Gracias por leer esta historia, las más compleja que he escrito, debido a que en el transcurso de esta, perdí a mi papá, a pesar del desánimo por el que atravesé concluirla me llena de satisfacción; los días que la pausé me hacían pensar en desistir, al final se convirtió en mi terapia. Imaginar a los mellizos me levantaba de la tristeza que experimenté. Ahora que estamos a un capítulo de poner Fin. Solo puedo decir..., gracias, gracias.
Tiempo después. Con las manos entrelazadas, debajo de una hermosa pérgola arreglada con delicadas rosas blancas y tulipanes rosados, se encontraban Briana y Carlos Alejandro esperando escuchar la anhelada frase que uniría sus vidas para siempre. Sus torsos subían y bajaban agitados por la marea de emociones que los embriagaba. Delgados mechones de la cabellera de Briana, revolorearon por su rostro debido a la brisa que golpeó su cara. Esbozó una dulce sonrisa al sentir las manos de Carlos Alejandro, retirarlos, de inmediato sus radiantes ojos azules, se posaron en él, reflejándose en los de él. —Los declaró esposos —pronunció el pastor—. No olviden que de ahora en adelante dejaron de ser dos, para ser uno, seguir un mismo camino, que los lleve a crecer como pareja, a disfrutar, y que el gozo los envuelva, los fortalezca y los haga crecer en el amor—. Carlos Alejandro, puedes besar a tu esposa. —Ya era hora —pronunció él con alegría. Acunó con ambas manos sus mejillas y acercó su
Tres años después. — ¿Ya llegaron? —preguntó Daniela con emoción, mientras veía a su mamá asomarse a través de la ventana. —Creo que sí —Danilo expresó estirándose para intentar ver por el cristal que veía su mamá. — ¡Sí, llegaron! —Briana respondió con emoción. —Tomó a Alexander de tres años en sus brazos y se acercó a los mellizos, quienes llevaban un par de bolsas de regalos. Carlos Alejandro abrió la puerta y esperó a que ingresara un pequeño de la misma edad que su hijo Alexander, acompañado de Cristian y Tania, el niño sonrió al ver la decoración que había, era una fiesta de bienvenida. —Les presento a Cristopher, mi hijo —Cristian anunció con nerviosismo. —Bienvenido —los mellizos de casi trece años se acercaron despacio, sabían que el niño era algo tímido, al menos era lo que Cristian contaba cada vez que lo iba a visitar, desde que se había comprobado que era el padre biológico del chiquillo. —Es muy lindo —comentó Daniela. —Así tenía que serlo, lleva mi sangre. —Cris
— ¡Salte de la cocina, que la voy a ocupar! —ordenó Sarai, dando un ligero golpe en el hombro de su supuesta ‘hermana’ al pasar. Briana elevó su rostro para mirarla, presionó los dientes para no contestar a su provocación, sabía que podía hacerlo de otra manera. Era una chica lista. —Parece que tuviste un mal día, ¿acaso te fue mal en los exámenes finales? —se puso de pie, tomó el libro que estaba leyendo y su taza de café. Sarai presionó con fuerza su puño, estaba que trinaba de la furia, pues sabía que no pasaría todos los exámenes. No tenía idea qué es lo que iba a hacer, pues su padre le había prometido un viaje por Europa, para celebrar el fin de semestre. Su pecho ardía al verla tan cómoda, disfrutando de las vacaciones anticipadas; pues había logrado exentar todas las materias con las notas más altas del grupo. Se le hacía injusto, que a la ‘arrimada de la familia’, le fuera mejor que a ella. La detestaba, desde que su padre la había llevado a la casa, nunca la pudo ver co
Ingresó satisfecho a su oficina, después de haber logrado finalizar un importante contrato, que lo llevaría a expandir su importante industria. No podía evitar sonreír ante la emoción, ni dejar de sentirse orgulloso del dominio que tuvo con aquellos empresarios, de los diferentes países con los que habló. Sin lugar a dudas podía con todo todo oh…, bueno casi con todo, solo tenía dos pequeñas preocupaciones, a quienes intentaba domar: Los mellizos: Danilo y Daniela La rebosante sonrisa que llevaba se desdibujó al instante que recordó que tenía que regresar con urgencia a su residencia para entrevistar a la candidata que enviaría la agencia de empleo, para el puesto de niñera. Miró su costoso reloj y como si un resorte lo empujara, se puso de pie, y salió, ingresando sobre el imponente y acristalado puente que conectaba con el estacionamiento. Aquella reunión lo había demorado más de la cuenta, tenía que llegar antes de que fuera tarde. ¡Rayos! Con rapidez se subió en el asiento de at
Resopló al llegar a la hermosa casa con arquitectura moderna y toques contemporáneos, estaba por tocar a la puerta, cuando una mujer salió, Briana abrió los ojos de par en par al ver a la mujer mojada, con el cabello y la ropa cubierta de tierra, estaba por cerrar, pero la joven se lo impidió con su mano. —Vengo por el anunció. —Mostró el periodico que llevaba en su mano. La mujer rodó los ojos. —Suerte con esos… rufianes. —Presionó con fuerza sus dientes y se retiró. Ingresó por los escalones de concreto del jardín acomodados de forma asimétrica, además que estaban rodeados de varias plantas de ornamento como la lavanda y algunos arbustos, todo hasta llegar a la puerta principal; estaba algo confusa por aquella mujer que se encontró. Se detuvo al ser interceptada por el personal de seguridad, para que registraran su ingreso y le avisaran al señor Carlos Alejandro y la entrevistara. Desde el momento en que entró a la casa, apreció que el punto focal estaba en el inmenso jardín, e
Desde una de las habitaciones de la residencia Arango, Danilo y Daniela, los hijos de Carlos Alejandro se encontraban castigados, sin poder salir, sin sus tabletas y sin televisor, por lo que el pequeño realizaba un dibujo en su escritorio y ella estaba sentada en el suelo abrazando sus piernas. — ¿Y ahora qué haremos? —indagó Dany—, si no salimos de aquí, mi papá va a contratar a alguna mujer como nana. —Presionó en una fina línea sus labios, su mirada se tornó acuosa. Danilo volteó a mirarla, su corazón se estrujó al poder sentir su tristeza, por lo que soltó el lapiz de color que tenía entre sus dedos, y se puso de pie para acercarse a ella. —No te preocupes por eso, haremos todo para que se vaya pronto, siempre ha sido así. —La abrazó con fuerza y se sentó junto a ella. —Me preocupa no poder cumplir la promesa que le hicimos a mamá —confesó la niña con voz inestable—, ella no soportaría que otra mujer entrara a la casa y se robara el corazón de papá. —Acomodó su cabeza sobre el
Briana presionó su labio inferior, nunca se imaginó que no la quisieran, puesto que el pequeño se colocó a lado de su hermana y también se cruzó de brazos, era evidente que las cosas se complicarían, algo que no se imaginó, ahora la pregunta que la atormentaba era, ¿qué haría el señor Arango?, ¿le pediría que se marchara?, ¿sería de los padres que hacían lo que sus hijos querían? Carlos Alejandro arrugó el ceño y miró a los mellizos. —El nombre de su institutriz es Briana, no es negociable. Ambos sabían que estábamos en el proceso de contratación, por lo que no les estoy pidiendo su opinión, ¿quedó claro? —cuestiono con cierta suavidad, pero con una mezcla de firmeza, que sorprendió a la chica—. Les voy a pedir su colaboración, trabajando como un equipo, saben que llegaremos a buenos resultados, lo hago por su bien. —Se colocó en cuclillas y los abrazó. Mientras la chica observaba aquella escena que estaba a punto de conmoverla, los niños le sacaron la lengua y le hicieron gestos.
Recorrieron cada rincón de la casa, desde la cocina, sala, comedor, cuarto de juegos, baños, terrazas, salón de usos múltiples, jardínes, hasta volver a la planta alta, en donde le señaló al fondo del corredor, cual era la habitación de él por si algo se le ofrecía, para luego mostrarle las de las visitas. —Finalmente ésta es dónde dormirás. —Abrió la puerta y ambos ingresaron—, espero que sea de su agrado. Briana sonrió con emoción al saber que tenía un techo en donde estaría a salvo, no tendría que andar vagando, como se soñó la noche anterior, vestida con harapos, toda sucia buscando qué comer en los contenedores de basura. —Muchas gracias —respondió con ciertos matices en su voz, que la hicieron demostrar lo agradecida que estaba, quizás más de lo que esperaba Carlos Alejandro. —Es lo justo —respondió él notando ese extraño énfasis en sus palabras, que no comprendió del todo—, ahora la dejo para que se instale, en un momento hago que le suban su equipaje. Disfrute de la tarde,