Briana presionó su labio inferior, nunca se imaginó que no la quisieran, puesto que el pequeño se colocó a lado de su hermana y también se cruzó de brazos, era evidente que las cosas se complicarían, algo que no se imaginó, ahora la pregunta que la atormentaba era, ¿qué haría el señor Arango?, ¿le pediría que se marchara?, ¿sería de los padres que hacían lo que sus hijos querían?
Carlos Alejandro arrugó el ceño y miró a los mellizos.
—El nombre de su institutriz es Briana, no es negociable. Ambos sabían que estábamos en el proceso de contratación, por lo que no les estoy pidiendo su opinión, ¿quedó claro? —cuestiono con cierta suavidad, pero con una mezcla de firmeza, que sorprendió a la chica—. Les voy a pedir su colaboración, trabajando como un equipo, saben que llegaremos a buenos resultados, lo hago por su bien. —Se colocó en cuclillas y los abrazó.
Mientras la chica observaba aquella escena que estaba a punto de conmoverla, los niños le sacaron la lengua y le hicieron gestos.
«¿En qué me metí», se preguntó dudando de que era lo que buscaba, pero no tenía otra opción, al menos por el momento.
—Saluden a la señorita Briana —indicó Carlos Alejandro y se puso de pie.
—Bienvenida —expresaron en tono seco ambos.
—Gracias —respondió ella sin dejar de sonreír.
—Voy a mostrarle la casa a Briana, y luego continuo con mis labores. Como ustedes están castigados, permanecerán aquí como se los indiqué.
—Pero…
—Pero nada. —Alejandro los miró a ambos, sabía que habían imaginado que les levantaría el castigo, y no era así, iban a cumplir la semana completa, tal y como lo estipuló.
—Eres malo —Daniela juntó sus labios una vez más, haciendo que sus mejillas se inflaran como un globo. Era la primera vez que los castigaba tanto tiempo y les había quitado todo.
— ¿Quieres otra semana castigada? —Carlos Alejandro la miró con seriedad.
—No, no, no —contestó y se fue a la cama para peinar una de sus muñecas.
Dano volvió a sus dibujos y no dijo más, para no entorpecer el castigo, sabía que volverían a estarlo cuando aquella mujer renunciara al trabajo, solo era cuestión de algunos días, elevó su rostro mirándolo, era necesario pensar en algo para evitar que la niñera se acercara más de la cuenta a su padre.
—Un gusto conocerlos. —Briana quedó entre ambos, en ese momento el móvil de Carlos Alejandro timbró, por lo que salió de la habitación para atender una llamada. —Vuelvo enseguida. Compórtense —ordenó mirándolos a los ojos y salió.
Danilo se acercó a Daniela y la abrazó, una nueva idea había pasado por su mente, era el momento perfecto para dejar las cosas claras.
—Mucho gusto —respondió y dio un codazo a su hermanita, para que la saludara también.
Daniela volteó a verlo sorprendida, sin comprender porque la trataba con tanta amabilidad, ¿acaso se había vuelto loco?, la duda hizo que de pronto le doliera el estómago.
—Saluda a nuestra nueva niñera. —Leo guiñó un ojo al verla, entonces Dany comprendió que algo tramaba.
—Hola, Briana, es un placer que estés con nosotros —pronunció sin ningún énfasis.
Briana inhaló profundo sintiendo calma al escucharlos, aunque no los percibía del todo sinceros, tenía que ganárselo poco a poco.
—Ahora que vivirás en esta casa, tenemos que advertirte algo —mencionó el niño—, es importante que lo sepas, ya que nuestras niñeras anteriores no lo sabían y se fueron de aquí con el corazón roto.
— ¿Y eso por qué? —cuestionó Briana con curiosidad.
—Porque se han enamorado de nuestro padre —habló bajito—, no se han podido resistir a sus encantos. ¿Verdad Daniela?
—Es cierto ¿Acaso no te parece un hombre guapísimo? —intervino Dany suspirando profundamente. No mentía en lo que decía, su papá era muy muy guapo, de gruesa y varonil voz, de angulosos rasgos faciales, profunda mirada clara y cuerpo tonificado, era obvio que se ejercitaba.
El carraspeo de su hermano, hizo que guardara silencio y dejara que siguiera hablando, pues aún no comprendía que se traía entre manos.
Briana tomó asiento en la cama, sin responder aquella pregunta, pues a pesar de que era cierto que ese hombre era el más guapo que había visto en toda su vida, aquel detalle de los labios pintados, le generó cierta desconfianza, además que no estaba ahí para enamorarse de nadie, tenía que concentrarse en terminar sus estudios y encontrar un trabajo enfocado en su carrera.
— ¿Por qué se han ido con el corazón roto? —preguntó con curiosidad.
—Pues porque se han enamorado de nuestro papá. —Se cruzó de brazos Dano—. No hay una sola que no lo haya hecho —aseguró—, y no solo ahí, también en el trabajo, pero por desgracia no les puede corresponder, porque a él… —Se subió a la cama e hizo que se acercara su hermana también para seguir hablando—. No le gustan las mujeres —confesó.
Daniela separó los labios en una gran O, esa era la excusa perfecta que necesitaban para mantenerla alejada de su papá, mientras buscaban cómo deshacerse de ella.
—Su corazón está ocupado, está enamorado de…, su mejor amigo, ya lo conocerás a veces viene a la casa, se la pasan horas en el estudio platicando.
—Así es —aseguró el niño abrazando a su hermana.
—Les agradezco toda la información que me han dado, no vine para enamorarme de mi jefe, estoy aquí porque necesito el trabajo. —Suspiró profundo—, no tengo en donde vivir, esta es una buena oportunidad para mí y no deseo desaprovecharla.
— ¿No tienes casa? —Daniela preguntó impactada, recordando a la gente que le había tocado ver en la calle sin una casa, entonces la imagen de Briana mal vestida, deambulando por las calles sosteniendo un costal en su espalda, la hizo estremecerse.
—No —respondió, observó que Carlos Alejandro entraba, se puso de pie de inmediato.
— ¿Todo en orden? —indagó al ver que se comportaban de forma extraña sus hijos, pues aunque habían marcado el territorio, no significaba que las cosas serían sencillas para la nueva niñera.
—Todo bien —respondieron al mismo tiempo.
— ¿Todo bien? —miró a Briana.
—Sí, señor. —Sabía que tenía que concentrarse en conservar su trabajo, pues estaba segura que ese par, no se la pondrían fácil, había visto como salió aquella mujer mojada y llena de tierra, pero ella era una chica lista, así que también daría batalla. ¡Que se preparen!
Recorrieron cada rincón de la casa, desde la cocina, sala, comedor, cuarto de juegos, baños, terrazas, salón de usos múltiples, jardínes, hasta volver a la planta alta, en donde le señaló al fondo del corredor, cual era la habitación de él por si algo se le ofrecía, para luego mostrarle las de las visitas. —Finalmente ésta es dónde dormirás. —Abrió la puerta y ambos ingresaron—, espero que sea de su agrado. Briana sonrió con emoción al saber que tenía un techo en donde estaría a salvo, no tendría que andar vagando, como se soñó la noche anterior, vestida con harapos, toda sucia buscando qué comer en los contenedores de basura. —Muchas gracias —respondió con ciertos matices en su voz, que la hicieron demostrar lo agradecida que estaba, quizás más de lo que esperaba Carlos Alejandro. —Es lo justo —respondió él notando ese extraño énfasis en sus palabras, que no comprendió del todo—, ahora la dejo para que se instale, en un momento hago que le suban su equipaje. Disfrute de la tarde,
Con torpeza se intentó detener de la encimera y se volvió a resbalar, estaba nerviosa, mucho más de lo que se pudo imaginar. Vaya que se estaba viendo torpe, más de lo que era, entonces aquel fuerte apretón en su cintura, la hizo ponerse nerviosa, aunque intentaba calmarse, con cada respiración, su aroma permeaba más y más. Se enderezó, sintiendo que su rostro estaba rojo como un tomate, al saber que estaba detrás de ella, y que lo vería a los ojos. —Me ha metido un gran susto. —Se llevó las manos al pecho, su respiración se agitó al apreciar el escultural monumento que tenía frente a él. Era inevitable no mirarlo, hasta que… «Es gay», recordó. Presionó sus labios con fuerza y retrocedió, buscando recobrar la calma. —Lo lamento, no era mi intención. —Carlos Alejandro se aclaró la garganta—, huele muy bien, eso me hizo venir —explicó buscando qué era lo que olía tan bien. Briana le sonrió, aunque no era muy buena en la cocina, preparaba unas mantecadas con chispas de chocolate, rece
Silencio. —Les acabo de hacer una pregunta, ¡quiero respuestas! —Estiró su mano ayudando a ponerse de pie a la niñera. — ¿Se encuentra bien? —indagó presintiendo lo que seguía, que le soltara una letanía sobre la educación de sus hijos, tomara sus cosas y saliera huyendo de ahí—. No me dejan más remedio que considerar enviarlos a un internado —expresó viéndolos con dureza, estaba molesto y no era para menos, ya no tenía más opciones de encontrar quien los cuidara. En qué aprietos lo metían. —Necesito ir al tocador —Briana manifestó sin poder dejar de toser. Danilo abrazó a su hermana, habían sido sorprendidos con las manos en la masa, estaban perdidos, nunca habían visto tan molesto a su padre. — ¡No! —Daniela exclamó asustada—, no nos lleves internados. —Su mirada se cristalizó. ¡Por favor! —suplicó. —Yo no puedo estar al pendiente de ustedes, no comprenden eso, necesitan de alguien que esté a su lado, y si la señorita Briana se va de la casa, no creo que nadie más se atreva a ve
No pudo evitar hacer ruido al colocar el canasto con las galletas, presionó los dientes con fuerza, pues desde el reflejo de la ventana se dio cuenta que uno de ellos se movió.Carlos Alejandro abrió los ojos de golpe, al sentir que su mano estaba sobre la de su amigo, arrugó el ceño, de inmediato la retiró y se puso de pie, pasó los dedos por sus ojos, no podía creer que se había quedado dormido, no otra vez. Tomó su móvil y con la cámara frontal, se aseguró de no tener los labios pintados.— ¿Todo bien? —Briana preguntó con extrañeza.—Sí, todo en orden —respondió él con tranquilidad.—Les dejé unas galletas, enseguida traigo algo para beber.—Dile a Eleonor que nos lleve café a mi oficina, uno muy cargado —solicitó—, tenemos trabajo pendiente, debemos darnos prisa, porque Cris viaja a España mañana por la tarde.—Enseguida señor. —Sonrió y observó que Cristian también se ponía de pie, después de frotar sus ojos, fijó su mirada en ella.—Cristian de la Vega, un placer —pronunció a
No pudo dejarla en el sillón, menos sabiendo que el personal a tempranas horas estaría ahí, para realizar sus labores, por lo que se inclinó para tomarla entre sus brazos, arrugó el ceño al percibir la forma en la que se aferraba a su cuello y acomodaba su rostro en su firme pectoral. Mientras ascendía por las gradas; se detuvo un instante, inclinó su rostro y apreció sus delicadas facciones, gracias a la tenue luz que se filtraba por el tragaluz. Se veía tan dulce.¡Dios!¿Que cosas estaba pensando?, se reprochó, pues seguía luchando por controlar su firme erección, era una tortura tenerla tan cerca, y no poder sentirla suya. Sacudió su rostro, «¿sentirla suya?», se repitió en su mente, pero ¿En qué momento aquella chica había dado pie a algo más?, ¿qué demonios le estaba pasando? Se dio cuenta que todo había sido ocasionado desde que, Cristian había estado en casa y de eso ya había pasado más de mes y medio.Justo ahí despertó cierto interés que desconocía sobre ella, la sola idea d
Eran tres meses los que Briana llevaba trabajando como la niñera oficial de los mellizos Arango, aunque no todo era miel sobre hojuelas, había logrado frenar las bromas de los pequeños. Se podría decir que vivían en armonía.Estaba en el jardín, cuando ellos salieron después de quitarse el uniforme, la mirada de Daniela se iluminó al observar un hermoso mantel tendido sobre el césped.— ¡Un picnic! —exclamó con emoción.—Les dije que sí cumplían con todos sus deberes, les tendría una sorpresa. —Destapó una de las tapas de la canasta de alimentos.—Se ve delicioso —Dano manifestó con amplia sonrisa.—Pues vengan a sentarse para comer —solicitó señalando los cojines que tenía preparados.—Nunca habíamos hecho un picnic —confesó Dany.—Les tengo otra sorpresa, un pajarito me dijo que tuvieron mejores notas, me siento muy orgullosa de ustedes. —Gracias —respondieron ambos con amplia sonrisa. —¿Qué sorpresa nos tienes? —indagó Dano.—Esta noche acamparemos en el jardín, haremos una fogat
Cristian ladeó los labios y lo miró a los ojos.—Creí que después de las nueve de la noche, ya no te daban permiso de salir —se mofó—, no quiero que nos vayas a arruinar la noche con tus quejas o tus achaques de viejito gruñón.Carlos Alejandro rodó los ojos.— ¿Viejo?, ¿me llamas viejo? —lo enfrentó—, sabes muy bien que no salía porque no había quien se quedara con mis hijos, pero desde que está Briana, recuperé mi vida social.—Claro, solo sales cuando vas a cerrar algún negocio —se burló—, yo estoy invitando a mi amiga Briana a divertirnos, quizás a bailar, ya que a ti no te gusta.Briana se sorprendió, además que ahora era Cristian quien la tomó de la mano.— ¡Basta! —pronunció bajito—, dejen de pelear, desde que llegamos aquí, no lo han dejado de hacer, ¿no pueden llevarse bien? —cuestionó mirándolos a ambos.— ¡No! —respondieron al mismo tiempo.—Me saca de mis casillas —se quejó Cristian.—Pareces toda una señora reclamona —Alejandro ladeó los labios y comenzó a reír. Curiosame
Varios días después, Carlos Alejandro, ingresó a la oficina y tomó asiento en la sala de juntas, en espera a que llegara Rosa Lilia, la nueva gerente de ventas. Una atractiva y talentosa mujer, además de soltera, en busca de un buen partido para sentar cabeza. Haber llegado a esa empresa, en donde sabía que había adinerados empresarios, era lo mejor que le había pasado.Segundos después fue anunciada su llegada, por lo que la escultural mujer, que llevaba una falta ajustada a mitad de sus muslos, una blusa de cuello V, que dejaba ver a discreción su escote.—Buenas tardes, señorita…—Rosa Lilia, un placer. —Se acercó pasando por donde se encontraba el fino escritorio de cedro y roble y luego por un par de libreros, hasta llegar a la sala de reunión.—El placer es mío. —Carlos Alejandro se puso de pie y estrechó su mano a la de ella. No pudo evitar percibir que era una mujer de gran porte y presencia, de acuerdo a la información que recibió, tenía preparación en el extranjero, por es