—¿Qué quieren decir? — Samantha apretó las manos por debajo de la mesa al ver a Thomas su novio tomando la mano de Kelly, su mejor amiga. Y lo peor era que aquella mujer llevaba una enorme sortija en su dedo anular. En los cinco años de relación que llevaba con él, jamás le había dado una joya como esa.
—Que me enamore de Kelly. Sam lo siento mucho, en verdad. Pero ella es una chica muy objetiva y tiene metas grandes.
—¿Quieres decir que yo no las tengo? — La joven lo miró a los ojos intentando tragarse las lágrimas que la estaban carcomiendo por dentro.
—Cariño, es obvio. Ser una profesora de primaria no es algo que pueda subirte de categoría en esta sociedad. — Kelly por fin había abierto la boca. Samantha quería lanzarle el vaso de agua frente a ella y decirle que se callara, pero no podía, no tenía el valor. Se sentía patética. —Tommy es un médico, obviamente necesita a una mujer como yo, la hija de un doctor y futura doctora también. — Sam tragó duro y miró sus manos, estaban rojas de estarlas apretando tanto.
—Lo siento de verdad Sam. No quería decírtelo de esta forma, pero creo que es lo mejor.
—¿Lo mejor? — Sam negó lentamente. Apretó los labios y suspiró. Le había dado sus mejores años de vida al idiota frente a ella, incluso le había ayudado a pagar todos sus gastos para que él pudiera estudiar. Con su trabajo como profesora había logrado salir adelante y sacar adelante a Thomas.
Finalmente, tomó sus cosas y se levantó.
—Tienes razón, es lo mejor. Se merecen el uno al otro. Ambos son unos parásitos. Espero sean muy felices y que la vida les de lo mejor, especialmente por haberme hecho tanto daño. Feliz día. — Con eso se dio la vuelta y salió de aquel restaurante.
Las lágrimas comenzaron a derramarse por sus ojos mientras caminaba. La habían lastimado, su corazón estaba roto. Dos de las personas más importantes de su vida la habían traicionado.
Luego de la muerte de sus padres, creyó que podría recuperarse con ayuda de ellos y lo hizo. Pero esta traición no tenía precio. Eran de lo peor, aún así, no podía desearles lo peor, ya la vida se encargaría de ellos.
Luego de unas horas de estar viajando en el bus decidió bajarse en la zona viva de la ciudad. Necesitaba un trago.
Caminó por las calles iluminadas y se metió a un bar que se veía decente. Lo primero que hizo al sentarse en la barra fue pedir una copa de vino. El mesero fue muy amable con ella y se la dio de inmediato.
Quería seguir llorando y lamentarse por su situación, pero al mismo tiempo sabía que no lo valía. Sin embargo, su corazón estaba sufriendo, no podía creer que ella había sido traicionada de esa forma.
Ella, que nunca le había deseado el mal a nadie ni había hecho algún daño. Nunca se metió con nadie para merecer algo como eso. No era justo.
Lo peor, es que sabía que los extrañaría. Kelly había sido su mejor amiga de la infancia, ella estuvo a su lado cuando sus padres fallecieron al igual que Thomas. Kelly fue quien la animó a que siguiera estudiando, le dio posada en su casa cuando se sentía sola, sus padres la trataron como otra hija y de pronto, se había atrevido a meterse con su novio. Y lo peor, es que Thomas lo permitió, él era igual o peor que ella. Si en verdad la amaba nunca debió de hacerle este tipo de daño, no podía creerlo.
Mientras pensaba en diversas cosas, siguió pidiendo unas cuantas copas más. Sintió un ligero mareo y algo de dolor de cabeza. Al parecer el vino se le había subido un poco. Sacó su celular y notó que tenía chats de Thomas, Kelly, su otra amiga Victoria Y Peter, el hermano de Vic.
“Necesitamos hablar de forma correcta Sam. No debiste irte así.” Decía el mensaje de su ex.
“Eres inmadura” se leía el texto de Kelly. El de los demás eran preguntas sobre dónde diablos estaba.
La joven lo pensó. Thomas tenía razón en una cosa, necesitaba dejar claras algunas cosas más. Se levantó de su asiento y le pagó al mesero por sus copas de vino. Luego caminó hacia la calle y buscó un taxi.
Pronto dio la dirección del hospital donde Thomas trabajaba y en minutos estaba parada frente a aquel enorme edificio.
El lugar que había visitado tantas veces por ver a su novio. El lugar que la vio pasar vergüenzas por mostrar su amor al tonto de su ex.
Tomó aire y comenzó a caminar. Notó que caminaba algo chueco, sabía que estaba un poco ebria. Pero solo de esta forma podía enfrentarse con valor a Thomas, decirle que lo odiaba, decirle que ojalá sintiera el dolor que ella sentía, contarle a sus compañero lo mentiroso que era y miles de cosas más.
Se metió al ascensor y luego pulsó el botón del cuarto piso. Al cerrarse las puertas se apoyó con los brazos cruzados en la pared metálica. Sentía mucho dolor de cabeza, parecía migraña, pero lo más seguro es que era el alcohol.
Entonces escuchó un rechinar y luego el ascensor se movió con fuerza. Se agarró con fuera al tubo horizontal que estaba pegado a la pared del ascensor y miró hacía arriba. Las luces del ascensor titilaban y parecía que el ascensor no se movía.
—No puede ser. — Se quejó apretó el botó para abrir la puerta, para su desgracia nada sucedió. —¿Por qué me pasa esto a mí? — Gritó con furia y luego se agachó tomando su cabello. Las lágrimas comenzaron a salir de nuevo. Se sentía inútil, con mala suerte, inservible, rota.
Sin embargo, el sonido de su llano se vio acallado cuando un llanto más fuerte se hizo presente. Samantha alzó la cabeza levemente y se encontró con un pequeño de no más de cinco años, con bata de hospital, quien gritaba y lloraba.
Samantha no había notado que el pequeño estaba ahí encerrado. El niño la veía mientras lloraba, sus mejillas regordetas estaban sonrojadas y parecía que temblaba. Estaba asustado.
—Dios mío cariño, lo siento mucho. — Sam se acercó lentamente a él y luego sacó algo de papel de su bolso para pasarlo sobre los ojos del infante. —No te asustes, lo siento muchísimo, no debí de haber gritado. — Entonces el ascensor se movió de nuevo y el niño gritó más. La joven entendía que estaba aterrado.
Se levantó del suelo y marcó el botón de emergencias para avisar que se había quedado atorada junto a un niño, de inmediato le dijeron que enviarían algo de ayuda.
Sam regresó al pequeño y se agachó para llegar a su altura.
—Calmate pequeño, vamos a salir de aquí ¿sí? ¿Qué te parece si te doy un caramelo y te tranquilizas? — El niño comenzó a ralentizar su llanto y Sam le dio una paleta que cargaba en el bolso. El niño lo tomó y luego ella se sentó y le ofreció al pequeño sentarse junto a ella. El niño obedeció y se pegó mucho a la joven.
—Lamento haberte asustado. — No recibió ninguna respuesta. —Hombre de pocas palabras ¿he? — El niño parecía entretenido con su paleta. Ella lo miró con una pequeña sonrisa. Era muy tierno. Su cabello era un poco rizado, negro, sus ojos eran de un color avellana y sus mejillas eran regordetas, aun cuando el niño se veía de un peso promedio. Él niño la miró.
—¿Cómo te llamas?
—Lucas. — Respondió con inocencia. La joven asintió.
—Es un nombre lindo. Yo me llamó Samantha, puedes decirme Sam.
—Sam. — Movió su cabeza de arriba a abajo. Sam sin pensarlo acarició el cabello del pequeño, él la miró.
—Lo siento, no quise…
—Está bien. — El niño agarró la mano de Sam y la colocó sobre su cabeza. Eso era una gran sorpresa. Supuso que le cayó bien al niño. Miró hacia la puerta del ascensor y entonces sintió que sus parpados comenzaban a cerrarse.
Maldito alcohol, pensó antes de quedarse dormida.
Muchos criticarían a una mujer que se quedó dormida dentro de un elevador por estar ebria, pero Samantha tenía sus razones y, además, era la primera vez que podía conciliar el sueño de esa forma, sin preocupaciones, en paz. Lo más raro es que había sido en un momento donde podía morir si esa cosa caía de la nada.Sin embargo, aquel pequeño niño fue como un ángel para ella, su sonrisa, su tranquilidad, sus ojos, todo en él le permitieron relajarse y de la nada se quedó dormida, aparte de que el alcohol surtió efecto en ella.Aun así, fue capaz de sentir cuando comenzaron a abrir el ascensor. La joven se despertó y encontró al niño entre sus piernas profundamente dormido. Samantha parpadeó varias veces intentando comprender la situación cuando logró escuchar una voz.—¿Está bien señorita?—Ah, sí, estoy bien.—¿Está solo usted ahí?—No, hay un niño pequeño conmigo. — Samantha se removió y procedió a cargar al pequeñito entre sus brazos. Este se quejó un poco, pero no despertó. Samantha
Dos semanas habían pasado desde el incidente del ascensor. Samantha había continuado con su vida pensando en las cosas que debía arreglar en su vida. Primero que nada, tirar toda la ropa de su exnovio. Y no, no se la devolvería. La donaría a algún lado y le daba igual si el hombre venía a reclamarle. No tenía derecho.Luego de eso arregló los muebles de su casa y decidió buscar un apartamento más chico ya que no tendría la visita del tonto en su hogar. Además, ahora le traía malos recuerdos.Había encontrado un nuevo lugar, por ello, también se encontraba guardando todo en cajas para la mudanza dentro de unos cuantos días.De esta forma se sentía más libre y dispuesta a dejar todo atrás para no dañar más su corazón.Incluso, aprovecharía a vender ciertas cosas para conseguir un poco de dinero, que desperdició en Thomas.Por la tarde, dispuesta a darse una ducha, escuchó que tocaron a su puerta. La joven frunció el entrecejo confundida. Casi nadie la visitaba y menos a esas horas.Se a
Sentía un terrible dolor de espalda y de cabeza. Ni siquiera tenía ganas de abrir los ojos. Aún así lo intentó. La luz de la ventana se colaba por las cortinas mientras ella entreabría sus pesados párpados.Sintió la suavidad de las sábanas sobre su cuerpo. Un momento, ¿sobre su cuerpo?Ella odiaba dormir desnuda. Alzó la sábana blanca sobre ella y se dio cuenta que no tenía más que su ropa interior encima. Tragó nerviosa y luego sintió un movimiento a su lado. Sus ojos se abrieron como dos platos y su cara palideció al ver al hombre a su lado. Cabello negro desordenado, mandíbula fuerte con un lunar en la mejilla y otro en el cuello además de una seña roja en la parte de su nuca. Pestañas gruesas que caían sobre sus mejillas levemente rojas.—No puede ser. — Murmuró al ver a Daniel Harrison acostado de esa forma tan pacífica. —¿Qué diablos había sucedió?Doce horas antes…Samantha había terminado su jornada laboral y se sentía extremadamente cansada. Tenía que revisar unos trabajos y
Muchas cosas pasaron por la cabeza de Samantha, ella en ropa interior, Daniel sin camisa, ambos en un cuarto de hotel, el dolor en la espalda. ¿Qué más pudo haber pasado? Ella había dormido con él.—Qué, qué pasó anoche. — Daniel se puso la camisa y se sentó en la cama frente a ella.—Bueno, te embriagaste, no dejabas de correr por la discoteca, ir de un lado a otro y bueno, me besaste y…—Alto. — La joven mostró su palma frente a él mientras apretaba los ojos. Los recuerdos de ella corriendo como loca por la discoteca, de su persona bebiendo como barril sin fondo. Recordó a Daniel ir tras ella y llevarla al aparcamiento y luego… ella lo besó.Si, ella lo había besado. Apretó los labios dándose cuenta de que ella había comenzado todo esto.—Quiero hacerme responsable.—Por favor no lo haga. — La chica ni siquiera había dormido con Thomas y ahora se había acostado con un hombre que apenas conocía. Se había vuelto loca.—Fui la culpable de esto.—No debí dejar que bebiera tanto.—De tod
Samantha meneaba su pierna de arriba abajo con velocidad. Se sentía ansiosa. Luego de dejar al pequeño Lucas en su habitación, Daniel la invitó a tomar el desayuno.Se encontraba en un comedor. La casa era enorme. Incluso la entrada, tenía un jardín amplio con un camino de tablones de madera. La casa era de un nivel que se llevaba casi toda la manzana, de color gris con ventanales enormes. El comedor estaba frente a la cocina. Era una mesa cuadrada para seis asientos. Había notado que dos trabajadores estaban en casa, la mujer que cocinaba y un hombre que estaba en el jardín. Se sorprendió de ver algo tan sencillo siendo Daniel un hombre tan rico.La mujer, que se llamaba Lena, le dejó un plato de hot-cakes con un par de huevos fritos y tocino frente a ella. Su estómago rugió.—Adelante, coma. — La joven asintió y agarró su tenedor para tomar un bocado. Su estómago se sintió aliviado. La comida estaba deliciosa.—Entonces. — Sam tragó. — Hablemos sobre el contrato.—Bien, quiere cambi
Samantha sintió que le pesaban los pies y que la cara se le ponía blanca cual papel. No esperaba que sus amigos la visitaran y precisamente ese día.—Samantha Julia Jones Sparks, ahora mismo vas a decirme qué diablos significa que el idiota de Thomas te dejó por la zorra de Kelly y qué diablos te sucede como para no haberme dicho nada. — A la nombrada ni siquiera le dio tiempo de responder. La pelinegra la hizo a un lado y entro al apartamento mientras Peter la veía con una mueca. Sam reaccionó y fue corriendo tras su amiga notando que esta se había quedado paralizada frente a Daniel quien la veía con las cejas alzadas.—¿Tú quien eres? — El ojiazul miró a Sam y corrió hasta él.—Es un amigo, un amigo del trabajo. Ya se iba, ¿cierto? — El pelinegro comprendió la indirecta. Se dirigió a Lucas y lo cargó en sus brazos.—Sí, solo veníamos a saludar. Soy Daniel Harrison un placer. — Vic asintió admirada por la belleza del hombre.—Claro, un placer. — Se despidió de los tres aun cuando Luc
Daniel no soportaba en lo absoluto fundar relaciones interpersonales innecesarias. Cuando Samantha le pidió aquel favor, sintió que le tocaban los nervios. No quería hacer eso, era innecesario. El trato que hacía con Samantha era por el puro objetivo de que su hijo pueda superar los obstáculos que él mismo se puso desdela muerte de su madre.No era ignorante, había pensado implícitamente que la joven entendería que su matrimonio era de papel y eso no significaba que debían actuar como prometidos enamorados frente a gente ajena a él.—Tiene una reunión con el vicepresidente de Cosmetics Row en una hora. — Le informó Lidia. El pelinegro asintió mientras pensaba en Sam. Cuando rechazó su ofrecimiento, ella se veía realmente decepcionada.—Señor, perdone que se impertinente, pero ¿sucede algo?—¿Es tan importante para las chicas que su pareja conozca a sus amigos? — Lidia parpadeó varias veces intentando asimilar la pregunta.—Bueno… creo que es un paso importante. Ya que quiere que tambi
La boda estaba más cerca de lo esperado. Los arreglos habían dado comienzo y al final decidieron en realizar la ceremonia en un salón ubicado en el centro de la ciudad. Muy famoso por ese tipo de eventos. Al principio Samantha se mostró poco convencida, debido al precio, pero Daniel estaba seguro de lo que quería brindar.—No quiero que te sientas humillada porque tu esposo elija un lugar poco práctico y no digno de tu persona. Mereces esto y mucho más Samantha. — No sabía en qué momento la formalidad se había ido al caño. Aún así, el hombre era muy directo y seguro de lo que hacía. Así que al final aceptó realizar la boda en aquel lugar.Ahora debía buscar un vestido decente para esa boda y Daniel le recomendó una tienda. Le dijo que él no podría ir porque debía atender algunos negocios. Así que invitó a Vic y a Lucas para que la acompañarán. Los tres iban sentados en la parte trasera de uno de los coches de Daniel mientras ambas charlaban un poco y Lucas jugaba con las manos de Sam.