Varios días después, Carlos Alejandro, ingresó a la oficina y tomó asiento en la sala de juntas, en espera a que llegara Rosa Lilia, la nueva gerente de ventas. Una atractiva y talentosa mujer, además de soltera, en busca de un buen partido para sentar cabeza. Haber llegado a esa empresa, en donde sabía que había adinerados empresarios, era lo mejor que le había pasado.Segundos después fue anunciada su llegada, por lo que la escultural mujer, que llevaba una falta ajustada a mitad de sus muslos, una blusa de cuello V, que dejaba ver a discreción su escote.—Buenas tardes, señorita…—Rosa Lilia, un placer. —Se acercó pasando por donde se encontraba el fino escritorio de cedro y roble y luego por un par de libreros, hasta llegar a la sala de reunión.—El placer es mío. —Carlos Alejandro se puso de pie y estrechó su mano a la de ella. No pudo evitar percibir que era una mujer de gran porte y presencia, de acuerdo a la información que recibió, tenía preparación en el extranjero, por es
La gran sonrisa que dibujaba su rostro, se diluyó en breves instantes al ver que Briana se había quedado dormida, presionó los dientes con fuerza, reprimiendo el quejido que estaba por emitir; no lograba comprender qué era lo que sentía. Aquel beso era el primero que había dado después de dos años de no hacerlo, además que no era Daniela, su mujer, sino la niñera, una joven que sin lograr comprender por qué, le robaba algo más que el aliento. Lo llevaba a sus tiempos más primitivos, se comportaba como si fuera un adolescente, que se regía por sus hormonas. ¡Qué horror!, retrocedió un par de pasos y luego dio media vuelta y caminó hacia el espejo del peinador, puso atención a sus rasgos faciales.— ¿Estaré muy viejo? —ladeó su cara sin dejar de mirarse. Al escuchar que Briana se quejaba, sacudió su rostro y dejó de pensar en esas ridiculeces, retiró la compresa de su frente y de nuevo volvió a tocar su piel, aún seguía con fiebre, por lo que de inmediato fue a humedecer la toalla—. No
Desde que regresó del colegio, Daniela se comportaba extraña, no había hablado en todo el camino a pesar que Joaquín, el chofer había intentado hacerle plática, no lo logró, ni tampoco Leo, que se esforzaba por hacerla reír.Al detenerse la camioneta, tomó su mochila y su lonchera y se dirigió hacia la residencia.— ¿Cómo les fue a mis querubines? —Briana salió de la cocina y se acercó al recibidor, con una gran efusión, como era ella, arrugó el ceño al observar a Daniela pasar sin saludarla, ni darle un abrazo como solía hacer cuando llegaba del colegio. — ¿Qué tienes, mi corazón? —preguntó con extrañeza, viendo como subía por las escaleras.—No sabemos qué es lo que le pasa —Dano se acercó a saludarla—, está así desde la hora del recreo, he intentado de todo, pero nada la hace reír, eso es algo extraño en ella, teniéndome a mí como su hermano.Briana no pudo evitar sonreír al escucharlo hablar, le dio un gran abrazo.—Tienes razón, es extraño que no sonría al tener a alguien tan esp
Como ya era costumbre Briana se encontraba en la sala de tele, en donde trabajaba en su proyecto del cartel de cine, por lo que tenía sus pinturas y pinceles sobre la mesa. Escuchó con claridad que el señor Arango ingresó, quien se desvió hacia la cocina, ya conocía a la perfección cada rincón de aquella casa, que se había vuelto su hogar.—Mientras su hija estaba desconsolada, prefirió estar en su cenita, apuesto que se volvió revolcón —expresó sin poder evitar sentir molestia, prosiguió viendo la pantalla de su lap top, imaginando que había salido con Cristian—, de seguro a de venir con una sonrisota, por andar de…, loca. —Juntó sus labios y los presionó con fuerza.Minutos después, escuchó que subía por las escaleras, inhaló profundo.— ¿Aún despierta? —cuestionó Carlos Alejandro.—Sí, señor. Tengo que entregar un trabajo en un par de días, me concentro mejor cuando estoy en silencio. —Lo miró brevemente, pues no podía evitar sentir molestia.—Vaya te está quedando muy bien —expres
Semanas después.El verano se encontraba en todo su apogeo, el calor que se sentía en la ciudad era insoportable, parecía que el sol gozaba rostizar con sus rayos a todo ser que saliera a la calle. Desde la residencia de la familia Arango, la situación se complicaba, pues el sistema de aire acondicionado, por alguna extraña razón, no funcionaba, prácticamente todo el mundo ardía, sin estar precisamente en el infierno.—Vamos a morir —anunció Eleonor, sacando una bolsa de gel de la nevera, y se la colocó sobre la frente.—Tienes toda la razón. —Briana se acercó y le quitó la bolsa a quien ya se había hecho su amiga, y se la puso también sobre la cabeza—. Es una suerte que los niños estén jugando en casa de la vecina, ella sí tiene aire acondicionado.—Que afortunada, deberías ir con el pretexto de que tienes que cuidar a los niños y así te refrescas un rato, aprovecha que puedes —sugirió Eleonor.—No es mala idea, pero me siento pegajosa, además necesito buscar un libro que por ahí he
Desde lo ocurrido aquella tarde en la que el calor invadió a Briana y a Carlos Alejandro, y no por la falla del sistema de aire acondicionado, él evitó a toda costa su cercanía, sentía que después de aquel momento, una especie de velo había caído y no deseaba traspasar la línea que había entre ambos, ‘la de jefe y empleada’, y no tanto porque le importara esas ridiculeces de las clase sociales, sino por la barrera que había con la diferencia de edades.Se encontraba en la oficina de la empresa revisando un par de propuestas para los diseños que había solicitado, estaba a punto de salir a comer, cuando le enviaron las cotizaciones para la celebración del aniversario, qué no pudo hacerlo.— ¿Estás ocupado? —Rosa Lilia ingresó, acomodó su larga cabellera hacia un lado y acomodó el fino tirante que intencionalmente había dejado colgar fuera de su lugar. Carlos Alejandro volteó a verla, ladeó los labios.—Estoy algo ocupado. — ¿Qué se te ofrece?, ¿es muy urgente? —indagó, volteando a ver
Desde la parte delantera del auto, Carlos Alejandro ladeó los labios al escuchar algarabía en los asientos de atrás cuando «La Bikina by Luis Miguel», comenzó a sonar, pues Briana se llenó de emoción y comenzó a cantarla con gran efusión, olvidándose por completo que él iba en el lugar del copiloto, de inmediato sus hijos le hicieron segunda interpretando a todo pulmón.Todo se asemejaba a la familia que un día tuvo, cuando Daniela, su mujer, estaba con vida. No pudo evitar voltear para poder mirarlos, entonces dibujó una gran sonrisa que llegó hasta sus ojos.—Canta con nosotros —pidió Dany.Carlos Alejandro movió su cabeza negando.— ¡Anda! —la pequeña solicitó.—Ni en tus sueños —su papá respondió con alegría, en ese momento su mirada se cruzó con la de Briana, emanando grandes chisporrotasos, que hicieron que destellaran un gran brillo en sus ojos. Era como si la fuerza de un imán los atrajera, y no pudieran dejar de verse.— ¿Por qué dejaste de cantar Briana? —Dano hizo que sal
—Una servilleta. —Carlos Alejandro se aclaró la garganta para poder hablar, y se desvió hacia la encimera, dejando su exquisita fragancia por todo el sistema respiratorio de ella.Briana abrió los ojos de golpe al escucharlo, lo miró a los ojos confundida. Estaba segura de que se había acercado con otra intención, pero de pronto se arrepintió. Ladeó los labios y sonrió para disimular aquel bochornoso momento.—No era necesario que se pusiera de pie y caminara hasta acá, yo pude haberlas llevado. Nunca había visto que se levantara para tomar algo, siempre lo pide. ¿o me equivoco, señor?Carlos Alejandro tomó un panecillo y lo mordió.—Me hace bien caminar —contestó regresando a la mesa, ladeó los labios.—Ojalá eso hiciera cuando almuerza en el comedor —dijo bajito, considerando que era mayor distancia hacia la cocina.Presionó sus labios para no atacarse de la risa, sacó su móvil del bolsillo de su pantalón y observó que tenía un par de mensajes, se había olvidado por completo de los