Resopló al llegar a la hermosa casa con arquitectura moderna y toques contemporáneos, estaba por tocar a la puerta, cuando una mujer salió, Briana abrió los ojos de par en par al ver a la mujer mojada, con el cabello y la ropa cubierta de tierra, estaba por cerrar, pero la joven se lo impidió con su mano.
—Vengo por el anunció. —Mostró el periodico que llevaba en su mano.
La mujer rodó los ojos.
—Suerte con esos… rufianes. —Presionó con fuerza sus dientes y se retiró.
Ingresó por los escalones de concreto del jardín acomodados de forma asimétrica, además que estaban rodeados de varias plantas de ornamento como la lavanda y algunos arbustos, todo hasta llegar a la puerta principal; estaba algo confusa por aquella mujer que se encontró. Se detuvo al ser interceptada por el personal de seguridad, para que registraran su ingreso y le avisaran al señor Carlos Alejandro y la entrevistara.
Desde el momento en que entró a la casa, apreció que el punto focal estaba en el inmenso jardín, el cual contaba con una piscina, no pudo evitar dirigir su mirada hacia los espacios, pues había una gran iluminación, dando una sensación de calidez, algo que no siempre sintió en casa de la familia que la adoptó, supo que tenía que hacer todo por que ese trabajo fuera para ella.
—Tome asiento —Eleonor el ama de llaver le indicó, y se quedó pensativa al ver que la chica llevaba una gran maleta consigo. — ¿Vas a salir de viaje? —indagó curiosa.
—No, fui a recoger unas cosas con una amiga —Briana mintió y tomó asiento en uno de los mullidos sillones en tono mostaza.
— ¿Te gustan los niños? —Eleonor le entregó una taza con café.
—Me encantan. —Se esforzó por dar la mejor de sus sonrisas, no tenía la menor idea de eso, hacía años que no convivía con alguno.
—Menos mal —expresó la mujer—, el patrón está desesperado por encontrar quien cuide de… sus bendiciones. —Sonrió haciendo a un lado su rostro.
— ¿Cómo son los niños? —preguntó Briana con curiosidad.
—Son…, como todos los chiquillos, unos angelitos: juguetones, risueños, les gustan las golosinas, andar corriendo por el jardín, pero sobre todo pasar tiempo con su papá, ¿a qué criatura no?
No pudo evitar sentir nostalgia, el único hombre que conoció como padre se encontraba grave y no podía estar cerca de él.
— ¿Y la mamá de los niños? —susurró.
—Ese tema no se toca en esta casa, si desea que la consideren no pregunte por la señora, ¿comprendió? —Eleonor explicó con amabilidad.
—Lo comprendo —contestó de inmediato Briana y acercó sus labios hacia la humeante taza, bebió un pequeño sorbo, el cual estuvo a punto de escupir al percibir un exagerado sabor a sal, pero no lo hizo al ver que un atractivo hombre luciendo un traje que le quedaba justo a la medida, descendía de las escaleras, supuso por el porte con el que caminaba, era el padre de los niños. Sin encontrar otra solución tuvo que pasar el trago más desagradable de su vida; a pesar de querer escupirlo de inmediato, dejando el contenedor sobre la mesa de centro, entonces su barbilla tembló.
— ¿Todo bien? —Eleonor la tomó del antebrazo pues no decía nada.
—Sí, todo en orden —contestó sintiendo que le faltaba la voz, y sus mejillas arder. «Contrólate Briana».
Aquella mujer la observó extraña, quiso indagar más, pero Carlos Alejandro se acercaba con rapidez.
—Me retiro —mencionó el ama de llaves—, un placer.
—Disculpe la demora —Carlos Alejandro indicó acercándose a ella—, estaba atendiendo una llamada con un cliente —expresó relajado, aunque no era cierto lo de la llamada, pero no iba a dar explicaciones de sus acciones.
Al tenerlo tan cerca, Briana no pudo evitar centrar su atención en los carnosos labios de aquel hombre, pues estaban impregnados de un color rojo carmín, resaltaban más que los de ella, que era un gloss ivory mate. Arrugó el ceño, recordando la sorpresa que se llevaron sus padres adoptivos cuando uno de sus mejores amigos, los sorprendió al divorciarse y anunciar que era gay, a partir de ese momento, su vida cambió por completo, con frecuencia lo veía maquillado. Quizás ese era el caso del señor Arango y ella no era quien para juzgar su vida.
—No, no hay problema, señor —pronunció disipando aquel sabor salado, desvió su mirada, para no ser tan evidente.
—Vamos a mi despacho. —Señaló, entonces observó que la chica tomó su bolso. — ¿Quiere que le ayude con la taza de café?
— ¡No! —la joven exclamó mirando aquella taza—, Me irrita el estómago —mintió con voz temblorosa.
—¿Desea que le pida un té? —preguntó Carlos Alejandro.
—No es necesario —contestó temiendo que volviera a ocurrir lo mismo.
—Me permite su currículum —solicitó tomando asiento en su cómoda silla de cuero.
Abrió su bolso fingiendo buscarlo, se le daba bien eso de la improvisación.
—Lo debo haber extraviado en el camino. —Mordió su labio inferior. — ¿Se lo puedo enviar a su correo? —cuestionó sonriendo con ternura, e hizo morritos con los dedos dentro del bolsillo de su vestido, con su padre no fallaba aquella táctica de la sonrisa, esperaba que con aquel hombre fuera así, pues en el camino fue modificando su curriculum.
—Está bien —indicó y de inmediato le dio su correo—. Ya lo tengo —mencionó y comenzó a leerlo. —Tiene veintidós años. —Frotó su barbilla. —¿Estudias diseño gráfico? —preguntó con extrañeza. — ¿Por qué busca el puesto de niñera?
«Porque prácticamente soy una vagabunda, que no tiene donde caerse muerta», volvió a sonreír y se aclaró la garganta.
—Me agradan los niños, pero le tengo que ser muy honesta señor Arango, un trabajo como este me permitirá cuando ellos estén en clases, poder seguir estudiando, además que el tener un techo que no tenga que pagar, me dejaría costear las mensualidades de la universidad. ¿Es malo querer superarse?
Carlos Alejandro se quedó pensativo y prefirió seguir leyendo el currículum.
—Veo que tiene experiencia cuidando niños. —Sonrió más relajado. — ¿Qué edad tenían Jack y Andy?
Presionó sus labios con fuerza para no soltar una carcajada, al hacer pasar como niños a los perrijos de la pareja gay que cuidaba cuando ellos salían de vacaciones o tenían compromisos.
—Cinco y seis —contestó lo más serena que pudo.
—Mis hijos son un poco más grandes, tienen ocho años. —Tomó un portarretrato y se los mostró.
Briana sonrió al verlos, eran hermosos, piel blanca, cabello castaño rizado y el niño tenía los ojos claros como su padre y la pequeña marrón.
—Se ven felices.
—Me esfuerzo porque lo sean —contestó dibujando una sonrisa, la cual Briana intentó no mirar, ya que resaltaba más aquel marcado rojo carmín de sus labios.
— ¿Me va a contratar? —indagó sintiendo que su corazón se agitaba con fuerza.
—La voy a poner a prueba, una semana y veremos si se acomoda con ellos, sí es así, el puesto es suyo. —En su interior deseó que así fuera, pues de todas las entrevistas que había tenido, fue la única que llegó ilesa, había esperanzas. ¡Oh sí!
Desde una de las habitaciones de la residencia Arango, Danilo y Daniela, los hijos de Carlos Alejandro se encontraban castigados, sin poder salir, sin sus tabletas y sin televisor, por lo que el pequeño realizaba un dibujo en su escritorio y ella estaba sentada en el suelo abrazando sus piernas. — ¿Y ahora qué haremos? —indagó Dany—, si no salimos de aquí, mi papá va a contratar a alguna mujer como nana. —Presionó en una fina línea sus labios, su mirada se tornó acuosa. Danilo volteó a mirarla, su corazón se estrujó al poder sentir su tristeza, por lo que soltó el lapiz de color que tenía entre sus dedos, y se puso de pie para acercarse a ella. —No te preocupes por eso, haremos todo para que se vaya pronto, siempre ha sido así. —La abrazó con fuerza y se sentó junto a ella. —Me preocupa no poder cumplir la promesa que le hicimos a mamá —confesó la niña con voz inestable—, ella no soportaría que otra mujer entrara a la casa y se robara el corazón de papá. —Acomodó su cabeza sobre el
Briana presionó su labio inferior, nunca se imaginó que no la quisieran, puesto que el pequeño se colocó a lado de su hermana y también se cruzó de brazos, era evidente que las cosas se complicarían, algo que no se imaginó, ahora la pregunta que la atormentaba era, ¿qué haría el señor Arango?, ¿le pediría que se marchara?, ¿sería de los padres que hacían lo que sus hijos querían? Carlos Alejandro arrugó el ceño y miró a los mellizos. —El nombre de su institutriz es Briana, no es negociable. Ambos sabían que estábamos en el proceso de contratación, por lo que no les estoy pidiendo su opinión, ¿quedó claro? —cuestiono con cierta suavidad, pero con una mezcla de firmeza, que sorprendió a la chica—. Les voy a pedir su colaboración, trabajando como un equipo, saben que llegaremos a buenos resultados, lo hago por su bien. —Se colocó en cuclillas y los abrazó. Mientras la chica observaba aquella escena que estaba a punto de conmoverla, los niños le sacaron la lengua y le hicieron gestos.
Recorrieron cada rincón de la casa, desde la cocina, sala, comedor, cuarto de juegos, baños, terrazas, salón de usos múltiples, jardínes, hasta volver a la planta alta, en donde le señaló al fondo del corredor, cual era la habitación de él por si algo se le ofrecía, para luego mostrarle las de las visitas. —Finalmente ésta es dónde dormirás. —Abrió la puerta y ambos ingresaron—, espero que sea de su agrado. Briana sonrió con emoción al saber que tenía un techo en donde estaría a salvo, no tendría que andar vagando, como se soñó la noche anterior, vestida con harapos, toda sucia buscando qué comer en los contenedores de basura. —Muchas gracias —respondió con ciertos matices en su voz, que la hicieron demostrar lo agradecida que estaba, quizás más de lo que esperaba Carlos Alejandro. —Es lo justo —respondió él notando ese extraño énfasis en sus palabras, que no comprendió del todo—, ahora la dejo para que se instale, en un momento hago que le suban su equipaje. Disfrute de la tarde,
Con torpeza se intentó detener de la encimera y se volvió a resbalar, estaba nerviosa, mucho más de lo que se pudo imaginar. Vaya que se estaba viendo torpe, más de lo que era, entonces aquel fuerte apretón en su cintura, la hizo ponerse nerviosa, aunque intentaba calmarse, con cada respiración, su aroma permeaba más y más. Se enderezó, sintiendo que su rostro estaba rojo como un tomate, al saber que estaba detrás de ella, y que lo vería a los ojos. —Me ha metido un gran susto. —Se llevó las manos al pecho, su respiración se agitó al apreciar el escultural monumento que tenía frente a él. Era inevitable no mirarlo, hasta que… «Es gay», recordó. Presionó sus labios con fuerza y retrocedió, buscando recobrar la calma. —Lo lamento, no era mi intención. —Carlos Alejandro se aclaró la garganta—, huele muy bien, eso me hizo venir —explicó buscando qué era lo que olía tan bien. Briana le sonrió, aunque no era muy buena en la cocina, preparaba unas mantecadas con chispas de chocolate, rece
Silencio. —Les acabo de hacer una pregunta, ¡quiero respuestas! —Estiró su mano ayudando a ponerse de pie a la niñera. — ¿Se encuentra bien? —indagó presintiendo lo que seguía, que le soltara una letanía sobre la educación de sus hijos, tomara sus cosas y saliera huyendo de ahí—. No me dejan más remedio que considerar enviarlos a un internado —expresó viéndolos con dureza, estaba molesto y no era para menos, ya no tenía más opciones de encontrar quien los cuidara. En qué aprietos lo metían. —Necesito ir al tocador —Briana manifestó sin poder dejar de toser. Danilo abrazó a su hermana, habían sido sorprendidos con las manos en la masa, estaban perdidos, nunca habían visto tan molesto a su padre. — ¡No! —Daniela exclamó asustada—, no nos lleves internados. —Su mirada se cristalizó. ¡Por favor! —suplicó. —Yo no puedo estar al pendiente de ustedes, no comprenden eso, necesitan de alguien que esté a su lado, y si la señorita Briana se va de la casa, no creo que nadie más se atreva a ve
No pudo evitar hacer ruido al colocar el canasto con las galletas, presionó los dientes con fuerza, pues desde el reflejo de la ventana se dio cuenta que uno de ellos se movió.Carlos Alejandro abrió los ojos de golpe, al sentir que su mano estaba sobre la de su amigo, arrugó el ceño, de inmediato la retiró y se puso de pie, pasó los dedos por sus ojos, no podía creer que se había quedado dormido, no otra vez. Tomó su móvil y con la cámara frontal, se aseguró de no tener los labios pintados.— ¿Todo bien? —Briana preguntó con extrañeza.—Sí, todo en orden —respondió él con tranquilidad.—Les dejé unas galletas, enseguida traigo algo para beber.—Dile a Eleonor que nos lleve café a mi oficina, uno muy cargado —solicitó—, tenemos trabajo pendiente, debemos darnos prisa, porque Cris viaja a España mañana por la tarde.—Enseguida señor. —Sonrió y observó que Cristian también se ponía de pie, después de frotar sus ojos, fijó su mirada en ella.—Cristian de la Vega, un placer —pronunció a
No pudo dejarla en el sillón, menos sabiendo que el personal a tempranas horas estaría ahí, para realizar sus labores, por lo que se inclinó para tomarla entre sus brazos, arrugó el ceño al percibir la forma en la que se aferraba a su cuello y acomodaba su rostro en su firme pectoral. Mientras ascendía por las gradas; se detuvo un instante, inclinó su rostro y apreció sus delicadas facciones, gracias a la tenue luz que se filtraba por el tragaluz. Se veía tan dulce.¡Dios!¿Que cosas estaba pensando?, se reprochó, pues seguía luchando por controlar su firme erección, era una tortura tenerla tan cerca, y no poder sentirla suya. Sacudió su rostro, «¿sentirla suya?», se repitió en su mente, pero ¿En qué momento aquella chica había dado pie a algo más?, ¿qué demonios le estaba pasando? Se dio cuenta que todo había sido ocasionado desde que, Cristian había estado en casa y de eso ya había pasado más de mes y medio.Justo ahí despertó cierto interés que desconocía sobre ella, la sola idea d
Eran tres meses los que Briana llevaba trabajando como la niñera oficial de los mellizos Arango, aunque no todo era miel sobre hojuelas, había logrado frenar las bromas de los pequeños. Se podría decir que vivían en armonía.Estaba en el jardín, cuando ellos salieron después de quitarse el uniforme, la mirada de Daniela se iluminó al observar un hermoso mantel tendido sobre el césped.— ¡Un picnic! —exclamó con emoción.—Les dije que sí cumplían con todos sus deberes, les tendría una sorpresa. —Destapó una de las tapas de la canasta de alimentos.—Se ve delicioso —Dano manifestó con amplia sonrisa.—Pues vengan a sentarse para comer —solicitó señalando los cojines que tenía preparados.—Nunca habíamos hecho un picnic —confesó Dany.—Les tengo otra sorpresa, un pajarito me dijo que tuvieron mejores notas, me siento muy orgullosa de ustedes. —Gracias —respondieron ambos con amplia sonrisa. —¿Qué sorpresa nos tienes? —indagó Dano.—Esta noche acamparemos en el jardín, haremos una fogat