Desde que regresó del colegio, Daniela se comportaba extraña, no había hablado en todo el camino a pesar que Joaquín, el chofer había intentado hacerle plática, no lo logró, ni tampoco Leo, que se esforzaba por hacerla reír.Al detenerse la camioneta, tomó su mochila y su lonchera y se dirigió hacia la residencia.— ¿Cómo les fue a mis querubines? —Briana salió de la cocina y se acercó al recibidor, con una gran efusión, como era ella, arrugó el ceño al observar a Daniela pasar sin saludarla, ni darle un abrazo como solía hacer cuando llegaba del colegio. — ¿Qué tienes, mi corazón? —preguntó con extrañeza, viendo como subía por las escaleras.—No sabemos qué es lo que le pasa —Dano se acercó a saludarla—, está así desde la hora del recreo, he intentado de todo, pero nada la hace reír, eso es algo extraño en ella, teniéndome a mí como su hermano.Briana no pudo evitar sonreír al escucharlo hablar, le dio un gran abrazo.—Tienes razón, es extraño que no sonría al tener a alguien tan esp
Como ya era costumbre Briana se encontraba en la sala de tele, en donde trabajaba en su proyecto del cartel de cine, por lo que tenía sus pinturas y pinceles sobre la mesa. Escuchó con claridad que el señor Arango ingresó, quien se desvió hacia la cocina, ya conocía a la perfección cada rincón de aquella casa, que se había vuelto su hogar.—Mientras su hija estaba desconsolada, prefirió estar en su cenita, apuesto que se volvió revolcón —expresó sin poder evitar sentir molestia, prosiguió viendo la pantalla de su lap top, imaginando que había salido con Cristian—, de seguro a de venir con una sonrisota, por andar de…, loca. —Juntó sus labios y los presionó con fuerza.Minutos después, escuchó que subía por las escaleras, inhaló profundo.— ¿Aún despierta? —cuestionó Carlos Alejandro.—Sí, señor. Tengo que entregar un trabajo en un par de días, me concentro mejor cuando estoy en silencio. —Lo miró brevemente, pues no podía evitar sentir molestia.—Vaya te está quedando muy bien —expres
Semanas después.El verano se encontraba en todo su apogeo, el calor que se sentía en la ciudad era insoportable, parecía que el sol gozaba rostizar con sus rayos a todo ser que saliera a la calle. Desde la residencia de la familia Arango, la situación se complicaba, pues el sistema de aire acondicionado, por alguna extraña razón, no funcionaba, prácticamente todo el mundo ardía, sin estar precisamente en el infierno.—Vamos a morir —anunció Eleonor, sacando una bolsa de gel de la nevera, y se la colocó sobre la frente.—Tienes toda la razón. —Briana se acercó y le quitó la bolsa a quien ya se había hecho su amiga, y se la puso también sobre la cabeza—. Es una suerte que los niños estén jugando en casa de la vecina, ella sí tiene aire acondicionado.—Que afortunada, deberías ir con el pretexto de que tienes que cuidar a los niños y así te refrescas un rato, aprovecha que puedes —sugirió Eleonor.—No es mala idea, pero me siento pegajosa, además necesito buscar un libro que por ahí he
Desde lo ocurrido aquella tarde en la que el calor invadió a Briana y a Carlos Alejandro, y no por la falla del sistema de aire acondicionado, él evitó a toda costa su cercanía, sentía que después de aquel momento, una especie de velo había caído y no deseaba traspasar la línea que había entre ambos, ‘la de jefe y empleada’, y no tanto porque le importara esas ridiculeces de las clase sociales, sino por la barrera que había con la diferencia de edades.Se encontraba en la oficina de la empresa revisando un par de propuestas para los diseños que había solicitado, estaba a punto de salir a comer, cuando le enviaron las cotizaciones para la celebración del aniversario, qué no pudo hacerlo.— ¿Estás ocupado? —Rosa Lilia ingresó, acomodó su larga cabellera hacia un lado y acomodó el fino tirante que intencionalmente había dejado colgar fuera de su lugar. Carlos Alejandro volteó a verla, ladeó los labios.—Estoy algo ocupado. — ¿Qué se te ofrece?, ¿es muy urgente? —indagó, volteando a ver
Desde la parte delantera del auto, Carlos Alejandro ladeó los labios al escuchar algarabía en los asientos de atrás cuando «La Bikina by Luis Miguel», comenzó a sonar, pues Briana se llenó de emoción y comenzó a cantarla con gran efusión, olvidándose por completo que él iba en el lugar del copiloto, de inmediato sus hijos le hicieron segunda interpretando a todo pulmón.Todo se asemejaba a la familia que un día tuvo, cuando Daniela, su mujer, estaba con vida. No pudo evitar voltear para poder mirarlos, entonces dibujó una gran sonrisa que llegó hasta sus ojos.—Canta con nosotros —pidió Dany.Carlos Alejandro movió su cabeza negando.— ¡Anda! —la pequeña solicitó.—Ni en tus sueños —su papá respondió con alegría, en ese momento su mirada se cruzó con la de Briana, emanando grandes chisporrotasos, que hicieron que destellaran un gran brillo en sus ojos. Era como si la fuerza de un imán los atrajera, y no pudieran dejar de verse.— ¿Por qué dejaste de cantar Briana? —Dano hizo que sal
—Una servilleta. —Carlos Alejandro se aclaró la garganta para poder hablar, y se desvió hacia la encimera, dejando su exquisita fragancia por todo el sistema respiratorio de ella.Briana abrió los ojos de golpe al escucharlo, lo miró a los ojos confundida. Estaba segura de que se había acercado con otra intención, pero de pronto se arrepintió. Ladeó los labios y sonrió para disimular aquel bochornoso momento.—No era necesario que se pusiera de pie y caminara hasta acá, yo pude haberlas llevado. Nunca había visto que se levantara para tomar algo, siempre lo pide. ¿o me equivoco, señor?Carlos Alejandro tomó un panecillo y lo mordió.—Me hace bien caminar —contestó regresando a la mesa, ladeó los labios.—Ojalá eso hiciera cuando almuerza en el comedor —dijo bajito, considerando que era mayor distancia hacia la cocina.Presionó sus labios para no atacarse de la risa, sacó su móvil del bolsillo de su pantalón y observó que tenía un par de mensajes, se había olvidado por completo de los
—Sería un honor que nos acompañen —indicó Cris—, concuerdo contigo, querido amigo, cuando somos más personas, la pasamos mejor, ¿no crees Briana? La chica se vio obligada a mirar hacia donde se encontraba el señor Arango con su acompañante.—Claro, no tenemos problema que nos acompañen —manifestó, y tomó del respaldo la silla para volver a sentarse, arrugó el ceño al ver que Carlos Alejandro y Cristian, se acercaron y también lo sujetaron para ayudarla.—Yo lo hago —dijo Cris mirando a Alejandro, quien se alejó de inmediato.—Es la costumbre —se justificó, tomando la silla de Rosa Lilia para ayudarla.—En eso tienes razón, eres un caballero —manifestó Lilia—, he visto que sueles ser atento con todos tus empleados. —Dirigió su vista con desagrado hacia la niñera.Briana presionó los labios para no reír.—Tiene razón, suele ser muy atento el señor Arango —respondió luego de ver que le ayudaba a Rosa Lilia a que se sentara.Cristina presionó sus labios, se dio cuenta del comentario mal
—No, claro que no —contestó de inmediato Carlos Alejandro y nuevamente se puso de pie para ayudarla a tomar asiento. Cristian regresó de la llamada que recibió.— Lamento la demora, era importante —indicó tomando su copa y bebió de golpe.— ¿Ocurre algo? —preguntó Alejandro al verlo visiblemente pálido.—Luego te cuento —contestó llevándose un bocado de la pasta que solicitó, observando un gran silencio entre las chicas. — ¿Me perdí de algo? —las señaló.Briana negó con su cabeza.—No, no sucede nada, estamos disfrutando de nuestra cena —manifestó.Carlos Alejandro estaba por preguntarles lo mismo, ya que desde que habían salido del tocador, el ambiente se sentía tenso.Al finalizar Cristian llamó al mesero para solicitar más vino.— ¿Desean algún postre? —preguntó el mesero.—Una panacotta de chocolate, por favor —solicitó Briana.Rosa Lilia rodó los ojos.— Ojala rebotes como pelota —susurró para ella misma.—Te encargo una tarta de frutas y un café —indicó Carlos Alejandro, Lilia