—Qué no, que el velo va así.—Vic, soy la suegra, he pasado por esto miles de veces. Sé como va un velo. — Samantha sonreía divertida mientras veía a su amiga y suegra discutir por la posición del velo. De hecho, estaba aun más sorprendida de que se llevaran como viejas amigas. Habían pasado muchas cosas durante los diez meses que estuvo estudiando. Vic había pasado tiempo con los padres de Daniel ya que Lucía estuvo enferma de una infección en la garganta durante un tiempo que se complicó levemente, cosa que le ocultaron a Sam para que no volviera de España hecha un manojo de nervios. Estaba enterada de que se enfermó, pero no a ese nivel de gravedad.Se los agradeció, pero luego los reprendió por ocultarle la gravedad del asunto, por suerte Lucía se recompuso y siguió con su vida como si nada. Sin embargo, Lucía y Vic hicieron una especie de conexión, así como Sam la había hecho con ella. Además, Esteban siguió esforzándose al máximo para impresionar a Vic, la joven tenía entendido
Sam despertó escuchando el sonido del mar. Sentía su espalda un poco adolorida y sus pechos hinchados, entonces recordó todo lo que había sucedido la noche anterior. Por fin, Daniel y ella habían tenido su luna de miel y vaya luna de miel. Los padres de Daniel les regalaron un viaje a Costa Rica en una de las playas más increíbles del continente. Desde la ventana apreciaba la vista del mar y las palmeras, así como el olor fresco de las alas. Apoyó sus codos sobre el colchón y miró hacia su lado izquierdo donde estaba Daniel acostado con su brazo sobre el vientre de la joven. Ella sonrió pensando en todas las locuras que hicieron el día anterior. Primero dieron una vuelta por el lugar, visitando a los locales, tiendas de recuerdos, tomándose fotos, pasando por restaurantes para alimentarse bien y luego jugaron en la playa hasta las cinco de la tarde. De regreso, se dieron una respectiva ducha y pidieron servicio a la habitación para la cena, luego de eso, fue una locura. Daniel la sed
Lucas dejó caer todos sus cuadernos al chocar con un casillero abierto mientras arreglaba su mochila. Samuel soltó una enorme carcajada burlándose de él.—¿Quieres callarte? Ayúdame con esto o le diré a Mónica que vas a salir con Gina. — Samuel abrió los ojos de par en par y decidió ayudar a Lucas. El joven estaba tenso. Recién había cumplido diecisiete años y sentía que el mundo se le venía encima. Pero eso no era todo, estaba más que molesto cuando vio a Rodrigo Hernández coquetear con Ariana Kidd. Ariana era su mejor amiga de la infancia, la prima de su madre Sam. No tenía relación consanguínea con ella, por lo que nunca pudo verla como una prima en segundo grado o lo que sea. De hecho, siempre fue Ariana su amiga. Sin embargo, ahora parecía molesto porque los chicos se le acercaban.—¿No le dir&a
El amor siempre había sido un cuento de hadas para Lucas. Cuando conoció a su madre pensó en el enorme cariño que sintió cuando ella lo protegió aun cuando era un desconocido. Ella estaba llena de amor y Lucas no dudó en devolvérselo. Honestamente, pensó que ese era el amor más puro de todos y luego sus padres se enamoraron. Ser testigo de semejante muestra de amor lo hacía confiar más en él, pero era distinto a lo que él imaginaba. Luego su tío Esteban se casó con su tía Vic y tuvieron un niño. Ese era el amor familiar al que él estaba acostumbrado, sin embargo, ¿qué era lo que lo hacía diferente con respecto a Ariana? Ariana era su mejor amiga, era su cómplice, era su mano derecha, era su compañera de aventuras y jamás pensó en ella como algo más. Sin embargo, la secundaria llegó y muchos chicos comenzaron a acercársele. Al principio lo vio como algo normal, era normal hacer más amigos, pero luego la forma en que la veían, no era algo que le encantaba. —¿Qué te tiene dando vueltas
—¿Qué quieren decir? — Samantha apretó las manos por debajo de la mesa al ver a Thomas su novio tomando la mano de Kelly, su mejor amiga. Y lo peor era que aquella mujer llevaba una enorme sortija en su dedo anular. En los cinco años de relación que llevaba con él, jamás le había dado una joya como esa.—Que me enamore de Kelly. Sam lo siento mucho, en verdad. Pero ella es una chica muy objetiva y tiene metas grandes.—¿Quieres decir que yo no las tengo? — La joven lo miró a los ojos intentando tragarse las lágrimas que la estaban carcomiendo por dentro.—Cariño, es obvio. Ser una profesora de primaria no es algo que pueda subirte de categoría en esta sociedad. — Kelly por fin había abierto la boca. Samantha quería lanzarle el vaso de agua frente a ella y decirle que se callara, pero no podía, no tenía el valor. Se sentía patética. —Tommy es un médico, obviamente necesita a una mujer como yo, la hija de un doctor y futura doctora también. — Sam tragó duro y miró sus manos, estaban roj
Muchos criticarían a una mujer que se quedó dormida dentro de un elevador por estar ebria, pero Samantha tenía sus razones y, además, era la primera vez que podía conciliar el sueño de esa forma, sin preocupaciones, en paz. Lo más raro es que había sido en un momento donde podía morir si esa cosa caía de la nada.Sin embargo, aquel pequeño niño fue como un ángel para ella, su sonrisa, su tranquilidad, sus ojos, todo en él le permitieron relajarse y de la nada se quedó dormida, aparte de que el alcohol surtió efecto en ella.Aun así, fue capaz de sentir cuando comenzaron a abrir el ascensor. La joven se despertó y encontró al niño entre sus piernas profundamente dormido. Samantha parpadeó varias veces intentando comprender la situación cuando logró escuchar una voz.—¿Está bien señorita?—Ah, sí, estoy bien.—¿Está solo usted ahí?—No, hay un niño pequeño conmigo. — Samantha se removió y procedió a cargar al pequeñito entre sus brazos. Este se quejó un poco, pero no despertó. Samantha
Dos semanas habían pasado desde el incidente del ascensor. Samantha había continuado con su vida pensando en las cosas que debía arreglar en su vida. Primero que nada, tirar toda la ropa de su exnovio. Y no, no se la devolvería. La donaría a algún lado y le daba igual si el hombre venía a reclamarle. No tenía derecho.Luego de eso arregló los muebles de su casa y decidió buscar un apartamento más chico ya que no tendría la visita del tonto en su hogar. Además, ahora le traía malos recuerdos.Había encontrado un nuevo lugar, por ello, también se encontraba guardando todo en cajas para la mudanza dentro de unos cuantos días.De esta forma se sentía más libre y dispuesta a dejar todo atrás para no dañar más su corazón.Incluso, aprovecharía a vender ciertas cosas para conseguir un poco de dinero, que desperdició en Thomas.Por la tarde, dispuesta a darse una ducha, escuchó que tocaron a su puerta. La joven frunció el entrecejo confundida. Casi nadie la visitaba y menos a esas horas.Se a
Sentía un terrible dolor de espalda y de cabeza. Ni siquiera tenía ganas de abrir los ojos. Aún así lo intentó. La luz de la ventana se colaba por las cortinas mientras ella entreabría sus pesados párpados.Sintió la suavidad de las sábanas sobre su cuerpo. Un momento, ¿sobre su cuerpo?Ella odiaba dormir desnuda. Alzó la sábana blanca sobre ella y se dio cuenta que no tenía más que su ropa interior encima. Tragó nerviosa y luego sintió un movimiento a su lado. Sus ojos se abrieron como dos platos y su cara palideció al ver al hombre a su lado. Cabello negro desordenado, mandíbula fuerte con un lunar en la mejilla y otro en el cuello además de una seña roja en la parte de su nuca. Pestañas gruesas que caían sobre sus mejillas levemente rojas.—No puede ser. — Murmuró al ver a Daniel Harrison acostado de esa forma tan pacífica. —¿Qué diablos había sucedió?Doce horas antes…Samantha había terminado su jornada laboral y se sentía extremadamente cansada. Tenía que revisar unos trabajos y