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CAPÍTULO 2. ¿PODEMOS HACER LA ENTREVISTA?

Ingresó satisfecho a su oficina, después de haber logrado finalizar un importante contrato, que lo llevaría a expandir su importante industria. No podía evitar sonreír ante la emoción, ni dejar de sentirse orgulloso del dominio que tuvo con aquellos empresarios, de los diferentes países con los que habló. Sin lugar a dudas podía con todo todo oh…, bueno casi con todo, solo tenía dos pequeñas preocupaciones, a quienes intentaba domar: Los mellizos: Danilo y Daniela

La rebosante sonrisa que llevaba se desdibujó al instante que recordó que tenía que regresar con urgencia a su residencia para entrevistar a la candidata que enviaría la agencia de empleo, para el puesto de niñera. Miró su costoso reloj y como si un resorte lo empujara, se puso de pie,  y salió, ingresando sobre el imponente y acristalado puente que conectaba con el estacionamiento. Aquella reunión lo había demorado más de la cuenta, tenía que llegar antes de que fuera tarde. ¡Rayos!

Con rapidez se subió en el asiento de atrás de su poderoso y oscuro BMW, en donde ya lo esperaba Joaquín, su chofer.

—Tengo prisa, necesito llegar a la casa antes que la posible niñera de mis hijos, ¿crees poder hacerlo? —dio un par de golpes con su dedo índice en su reloj.

El hombre presionó sus labios en una línea y contuvo el aire, al saber que faltaban veinte minutos para las seis de la tarde y exactamente era la hora pico en la ciudad, dónde todo el mundo buscaba regresar a sus hogares.

—No le prometo nada. —Se aclaró la garganta—, haré lo posible —indicó haciendo rugir el poderoso motor aquel prodigioso vehículo que tanto le gustaba conducir y salió del complejo industrial en que se encontraban.

—Prometo un aumento de sueldo, si logras hacerlo —intentó incentivarlo, pues no vivían tan cerca del lugar, a cuarenta minutos, se encontraba su residencia en San Pedro Garza García, en Monterrey.

El chofer ladeó los labios sonriente y comenzó a serpentear entre los autos, intentando poder avanzar lo más posible, mientras que Carlos Alejandro hacía una llamada desde su móvil.

—Estoy retrasado, ¿llegó la niñera? —indagó a Eleonor, el ama de llaves.

—Aún no, señor —respondió ella.

—No vayas a dejar que se marche, es importante que la entreviste.

—Así lo haré, señor.

— ¿Y los mellizos?

—Están haciendo sus deberes en completa calma —indicó la mujer.

Presionó con fuerza su mentón, no era una buena señal, no en sus hijos, los conocía bien.

—No les quites la vista de encima —ordenó sintiendo sus músculos tensos.

—No lo haré señor.

Resopló observando a través del cristal de la ventana, cómo es que comenzaba a oscurecer, se recargó sobre el sillón de cuero, no tuvo más remedio que apreciar el juego de luces de los altos edificios alumbrando el panorama, sin poder dejar de sentir inquietud.

En cuanto las puertas de su residencia se comenzaron a abrir de forma automática, Joaquín acomodó el auto con rapidez, antes de que se bajara para abrir la puerta, esta ya estaba abierta y su jefe ya no estaba en el asiento trasero, arrugó el ceño, entonces lo observó caminar a grandes zancadas, sus labios se separaron al comprender porqué lo hacía.

— ¡Alto! —Carlos Alejandro gritó desde el jardín, mirando hacia uno de los balcones, al darse cuenta que no hicieron caso a su advertencia soltó su jersey y corrió hacia la entrada principal, donde se encontraba una mujer que estaba por entrar a la residencia.

Varias carcajadas se escucharon al momento que fue derramada una cubeta con agua desde la planta alta, directo sobre aquella mujer, quien cuando se estaba reponiendo de lo fría que estaba recibió después tierra de una maceta. Un fuerte quejido resonó de ella.

Carlos Alejandro miró hacia el balcón y los miró con seriedad, estaban tan metidos en aquella travesura que no escucharon la advertencia que su padre le dio, minutos atrás.

— ¡Oh, oh! —ambos exclamaron al mismo tiempo y desaparecieron de su radar.

— ¿Se encuentra bien? —preguntó Carlos Alejandro, completamente avergonzado por lo sucedido.

La oscurecida mirada de aquella niñera, lo fulminó al instante.

— ¿Qué clase de niños se están formando en esta casa? —cuestionó furiosa, mientras pasaba una de sus manos sobre su cara retirando la tierra que picaba en sus ojos.

—Es una situación complicada. —Se aclaró la voz—, entre mi trabajo y ellos me tengo que dividir, por eso es que me urge encontrar una persona preparada para que estén bajo su cuidado, hasta que regrese a casa —indicó dejando que pasara para que se aseara, pero ella se negó.

— ¿Qué fue lo que pasó? —ell ama de llaves se asomó y preguntó.

—Te dije que no les quitaras la vista de encima —susurró Carlos Alejandro.

—Estaban haciendo su tarea, solo fui a prepararles una limonada —se justificó.

Rodó los ojos y se acercó a la sala al ver que aquella mujer se aproximaba.

— ¿Podemos hacer la entrevista? —sonrió mostrando su perfecta dentadura, llenó de esperanza—, podemos negociar su salario, también.

—Ni loca —respondió presionando los dientes con fuerza—, jamás me quedaría en un lugar en el que desde el primer día me reciben de esta manera, ¿qué será en un mes? —indagó—. Le advierto que si no pone en cintura a ese par o los envía a un internado militar. —Señaló hacia el descanso de las escaleras donde se asomaban los niños—, se convertirán en un par de delincuentes hechos y derechos. —Arrugó el ceño con desprecio.

Ambos niños desaparecieron al instante, al ver la forma en la que los miraba.

—Será mejor que se marche —Carlos Alejadro dijo con seriedad y abrió la puerta para que se fuera o de lo contrario entrarían en una gran discusión, él conocía perfectamente a sus hijos, cuando se trataba de buscar una cuidadora, hacían todo por sabotearlo, pero no comprendía porqué.

Estaba tan molesto que prefirió ir a su oficina y servirse un trago, le preocupaba no tener una guía femenina que estuviera cuidando de ellos. Sabía que necesitaban del cariño de una madre, la única figura que podía ofrecerles era la de una niñera; sin embargo, ninguna de las muchas que había entrevistado, a todas se habían encargado de correr. ¿Qué sería de ellos si crecieran sólo bajo el cuidado de él?, se volverían fríos e inexpresivos, no era lo que deseaba para ellos. Miró hacia la ventana con preocupación, necesitaba la ayuda de alguien y con urgencia, por lo que se dedicaría a buscarla hasta lograrlo.

****

Días después.

Sosteniendo una gran maleta y una mochila, Briana salió de la casa de una de sus compañeras de la universidad que le dio alojamiento. No podía dormir pensando en que sería de ella, ahora que no contaba con el apoyo de la familia que le dio un techo desde que tenía ocho años de edad, muy a pesar de Martina y aunque quiso llevarse bien con Sarai, nunca lo logró, siempre la vio como una amenaza, como una rival, algo que no comprendía porque, estaba tan sola, que lo único que anhelaba era un hogar, lamentablemente nunca lo tuvo.

Ahora que Agustín, su papá estaba debatiéndose entre la vida y la muerte, no podía acercarse a él, no deseaba que por su culpa, lo fuera a perder, suficiente culpa ya sentía después de lo sucedido con Orlando, de no ser por él, las cosas serían distintas. al menos para él.

Tomó asiento en una banca en donde pudo admirar el emblemático cerro de la silla, sitio por el que era conocido la ciudad en donde había crecido. Aunque tenía algunos ahorros, sabía que si se hospedaba en un hotel, se los acabaría, necesitaba pensar con calma que es lo que iba a hacer. Sin duda alguna lo que necesitaba era trabajar, y un lugar pequeño que pudiera pagar. ¡Eso era! inhaló llena de esperanzas. Miró al hombre canoso que estaba a su lado, leyendo el periodico.

—Disculpe señor, me permitiría la sección de empleos. —Sonrió mostrando su blanca dentadura.

El sujeto devolvió aquella sonrisa y se la entregó.

—Te la puedes quedar —dijo poniéndose de pie—, estoy muy viejo como para que me contraten de modelo,  sobrecargo o de niñera —se mofó—, que tengas suerte.

No pudo evitar carcajearse al escucharlo, sacó un bolígrafo y comenzó a circular aquellos empleos que le interesaban, hasta que uno de ellos llamó por completo su atención:

Se busca institutriz para dos encantadores mellizos, requisitos hablar inglés, y tener carrera universitaria a fin. Indispensable buen humor y tener mucha paciencia para su convivencia. Experiencia en el área. Se ofrece alojamiento los siete días de la semana, además que incluyen alimentos y se requiere disponibilidad para acompañarlos en viajes vacacionales.

Briana se talló los ojos, buscó sus anteojos al leer aquel anunció, ¿era cierto lo que veía?, cumplía con casi todos los requisitos: Era paciente, tenía buen sentido del humor, estaba a la mitad de su carrera, no veía porque no la considerarían, aunque lo único que no poseía era experiencia, ¿contaría el haber cuidado durante las vacaciones a Jack y Andy, los perros de los vecinos?, esperaba que sí, porque estaba decidida a no dejar que nadie le ganara aquel empleo, debían pagar bien, ya que era en uno de los lugares más próspero de la ciudad.

—Es para mí —lo decretó con fe y se dirigió hacia aquella residencia en la que sabía que la vida le podía cambiar.

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