Desde una de las habitaciones de la residencia Arango, Danilo y Daniela, los hijos de Carlos Alejandro se encontraban castigados, sin poder salir, sin sus tabletas y sin televisor, por lo que el pequeño realizaba un dibujo en su escritorio y ella estaba sentada en el suelo abrazando sus piernas.
— ¿Y ahora qué haremos? —indagó Dany—, si no salimos de aquí, mi papá va a contratar a alguna mujer como nana. —Presionó en una fina línea sus labios, su mirada se tornó acuosa.
Danilo volteó a mirarla, su corazón se estrujó al poder sentir su tristeza, por lo que soltó el lapiz de color que tenía entre sus dedos, y se puso de pie para acercarse a ella.
—No te preocupes por eso, haremos todo para que se vaya pronto, siempre ha sido así. —La abrazó con fuerza y se sentó junto a ella.
—Me preocupa no poder cumplir la promesa que le hicimos a mamá —confesó la niña con voz inestable—, ella no soportaría que otra mujer entrara a la casa y se robara el corazón de papá. —Acomodó su cabeza sobre el pecho de su hermano, buscando consuelo.
Dano acarició sus castaños rizos.
—Eso no sucederá, tranquila, donde quiera que esté, se sentirá muy orgulloso de nosotros al saber que cuidamos que nadie ocupe su lugar. Confía en mí, ahora que estamos por cumplir los ocho, seremos más grandes y más inteligentes, se nos ocurrirán más cosas, ¡ya verás! —intentó animarla.
Daniela inhaló profundo y se limpió algunas lágrimas de sus mejillas.
—Es una fortuna tenerte como mi hermano. —Sonrió más reconfortada—, esta batalla la ganó papá, al castigarnos, pero no la guerra.
—Así es, hermana. Nuestra misión es cuidar de él, solo que no puede saber que mamá nos lo pidió. Vamos a jugar, anda.
— ¿Podemos jugar a que tú eres una importante estrella, y yo tu maquillista? —propuso la niña corriendo con emoción por un maletín de cosméticos que era de su mamá y sacó algunas brochas de maquillaje.
El niño separó los labios en una gran O, al verla y de inmediato negó con la cabeza.
— ¡No!, no te me acerques. —Se cruzó de brazos, no quiero que me vayas a poner esas cosas que se ponen las niñas.
—A mi papá ya lo he maquillado y me ha quedado muy bonito. Hace rato que se durmió, le puse un poquito de color en los labios. —Mostró el labial rojo carmín, que le aplicó.
Colocó la mano sobre su frente.
—No creo que le agrade mucho, pero bueno ya lo hiciste. —Se encogió de hombros y volvió a su lugar para continuar dibujando, mientras su hermana tomaba un par de muñecas y las comenzó a maquillar.
***
Luego de finalizar con la entrevista, Carlos Alejandro se puso de pie, se retiró el jersey gris oxford que llevaba puesto y caminó en compañía de Briana hacia la escaleras.
—Ven conmigo, vamos a que les presente a mis hijos. —Cedió el paso para que ella subiera primero por las gradas en tono oscuro brilloso. Se sentía tenso pues prácticamente se habían dedicado a correr a las últimas niñeras que habían asistido por su propio pie ya que, por desgracia le habían cancelado el derecho a solicitar personal en aquella agencia, los habían vetado de aquel lugar, por eso había solicitado aquel anuncio del periodico.
Al llegar al segundo piso, Briana enfocó su mirada en la sala que se encontraba en el eje de unión de la planta alta, el lugar también era muy lindo y acogedor al tener algunos lienzos sobre uno de los altos muros en tono azul neblina, indudablemente hacían del lugar un sitio especial.
—Es muy bonito —expresó antes de seguir por un amplio corredor que conducía hacia las habitaciones.
Carlos Alejandro inhaló profundo antes de abrir la puerta. Su mirada se iluminó al verlos jugar armando un par de minions, escucharlos interactuar lo hizo dibujar una gran sonrisa.
—Me agrada mucho verlos jugar —manifestó con emoción.
Ambos mellizos voltearon a verlo, estaban tan concentrados en la actividad que no lo escucharon entrar.
Danilo abrió los ojos de par en par al ver el color de labios de su papá, con una de sus manos se tapó la boca para evitar decir algo que delatara a Dany.
—Es… tamos muy divertidos —expresó con voz inestable y miró a Daniela, arrugó el ceño al sentir un codazo que le propinó, pues ella sonreía ampliamente.
— ¿Vienes a jugar con nosotros? —corrió hacia la cama para tomar un par de muñecas.
—Tengo trabajo, cariño. —Deslizó las yemas de sus dedos sobre la aterciopelada piel de la mejilla de su hija. Su rostro se llenaba de ternura cuando estaba con ellos, eran lo más importante en su vida.
— ¿Cuándo vamos a pasar tiempo juntos? —reclamó—, siempre tienes trabajo. —Juntó sus labios, mostrando enojo.
—Les prometo que el fin de semana me dedicaré a ustedes. —Besó su frente y estiró su brazo al acercarse Dano.
—Ahora deseo presentarles a alguien —indicó—. Ya puedes pasar.
Estaba escuchando sin que los niños la vieran, desde el corredor. Se acomodó el cinturón de su vestido en tono palo de rosa y dibujó una casual sonrisa, distinguiendo la mirada de ambos niños sobre ella.
—Buenas tardes. —Saludó con amabilidad, deteniéndose frente a ellos.
Dano la miró de arriba hacia abajo, de inmediato supuso que era una de las que había ido por el puesto de niñera, solo que era la primera de ella que usaba tenis, todas las demás llevaban zapatos altos, eso las hacía casi inalcanzables para ellos. Ladeó los labios al recordar que cuando bajó por agua, escuchó que había llegado la última entrevista, por lo que agregó un par de cucharadas de sal a la taza, en una distracción de Eleonor.
—Les presento a su nueva niñera —anunció Carlos Alejandro—. A partir de hoy dormirá en la casa.
Daniela sintió un fuerte pinchazo al escucharlo, no era posible lo que escuchaba, ya la había contratado, y no habían podido hacer nada. La miró con detenimiento, percibió un mayor dolor al ver que era mucho más bonita de lo que se imaginó, su sonrisa era perfecta y sus ojos, eran azules como el cielo.
— ¡No! —exclamó de inmediato—, no queremos una niñera, no la necesitamos —manifestó colocándose frente a ella. — ¡Vete, aquí no hay lugar para nadie más en esta familia! —se cruzó de brazos, en señal de molestia.
Briana presionó su labio inferior, nunca se imaginó que no la quisieran, puesto que el pequeño se colocó a lado de su hermana y también se cruzó de brazos, era evidente que las cosas se complicarían, algo que no se imaginó, ahora la pregunta que la atormentaba era, ¿qué haría el señor Arango?, ¿le pediría que se marchara?, ¿sería de los padres que hacían lo que sus hijos querían? Carlos Alejandro arrugó el ceño y miró a los mellizos. —El nombre de su institutriz es Briana, no es negociable. Ambos sabían que estábamos en el proceso de contratación, por lo que no les estoy pidiendo su opinión, ¿quedó claro? —cuestiono con cierta suavidad, pero con una mezcla de firmeza, que sorprendió a la chica—. Les voy a pedir su colaboración, trabajando como un equipo, saben que llegaremos a buenos resultados, lo hago por su bien. —Se colocó en cuclillas y los abrazó. Mientras la chica observaba aquella escena que estaba a punto de conmoverla, los niños le sacaron la lengua y le hicieron gestos.
Recorrieron cada rincón de la casa, desde la cocina, sala, comedor, cuarto de juegos, baños, terrazas, salón de usos múltiples, jardínes, hasta volver a la planta alta, en donde le señaló al fondo del corredor, cual era la habitación de él por si algo se le ofrecía, para luego mostrarle las de las visitas. —Finalmente ésta es dónde dormirás. —Abrió la puerta y ambos ingresaron—, espero que sea de su agrado. Briana sonrió con emoción al saber que tenía un techo en donde estaría a salvo, no tendría que andar vagando, como se soñó la noche anterior, vestida con harapos, toda sucia buscando qué comer en los contenedores de basura. —Muchas gracias —respondió con ciertos matices en su voz, que la hicieron demostrar lo agradecida que estaba, quizás más de lo que esperaba Carlos Alejandro. —Es lo justo —respondió él notando ese extraño énfasis en sus palabras, que no comprendió del todo—, ahora la dejo para que se instale, en un momento hago que le suban su equipaje. Disfrute de la tarde,
Con torpeza se intentó detener de la encimera y se volvió a resbalar, estaba nerviosa, mucho más de lo que se pudo imaginar. Vaya que se estaba viendo torpe, más de lo que era, entonces aquel fuerte apretón en su cintura, la hizo ponerse nerviosa, aunque intentaba calmarse, con cada respiración, su aroma permeaba más y más. Se enderezó, sintiendo que su rostro estaba rojo como un tomate, al saber que estaba detrás de ella, y que lo vería a los ojos. —Me ha metido un gran susto. —Se llevó las manos al pecho, su respiración se agitó al apreciar el escultural monumento que tenía frente a él. Era inevitable no mirarlo, hasta que… «Es gay», recordó. Presionó sus labios con fuerza y retrocedió, buscando recobrar la calma. —Lo lamento, no era mi intención. —Carlos Alejandro se aclaró la garganta—, huele muy bien, eso me hizo venir —explicó buscando qué era lo que olía tan bien. Briana le sonrió, aunque no era muy buena en la cocina, preparaba unas mantecadas con chispas de chocolate, rece
Silencio. —Les acabo de hacer una pregunta, ¡quiero respuestas! —Estiró su mano ayudando a ponerse de pie a la niñera. — ¿Se encuentra bien? —indagó presintiendo lo que seguía, que le soltara una letanía sobre la educación de sus hijos, tomara sus cosas y saliera huyendo de ahí—. No me dejan más remedio que considerar enviarlos a un internado —expresó viéndolos con dureza, estaba molesto y no era para menos, ya no tenía más opciones de encontrar quien los cuidara. En qué aprietos lo metían. —Necesito ir al tocador —Briana manifestó sin poder dejar de toser. Danilo abrazó a su hermana, habían sido sorprendidos con las manos en la masa, estaban perdidos, nunca habían visto tan molesto a su padre. — ¡No! —Daniela exclamó asustada—, no nos lleves internados. —Su mirada se cristalizó. ¡Por favor! —suplicó. —Yo no puedo estar al pendiente de ustedes, no comprenden eso, necesitan de alguien que esté a su lado, y si la señorita Briana se va de la casa, no creo que nadie más se atreva a ve
No pudo evitar hacer ruido al colocar el canasto con las galletas, presionó los dientes con fuerza, pues desde el reflejo de la ventana se dio cuenta que uno de ellos se movió.Carlos Alejandro abrió los ojos de golpe, al sentir que su mano estaba sobre la de su amigo, arrugó el ceño, de inmediato la retiró y se puso de pie, pasó los dedos por sus ojos, no podía creer que se había quedado dormido, no otra vez. Tomó su móvil y con la cámara frontal, se aseguró de no tener los labios pintados.— ¿Todo bien? —Briana preguntó con extrañeza.—Sí, todo en orden —respondió él con tranquilidad.—Les dejé unas galletas, enseguida traigo algo para beber.—Dile a Eleonor que nos lleve café a mi oficina, uno muy cargado —solicitó—, tenemos trabajo pendiente, debemos darnos prisa, porque Cris viaja a España mañana por la tarde.—Enseguida señor. —Sonrió y observó que Cristian también se ponía de pie, después de frotar sus ojos, fijó su mirada en ella.—Cristian de la Vega, un placer —pronunció a
No pudo dejarla en el sillón, menos sabiendo que el personal a tempranas horas estaría ahí, para realizar sus labores, por lo que se inclinó para tomarla entre sus brazos, arrugó el ceño al percibir la forma en la que se aferraba a su cuello y acomodaba su rostro en su firme pectoral. Mientras ascendía por las gradas; se detuvo un instante, inclinó su rostro y apreció sus delicadas facciones, gracias a la tenue luz que se filtraba por el tragaluz. Se veía tan dulce.¡Dios!¿Que cosas estaba pensando?, se reprochó, pues seguía luchando por controlar su firme erección, era una tortura tenerla tan cerca, y no poder sentirla suya. Sacudió su rostro, «¿sentirla suya?», se repitió en su mente, pero ¿En qué momento aquella chica había dado pie a algo más?, ¿qué demonios le estaba pasando? Se dio cuenta que todo había sido ocasionado desde que, Cristian había estado en casa y de eso ya había pasado más de mes y medio.Justo ahí despertó cierto interés que desconocía sobre ella, la sola idea d
Eran tres meses los que Briana llevaba trabajando como la niñera oficial de los mellizos Arango, aunque no todo era miel sobre hojuelas, había logrado frenar las bromas de los pequeños. Se podría decir que vivían en armonía.Estaba en el jardín, cuando ellos salieron después de quitarse el uniforme, la mirada de Daniela se iluminó al observar un hermoso mantel tendido sobre el césped.— ¡Un picnic! —exclamó con emoción.—Les dije que sí cumplían con todos sus deberes, les tendría una sorpresa. —Destapó una de las tapas de la canasta de alimentos.—Se ve delicioso —Dano manifestó con amplia sonrisa.—Pues vengan a sentarse para comer —solicitó señalando los cojines que tenía preparados.—Nunca habíamos hecho un picnic —confesó Dany.—Les tengo otra sorpresa, un pajarito me dijo que tuvieron mejores notas, me siento muy orgullosa de ustedes. —Gracias —respondieron ambos con amplia sonrisa. —¿Qué sorpresa nos tienes? —indagó Dano.—Esta noche acamparemos en el jardín, haremos una fogat
Cristian ladeó los labios y lo miró a los ojos.—Creí que después de las nueve de la noche, ya no te daban permiso de salir —se mofó—, no quiero que nos vayas a arruinar la noche con tus quejas o tus achaques de viejito gruñón.Carlos Alejandro rodó los ojos.— ¿Viejo?, ¿me llamas viejo? —lo enfrentó—, sabes muy bien que no salía porque no había quien se quedara con mis hijos, pero desde que está Briana, recuperé mi vida social.—Claro, solo sales cuando vas a cerrar algún negocio —se burló—, yo estoy invitando a mi amiga Briana a divertirnos, quizás a bailar, ya que a ti no te gusta.Briana se sorprendió, además que ahora era Cristian quien la tomó de la mano.— ¡Basta! —pronunció bajito—, dejen de pelear, desde que llegamos aquí, no lo han dejado de hacer, ¿no pueden llevarse bien? —cuestionó mirándolos a ambos.— ¡No! —respondieron al mismo tiempo.—Me saca de mis casillas —se quejó Cristian.—Pareces toda una señora reclamona —Alejandro ladeó los labios y comenzó a reír. Curiosame