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CAPÍTULO 4. LA NUEVA NIÑERA

Desde una de las habitaciones de la residencia Arango, Danilo y Daniela, los hijos de Carlos Alejandro se encontraban castigados, sin poder salir, sin sus tabletas y sin televisor, por lo que el pequeño realizaba un dibujo en su escritorio y ella estaba sentada en el suelo abrazando sus piernas.

— ¿Y ahora qué haremos? —indagó Dany—, si no salimos de aquí, mi papá va a contratar a alguna mujer como nana. —Presionó en una fina línea sus labios, su mirada se tornó acuosa.

Danilo volteó a mirarla, su corazón se estrujó al poder sentir su tristeza, por lo que soltó el lapiz de color que tenía entre sus dedos, y se puso de pie para acercarse a ella.

—No te preocupes por eso, haremos todo para que se vaya pronto, siempre ha sido así. —La abrazó con fuerza y se sentó junto a ella.

—Me preocupa no poder cumplir la promesa que le hicimos a mamá —confesó la niña con voz inestable—, ella no soportaría que otra mujer entrara a la casa y se robara el corazón de papá. —Acomodó su cabeza sobre el pecho de su hermano, buscando consuelo.

Dano acarició sus castaños rizos.

—Eso no sucederá, tranquila, donde quiera que esté, se sentirá muy orgulloso de nosotros al saber que cuidamos que nadie ocupe su lugar. Confía en mí, ahora que estamos por cumplir los ocho, seremos más grandes y más inteligentes, se nos ocurrirán más cosas, ¡ya verás! —intentó animarla.

Daniela inhaló profundo y se limpió algunas lágrimas de sus mejillas.

—Es una fortuna tenerte como mi hermano. —Sonrió más reconfortada—, esta batalla la ganó papá, al castigarnos,  pero no la guerra.

—Así es, hermana. Nuestra misión es cuidar de él, solo que no puede saber que mamá nos lo pidió. Vamos a jugar, anda.

— ¿Podemos jugar a que tú eres una importante estrella, y yo tu maquillista? —propuso la niña corriendo con emoción por un maletín de cosméticos que era de su mamá y sacó algunas brochas de maquillaje.

El niño separó los labios en una gran O, al verla y de inmediato negó con la cabeza.

— ¡No!, no te me acerques. —Se cruzó de brazos, no quiero que me vayas a poner esas cosas que se ponen las niñas.

—A mi papá ya lo he maquillado y me ha quedado muy bonito. Hace rato que se durmió, le puse un poquito de color en los labios. —Mostró el labial rojo carmín, que le aplicó.

Colocó la mano sobre su frente.

—No creo que le agrade mucho, pero bueno ya lo hiciste. —Se encogió de hombros y volvió a su lugar para continuar dibujando, mientras su hermana tomaba un par de muñecas y las comenzó a maquillar.

***

Luego de finalizar con la entrevista, Carlos Alejandro se puso de pie, se retiró el jersey gris oxford que llevaba puesto y caminó en compañía de Briana hacia la escaleras.

—Ven conmigo, vamos a que les presente a mis hijos. —Cedió el paso para que ella subiera primero por las gradas en tono oscuro brilloso. Se sentía tenso pues prácticamente se habían dedicado a correr a las últimas niñeras que habían asistido por su propio pie ya que, por desgracia le habían cancelado el derecho a solicitar personal en aquella agencia,  los habían vetado de aquel lugar, por eso había solicitado aquel anuncio del periodico.

Al llegar al segundo piso, Briana enfocó su mirada en la sala que se encontraba en el eje de unión de la planta alta, el lugar también era muy lindo y acogedor al tener algunos lienzos sobre uno de los altos muros en tono azul neblina, indudablemente hacían del lugar un sitio especial. 

—Es muy bonito —expresó antes de seguir por un amplio  corredor que conducía hacia las habitaciones.

Carlos Alejandro inhaló profundo antes de abrir la puerta. Su mirada se iluminó al verlos jugar armando un par de minions, escucharlos interactuar lo hizo dibujar una gran sonrisa.

—Me agrada mucho verlos jugar —manifestó con emoción.

Ambos mellizos voltearon a verlo, estaban tan concentrados en la actividad que no lo escucharon entrar.

Danilo abrió los ojos de par en par al ver el color de labios de su papá, con una de sus manos se tapó la boca para evitar decir algo que delatara a Dany.

—Es… tamos muy divertidos —expresó con voz inestable y miró a Daniela, arrugó el ceño al sentir un codazo que le propinó, pues ella sonreía ampliamente.

— ¿Vienes a jugar con nosotros? —corrió hacia la cama para tomar un par de muñecas.

—Tengo trabajo, cariño. —Deslizó las yemas de sus dedos sobre la aterciopelada piel de la mejilla de su hija. Su rostro se llenaba de ternura cuando estaba con ellos, eran lo más importante en su vida.

— ¿Cuándo vamos a pasar tiempo juntos? —reclamó—, siempre tienes trabajo. —Juntó sus labios, mostrando enojo.

—Les prometo que el fin de semana me dedicaré a ustedes. —Besó su frente y estiró su brazo al acercarse Dano.

—Ahora deseo presentarles a alguien —indicó—. Ya puedes pasar.

Estaba escuchando sin que los niños la vieran, desde el corredor. Se acomodó el cinturón de su vestido en tono palo de rosa y dibujó una casual sonrisa, distinguiendo la mirada de ambos niños sobre ella.

—Buenas tardes. —Saludó con amabilidad, deteniéndose frente a ellos.

Dano la miró de arriba hacia abajo, de inmediato supuso que era una de las que había ido por el puesto de niñera, solo que era la primera de ella que usaba tenis, todas las demás llevaban zapatos altos, eso las hacía casi inalcanzables para ellos. Ladeó los labios al recordar que cuando bajó por agua, escuchó que había llegado la última entrevista, por lo que agregó un par de cucharadas de sal a la taza, en una distracción de Eleonor.

—Les presento a su nueva niñera —anunció Carlos Alejandro—. A partir de hoy dormirá en la casa.

Daniela sintió un fuerte pinchazo al escucharlo, no era posible lo que escuchaba, ya la había contratado, y no habían podido hacer nada. La miró con detenimiento, percibió un mayor dolor al ver que era mucho más bonita de lo que se imaginó, su sonrisa era perfecta y sus ojos, eran azules como el cielo. 

— ¡No! —exclamó de inmediato—, no queremos una niñera, no la necesitamos —manifestó colocándose frente a ella. — ¡Vete, aquí no hay lugar para nadie más en esta familia! —se cruzó de brazos, en señal de molestia.

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