor será que duerma. — Le recomendó colocando sus manos sobre los brazos de ella.

—¿Dormir? — Sonrió y asintió levemente. —Claro. — Dio un paso adelante y antes de qué el analizará el siguiente movimiento de ella, la joven ya tenía sus labios sobre los de él y finalmente se desmayó.

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