No pudo dejarla en el sillón, menos sabiendo que el personal a tempranas horas estaría ahí, para realizar sus labores, por lo que se inclinó para tomarla entre sus brazos, arrugó el ceño al percibir la forma en la que se aferraba a su cuello y acomodaba su rostro en su firme pectoral. Mientras ascendía por las gradas; se detuvo un instante, inclinó su rostro y apreció sus delicadas facciones, gracias a la tenue luz que se filtraba por el tragaluz. Se veía tan dulce.¡Dios!¿Que cosas estaba pensando?, se reprochó, pues seguía luchando por controlar su firme erección, era una tortura tenerla tan cerca, y no poder sentirla suya. Sacudió su rostro, «¿sentirla suya?», se repitió en su mente, pero ¿En qué momento aquella chica había dado pie a algo más?, ¿qué demonios le estaba pasando? Se dio cuenta que todo había sido ocasionado desde que, Cristian había estado en casa y de eso ya había pasado más de mes y medio.Justo ahí despertó cierto interés que desconocía sobre ella, la sola idea d
Eran tres meses los que Briana llevaba trabajando como la niñera oficial de los mellizos Arango, aunque no todo era miel sobre hojuelas, había logrado frenar las bromas de los pequeños. Se podría decir que vivían en armonía.Estaba en el jardín, cuando ellos salieron después de quitarse el uniforme, la mirada de Daniela se iluminó al observar un hermoso mantel tendido sobre el césped.— ¡Un picnic! —exclamó con emoción.—Les dije que sí cumplían con todos sus deberes, les tendría una sorpresa. —Destapó una de las tapas de la canasta de alimentos.—Se ve delicioso —Dano manifestó con amplia sonrisa.—Pues vengan a sentarse para comer —solicitó señalando los cojines que tenía preparados.—Nunca habíamos hecho un picnic —confesó Dany.—Les tengo otra sorpresa, un pajarito me dijo que tuvieron mejores notas, me siento muy orgullosa de ustedes. —Gracias —respondieron ambos con amplia sonrisa. —¿Qué sorpresa nos tienes? —indagó Dano.—Esta noche acamparemos en el jardín, haremos una fogat
Cristian ladeó los labios y lo miró a los ojos.—Creí que después de las nueve de la noche, ya no te daban permiso de salir —se mofó—, no quiero que nos vayas a arruinar la noche con tus quejas o tus achaques de viejito gruñón.Carlos Alejandro rodó los ojos.— ¿Viejo?, ¿me llamas viejo? —lo enfrentó—, sabes muy bien que no salía porque no había quien se quedara con mis hijos, pero desde que está Briana, recuperé mi vida social.—Claro, solo sales cuando vas a cerrar algún negocio —se burló—, yo estoy invitando a mi amiga Briana a divertirnos, quizás a bailar, ya que a ti no te gusta.Briana se sorprendió, además que ahora era Cristian quien la tomó de la mano.— ¡Basta! —pronunció bajito—, dejen de pelear, desde que llegamos aquí, no lo han dejado de hacer, ¿no pueden llevarse bien? —cuestionó mirándolos a ambos.— ¡No! —respondieron al mismo tiempo.—Me saca de mis casillas —se quejó Cristian.—Pareces toda una señora reclamona —Alejandro ladeó los labios y comenzó a reír. Curiosame
Varios días después, Carlos Alejandro, ingresó a la oficina y tomó asiento en la sala de juntas, en espera a que llegara Rosa Lilia, la nueva gerente de ventas. Una atractiva y talentosa mujer, además de soltera, en busca de un buen partido para sentar cabeza. Haber llegado a esa empresa, en donde sabía que había adinerados empresarios, era lo mejor que le había pasado.Segundos después fue anunciada su llegada, por lo que la escultural mujer, que llevaba una falta ajustada a mitad de sus muslos, una blusa de cuello V, que dejaba ver a discreción su escote.—Buenas tardes, señorita…—Rosa Lilia, un placer. —Se acercó pasando por donde se encontraba el fino escritorio de cedro y roble y luego por un par de libreros, hasta llegar a la sala de reunión.—El placer es mío. —Carlos Alejandro se puso de pie y estrechó su mano a la de ella. No pudo evitar percibir que era una mujer de gran porte y presencia, de acuerdo a la información que recibió, tenía preparación en el extranjero, por es
La gran sonrisa que dibujaba su rostro, se diluyó en breves instantes al ver que Briana se había quedado dormida, presionó los dientes con fuerza, reprimiendo el quejido que estaba por emitir; no lograba comprender qué era lo que sentía. Aquel beso era el primero que había dado después de dos años de no hacerlo, además que no era Daniela, su mujer, sino la niñera, una joven que sin lograr comprender por qué, le robaba algo más que el aliento. Lo llevaba a sus tiempos más primitivos, se comportaba como si fuera un adolescente, que se regía por sus hormonas. ¡Qué horror!, retrocedió un par de pasos y luego dio media vuelta y caminó hacia el espejo del peinador, puso atención a sus rasgos faciales.— ¿Estaré muy viejo? —ladeó su cara sin dejar de mirarse. Al escuchar que Briana se quejaba, sacudió su rostro y dejó de pensar en esas ridiculeces, retiró la compresa de su frente y de nuevo volvió a tocar su piel, aún seguía con fiebre, por lo que de inmediato fue a humedecer la toalla—. No
Desde que regresó del colegio, Daniela se comportaba extraña, no había hablado en todo el camino a pesar que Joaquín, el chofer había intentado hacerle plática, no lo logró, ni tampoco Leo, que se esforzaba por hacerla reír.Al detenerse la camioneta, tomó su mochila y su lonchera y se dirigió hacia la residencia.— ¿Cómo les fue a mis querubines? —Briana salió de la cocina y se acercó al recibidor, con una gran efusión, como era ella, arrugó el ceño al observar a Daniela pasar sin saludarla, ni darle un abrazo como solía hacer cuando llegaba del colegio. — ¿Qué tienes, mi corazón? —preguntó con extrañeza, viendo como subía por las escaleras.—No sabemos qué es lo que le pasa —Dano se acercó a saludarla—, está así desde la hora del recreo, he intentado de todo, pero nada la hace reír, eso es algo extraño en ella, teniéndome a mí como su hermano.Briana no pudo evitar sonreír al escucharlo hablar, le dio un gran abrazo.—Tienes razón, es extraño que no sonría al tener a alguien tan esp
Como ya era costumbre Briana se encontraba en la sala de tele, en donde trabajaba en su proyecto del cartel de cine, por lo que tenía sus pinturas y pinceles sobre la mesa. Escuchó con claridad que el señor Arango ingresó, quien se desvió hacia la cocina, ya conocía a la perfección cada rincón de aquella casa, que se había vuelto su hogar.—Mientras su hija estaba desconsolada, prefirió estar en su cenita, apuesto que se volvió revolcón —expresó sin poder evitar sentir molestia, prosiguió viendo la pantalla de su lap top, imaginando que había salido con Cristian—, de seguro a de venir con una sonrisota, por andar de…, loca. —Juntó sus labios y los presionó con fuerza.Minutos después, escuchó que subía por las escaleras, inhaló profundo.— ¿Aún despierta? —cuestionó Carlos Alejandro.—Sí, señor. Tengo que entregar un trabajo en un par de días, me concentro mejor cuando estoy en silencio. —Lo miró brevemente, pues no podía evitar sentir molestia.—Vaya te está quedando muy bien —expres
Semanas después.El verano se encontraba en todo su apogeo, el calor que se sentía en la ciudad era insoportable, parecía que el sol gozaba rostizar con sus rayos a todo ser que saliera a la calle. Desde la residencia de la familia Arango, la situación se complicaba, pues el sistema de aire acondicionado, por alguna extraña razón, no funcionaba, prácticamente todo el mundo ardía, sin estar precisamente en el infierno.—Vamos a morir —anunció Eleonor, sacando una bolsa de gel de la nevera, y se la colocó sobre la frente.—Tienes toda la razón. —Briana se acercó y le quitó la bolsa a quien ya se había hecho su amiga, y se la puso también sobre la cabeza—. Es una suerte que los niños estén jugando en casa de la vecina, ella sí tiene aire acondicionado.—Que afortunada, deberías ir con el pretexto de que tienes que cuidar a los niños y así te refrescas un rato, aprovecha que puedes —sugirió Eleonor.—No es mala idea, pero me siento pegajosa, además necesito buscar un libro que por ahí he