Capítulo 3

Dos semanas habían pasado desde el incidente del ascensor. Samantha había continuado con su vida pensando en las cosas que debía arreglar en su vida. Primero que nada, tirar toda la ropa de su exnovio. Y no, no se la devolvería. La donaría a algún lado y le daba igual si el hombre venía a reclamarle. No tenía derecho.

Luego de eso arregló los muebles de su casa y decidió buscar un apartamento más chico ya que no tendría la visita del tonto en su hogar. Además, ahora le traía malos recuerdos.

Había encontrado un nuevo lugar, por ello, también se encontraba guardando todo en cajas para la mudanza dentro de unos cuantos días.

De esta forma se sentía más libre y dispuesta a dejar todo atrás para no dañar más su corazón.

Incluso, aprovecharía a vender ciertas cosas para conseguir un poco de dinero, que desperdició en Thomas.

Por la tarde, dispuesta a darse una ducha, escuchó que tocaron a su puerta. La joven frunció el entrecejo confundida. Casi nadie la visitaba y menos a esas horas.

Se acercó a la puerta y dio una mirada por el ojal encontrando a un hombre vestido de traje que veía hacia la calle.

Samantha abrió la puerta y entonces el hombre se giró a verla. La joven parpadeó varias veces intentando no verse deslumbrada por la belleza del muchacho que ella reconocía bien.

—Señorita Jones. — La nombrada entreabrió ligeramente la boca y dio un paso atrás. Aun se sentía avergonzada por haberlo insultado y luego haber huido del hospital sin siquiera haberse despedido de Lucas. A pesar de eso, fingió tener demencia.

—¿Lo conozco? — El hombre sonrió levemente y luego asintió.

—Claro, mil disculpas. Soy Daniel Harrison, el padre de Lucas. — Continuó con su demencia.

—¿Lucas?

—Sí, el niño que ayudó en el hospital. — Debía acabar con esa tontería.

—Ah sí. — Se cruzó de brazos. — Usted debe de ser su padre.

—Así es señorita. ¿Es posible que pueda hablar con usted? — Hizo un pequeño ademán como queriendo entrar a su apartamento. La joven no lo quería ahí, pero tal vez se lo debía luego del insulto. Se hizo a un lado y lo dejó pasar.

—Lamento el desorden, estoy en medio de una mudanza.

—Entiendo. — Asintió. Samantha lo dirigió a su pequeña sala. Quitó las ropas que tenía ahí encima y dejó que el hombre se sentara. Pasó a dejar esa ropa sobre unas cajas y luego tomo asiento en el sofá frente a él.

—¿En qué puedo ayudarlo?

—Primero que nada, quiero agradecerle mucho por lo que hizo en el hospital. Mi hijo es un chico travieso y suele escaparse a dónde sea. Es un alivio que en ese evento usted estuviera ahí.

—¿Por qué lo dejó solo para empezar? — El comentario salió de la nada y para cuando se dio cuenta, ya había abierto la boca. Daniel alzó sus cejas claramente sorprendido.

—Sí bueno, supongo que en parte tiene razón. — La joven continuó con su modo serio.

—Bien, si eso es todo, no fue nada. Ahora si me disculpa…

—Espere, no es solo eso. Quiero ofrecerle un trato.

—¿Un trato? — Lo miró con atención.

—Escuché que mi hijo le dijo mamá. — Se sonrojó al escuchar eso. Lo había hecho, pero no era algo por lo que celebrar.

—Sobre eso… no lo obligué a decirle eso.

—Lo sé. — Sonrió. — Lucas no es el tipo de niño que le haga caso a los adultos. De hecho, conmigo es un tanto rebelde.

—Sí, eso suele pasar con los niños.

—Lo entiende ¿no? Es maestra de primaria y secundaria.

—¿Cómo sabe eso?

—Tuve que investigarla para saber a quién iba a proponerle este trato. — La joven lo miró con desconfianza.

—Quiero que viva en mi casa y pueda cuidar de Lucas, como su madre. — Samantha intentó descifrar un mensaje escondido en aquellas palabras, pero el hombre no dijo nada más.

—¿Está escuchando lo que me está proponiendo? ¿Siquiera tiene eso sentido?

—Sé que suena a una locura, pero la cuestión es que hablo en serio señorita. Pero le traigo un contrato que puede beneficiarle. Lo leería al menos.

—Pero por qué yo. ¿Cuál es la razón?

—Por Lucas. Mire, Lucas ha tenido una infancia dura desde la muerte de su madre. Ha tenido dificultades para dormir y lo he llevado a terapias, ya que incluso es un niño que no habla mucho. Sin embargo, desde que usted apareció, lo vi dormir tan plácidamente y hablaba mucho sobre usted. — Samantha no pudo evitar sentirse conmovida por ello, pero no era una razón justificable.

—Lo siento, pero no puedo aceptarlo. Entiendo sus razones, pero seguro que incluso para usted sería incómodo que yo, una extraña, se quede en su casa, cuidando de su pequeño.

—Por Lucas haría lo que sea señorita Jones. Por eso le propongo esto. Y según su expediente, es una mujer confiable y orientada en educación.

—Pero no soy especialista. ¿Entiende?

—Lo sé, pero de alguna forma hizo que mi hijo se sintiera mejor. ¿No lo entiende? — Samantha suspiró.

—Entiendo, pero no puedo aceptarlo. Lo siento mucho. — La joven se levantó y con toda la valentía del mundo tomó del brazo a Daniel para sacarlo de su casa. El hombre seguía insistiendo en que leyera el contrato y otras cosas, pero ella lo ignoró y finalmente lo sacó. Cerró con llave la puerta y luego fue a sentarse al sofá.

Pasaron algunos minutos cuando su celular comenzó a sonar. Se trataba de Peter.

—¿Sí?

—¿Dónde estás?

—En mi casa, ¿sucede algo? — Soltó un suspiro.

—Vic me dijo que no te dijera nada, pero…— Se quedó en silencio.

—¿Qué sucede? — Preguntó levantándose del sofá. —Peter.

—Vic está en el hospital. Se desmayó en el trabajo.

—¿En dónde estás?

—En el universitario, no es necesario que vengas, pero…

—Olvídalo. Voy para allá. — Colgó y fue corriendo a buscar una chaqueta, su monedero y llaves y salió corriendo para buscar un taxi.

—¡Señorita Jones! — Daniel Harrison aún estaba ahí y Samantha en verdad se veía sorprendida.

—Escuche, ahora no puedo hablar, necesito ir al hospital.

—Yo la llevo. — Mostró el auto negro que estaba parqueado frente a su departamento. Ella lo dudo, pero necesitaba llegar a la de ya.

—Bien. — El joven le abrió la puerta del copiloto y ella entró. En minutos, el pelinegro estaba de camino al hospital. La joven se veía ansiosa y Daniel lo notó, sin embargo, no dijo nada. No quería agobiarla. Ya había hecho eso con la platica previa en su departamento.

Pasaron por varias calles y algunos semáforos en rojo hasta que por fin llego a la entrada de emergencias del hospital. La joven le agradeció el viaje y salió disparada directo a la entrada.

Lo primero que Samantha hizo fue preguntar por Victoria Hopkins. Le informaron que se encontraba en la habitación 203 y ella fue en su búsqueda.

Al llegar al segundo nivel encontró en el pasillo a Peter quien parecía muy preocupado.

—¡Peter! — El rubio se giró a ver a la muchacha y se acercó a ella. Ambos se dieron un fuerte abrazo y en cuanto se alejaron la joven comenzó con las preguntas.

—¿Cómo está? ¿Qué sucedió?

—Estrés, deshidratación, y mala alimentación.

—No puede ser. — Sam pasó su mano sobre su cabello marrón intentando comprender cómo es que su amiga se dejaba descuidar de esa forma. Entendía que era una doctora, pero terminar de esa forma por tanto trabajo.

—¿Tú la encontraste?

—Uno de sus compañeros la encontró en la sala de descanso. Tengo entendido que estuvo haciendo un turno de 36 horas.

—Eso es inhumano.

—Lo hizo consciente y nadie la obligó. — Sam cerró los ojos un momento y luego asintió.

—¿Puedo entrar a verla?

—Sí, pasa adelante. — Sam asintió y abrió la puerta. Su amiga se encontraba recostada con suero conectado a su brazo. Se veía un poco demacrada, pero seguro era por las jornadas médicas que ella realizaba. Victoria adoraba su carrera, aún así, debía darse un descanso.

—Por Dios Vic, te ves mal.

—Vaya que eres sincera. — Su ronca voz le sacó una sonrisa.

—Así que estás despierta.

—Parece que ya lo sabías. — Abrió los ojos y Sam pasó a tomar asiento al lado de su cama. Tomó su mano y le dio una enorme sonrisa.

—¿Qué te pasó? ¿Por qué llegaste hasta esto?

—Creo que me he vuelto loca. — Suspiró. —Creí que con este exceso de trabajo podría olvidar la muerte de papá, pero parece que solo me estoy haciendo daño a mí misma. —Victoria y Peter habían cuidado a su padre desde que se enteraron de que tenía leucemia. Fue un golpe muy fuerte para todos. Sam había conocido a aquel hombre vivaracho y capaz que la cuidó al igual que los padres de Kelly. Ella sufrió por su muerte y entendía el dolor que sus amigos habían experimentado.

—Te entiendo Vic. Tu padre no querría esto para ti y sé que quieres dejar de sufrir ese dolor, pero tienes que afrontar la realidad.

—Lo sé. — Asintió mientras unas lágrimas caían de sus ojos. —Pero es difícil. — Sam asintió y la abrazó para calmarla. Luego de unos minutos se calmó y la peli marrón le dio un vaso con agua.

—¿Cómo estás? Es raro no ver a Tom contigo. — Samantha tragó duro. Había olvidado contarles la noticia sobre ese idiota. Es más, lo hizo porque no quería preocuparlos y ahora que ella estaba enferma, tampoco quería hacerlo.

—Está ocupado, ya sabes como son las jornadas médicas.

—Entiendo. — Apretó un poco los ojos.

—Será mejor que descanses.

—Sí linda, ve con Peter, al menos que te invite a cenar. — Me reí y procedí a levantarme para salir de la habitación. Peter se encontraba hablando por teléfono así que decidí no interrumpirlo. Simplemente me senté en la banca de espera frente a él.

Cuando cortó la miró con seriedad.

—¿Sucede algo?

—Acaba de llamarme Thomas diciendo que no puede venir aquí porque tiene una cita importante con su novia. Y sí es así, por qué estás aquí. — Las lágrimas comenzaron a arremolinarse en sus ojos y un nudo se formó en su garganta. —¿Qué estás ocultando Sam?

—Yo…— Respiró hondo. —Thomas se casará con Kelly. — El muchacho se quedó petrificado un momento y luego negó lentamente.

—¿Me estás diciendo que Thomas estuvo saliendo con Kelly?

—Yo no lo sabía, ah yo me enteré hace unos días. Ambos me lo dijeron.

—¿Se atrevieron a hacer algo como eso? Par de mal nacidos. Voy a matarlo a ambos. — Comenzó a caminar hacia el ascensor, pero la joven lo detuvo.

—No hagas nada, no vale la pena.

—Pero Kelly era tu amiga y él tu novio. Es una completa tontería. ¿Qué diablos les pasó por su cabeza? — Sam suspiró.

—Estoy bien.

—Eso es mentira.

—Hablo en serio. — El joven negó apretando los puños. Él se encontraba muy molesto, era claro. Pero Samantha no quería que se entrometiera en algo que podía resultar mal.

—Dios Sam, lo siento. — La atrajo hacia su pecho y la abrazó con fuerza. Sam no opuso resistencia.

—Por favor, aun no le digas a Vic.

—No lo haré, lo harás tu. — Sam hizo una mueca.

—Bien.

—Será mejor que vayas a descansar. Mañana tienes que trabajar.

—Sí.

—Te llevo.

—Olvídalo. Cuida de tu hermana y duerme también.

—Pero…

—Solo hazlo. — Le dio un beso en la mejilla y se fue de ahí camino a buscar un taxi. 

Una vez estuvo en la calle, se sorprendió al ver el carro de Daniel Harrison ahí. Frunció el entrecejo, un poco confundida por verlo aún ahí.

—¡Señorita Jones! — La voz de aquel atractivo hombre hizo que se quedara en su lugar. Él venía con dos cafés en mano y sintió que su corazón latió un poco más de lo normal.

—¿Señor Harrison? Creí que se había ido.

—Ese era el plan, pero usted se veía un poco preocupada, iba a ir a buscarla y llevarle esto, pero había mucha cola en la cafetería. — Sonrió y Sam lo imitó. Tomó el café muy agradecida y pensó en que le debía una.

—¿Quiere que la lleve a casa?

—Creo que ha hecho mucho por hoy. Muchas gracias.

—Bien, entonces al menos déjeme llevarla a la estación de bus más cercana.

—Pediré un taxi.

—Entonces, esperaré a que venga por usted. — Sam asintió y caminaron hacia unas bancas que había ahí afuera. La chica pidió el transporte y espero los minutos que tardaría en llegar.

—No sé cómo agradecerle todo esto señor Harrison, ni siquiera me conoce y…

—No se preocupe. — Sonrió amablemente. —Es lo menos que puedo hacer por lo que uste hizo por mi hijo. — La joven suspiró. Se quedaron en silencio mientras bebían el brebaje caliente. Entonces notó que su transporte estaba a unas cuantas calles. Entonces lo miró. Pensaba en que esta era una forma de agradecerle, además, debía ser honesta, tenía curiosidad por el trato que este hombre quería ofrecerle.

—¿Puedo verlo este viernes por la tarde? Quiero hablar mejor sobre el trato que quiere ofrecerme. — Él la miró claramente sorprendido, luego se recompuso de forma elegante y asintió.

—Claro, yo tengo su contacto

—Bien, fue un placer señor Harrison. — Y con eso se despidió para entrar a su taxi.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo