— ¡Salte de la cocina, que la voy a ocupar! —ordenó Sarai, dando un ligero golpe en el hombro de su supuesta ‘hermana’ al pasar.
Briana elevó su rostro para mirarla, presionó los dientes para no contestar a su provocación, sabía que podía hacerlo de otra manera. Era una chica lista.
—Parece que tuviste un mal día, ¿acaso te fue mal en los exámenes finales? —se puso de pie, tomó el libro que estaba leyendo y su taza de café.
Sarai presionó con fuerza su puño, estaba que trinaba de la furia, pues sabía que no pasaría todos los exámenes. No tenía idea qué es lo que iba a hacer, pues su padre le había prometido un viaje por Europa, para celebrar el fin de semestre. Su pecho ardía al verla tan cómoda, disfrutando de las vacaciones anticipadas; pues había logrado exentar todas las materias con las notas más altas del grupo. Se le hacía injusto, que a la ‘arrimada de la familia’, le fuera mejor que a ella.
La detestaba, desde que su padre la había llevado a la casa, nunca la pudo ver como él quería, como parte de la familia. Como a la hermana que nunca tuvo. Le gustaba ser el centro de atención de sus padres, y de todo el mundo. Cuando esa intrusa llegó, le robó eso y el cariño de su padre. Estaba harta, ya era hora de sacarla de una vez y para siempre de sus vidas.
—Claro que no —contestó antes de que saliera Briana de ahí—, me fue de maravilla, estoy pensando a qué países iremos a celebrar con Orlando, y mis papás. —Elevó ambas cejas triunfante, pues algo que agradecía es que a su madre tampoco le agradaba, y nunca permitió que los acompañara en sus viajes familiares.
Briana esbozó una amplia sonrisa, pues algo que agradecía cuando ellos viajaban, era que tenía la casa para ella sola; a pesar que Martina su supuesta ‘madre adoptiva’, también les daba la temporada de vacaciones al personal. Sabía que era para molestarla, pero no lo hacía, pues se respiraba paz, además qué podía hacer lo que quisiera, sin restricciones.
—No imaginas cuanta falta me harás —intentó escucharse lo más sincera que pudo; y salió de ahí; llevaba dos peldaños de la larga escalera flotante, cuando el timbre se escuchó un par de veces sonar, siendo cerca de las diez de la noche, regresó dejando sus cosas cerca de una de las mesas del recibidor.
Arrugó el ceño al observar a Orlando, el novio de Saraí, en el umbral de la puerta.
—Buenas noches. —La mirada del joven se iluminó al verla, era algo que no podía evitar, esa chica tenía algo que le robaba el aliento, sus manos sudaban de tan solo estar tan cerca. Era una joven con gran carisma, de rasgos finos, de buen humor; tenía unos hermosos ojos azules que le hacían derretirse, no lo podía evitar. ¿Quién lo podría?
—Hola, Sarai está en la cocina —manifestó.
—La espero en la sala —comentó entonces observó el libro que había en la mesa. — ¿Milan Kundera? —indagó con asombro.
Briana sonrió de tal forma que su mirada se iluminó como si tuviera dos brillantes luceros.
— ¿Te gusta? —preguntó con interés.
—He leído un par de libros —dijo acomodándose en uno de los sillones.
—Mi papá tiene la colección en su biblioteca —Briana presionó su labio inferior—, cuando quieras puedes echarle un vistazo.
—Muchas gracias. —Ambos jóvenes comenzaron a charlar con gran interés, tanto que el tiempo comenzó a pasar sin que se dieran, reían divertidos, hasta que Orlando retiró un mechón de su oscura cabellera, provocando que la piel de Briana se erizara, poco a poco y se fue acercando, hasta que sus labios llegaron a los de ella.
La piel de Briana se estremeció al percibir su calidez, a pesar de que intentó oponer resistencia, no lo logró pues Orlando acunó sus grandes manos en sus mejillas, entonces no pudo evitar corresponderle.
— ¿Qué demonios está pasando aquí? —Sarai gritó completamente sorprendida, soltó la bandeja que sostenía con algunos emparedados y una jarra de porcelana con café.
Briana sintió que un balde con agua helada le caía, al escuchar la voz de la chica que consideraba su hermana. Ambos jóvenes se pusieron de pie.
—No es lo que parece —Orlando intentó explicar lo inexplicable, al haber sido descubierto besando a la hermana de su novia.
Briana se llevó las manos a su rostro, se sentía avergonzada por no haber podido evitar que sucediera, ni siquiera podía comprender cómo sucedió, sabía que esto no terminaría bien, al menos para ella.
—Lo único que te faltaba es que intentes robarme a mi novio, ya me quitaste el cariño de mi padre, y también ser la única en esta familia y ahora esto. Vaya que no tienes vergüenza. —Se acercó a ella y abofeteó, quien en otra situación se hubiese defendido, pero en esta ocasión se sentía culpable, tanto como Orlando, quien de inmediato alejó a Saraí.
—No me toques, lo mejor que puedes hacer es largarte de aquí —gruñó la aludida—, vete o te desollaré vivo, junto con esa.
Orlando presionó sus puños.
—Lo lamento —susurró dirigiéndose a Briana, se dio la media vuelta y se retiró.
—Ahora si, juro que me las pagarás —bramó llena de rabia Saraí, tomó la tetera y lanzó el café sobre ella.
— ¿Qué es lo que está pasando? —Agustín descendió de la planta alta, al escuchar aquel alboroto, se acomodó la bata de dormir, y caminó acompañado de su esposa Martína.
—Esa tipa, se ha propuesto quitarme a mi novio —chilló Sarai—, la acabo de encontrar besando a Orlando, ¡esto ya es el colmo!, tienes que hacer algo con esa golfa, papá. No podemos seguir bajo el mismo techo, o se va ella o me voy yo. —Elevó el mentón con altivez.
—Las cosas no son así —Briana intentó defenderse, sintiendo empapada su blusa—, lamento mucho lo sucedido, pero yo no lo ocasioné.
— ¡Esto es el colmo! —intervino Martina—, así es como le pagas a mi esposo que te sacara de aquel horrible orfanato en el que te dejaron desamparada, a pesar de que, yo me negué a que te trajera a vivir bajo el mismo techo, y te diera nuestros apellidos. —La miró con desprecio, pues siempre había sospechado que aquel repentino interés de Agustín por esa mocosa, tenía que ser porque la había concebido en alguna aventurilla. En esta época, ¿qué hombre era fiel?
— ¡Basta Martina! —Agustín la sujetó con fuerza por uno de sus brazos. — ¡Guarda silencio! —ordenó fulminando con la mirada, su respiración estaba agitada, volteó a ver a Briana, sin poder creer lo que decían, necesitaba escuchar su versión. Dio un par de pasos hacia la chica distinguiendo que sus mejillas estaban teñidas de un rojo carmesí, ante la vergüenza que estaba pasando. De pronto un fuerte dolor invadió su brazo izquierdo, se llevó la mano hacia él, intentó hablar, pero ya no pudo decir nada. Se desplomó, intentando detenerse, el rostro de la joven, fue lo último que pudo distinguir.
Dos días habían pasado, en el que lo único que sabía Briana, es que al hombre que consideraba como un padre, había sufrido un infarto, y se debatía entre la vida y la muerte. Debido a que las cosas estaban peor que nunca entre Martína y Sarai, no le habían permitido estar en el hospital, lo único que podía hacer era estar llamando para solicitar informes, nada más.
Escuchó con claridad el rechinido de la puerta de la habitación de sus padres, decidió esperar a que Martina descansara un rato, para poder hablar con ella, lo único que necesitaba saber era que había esperanzas para que se salvara. Tomó el libro que estaba leyendo y se dirigió al puff, en donde se dejó caer de forma desgarbada.
Su corazón se agitó al escuchar que tocaban a la puerta por lo que de inmediato, se movilizó reconociendo por la forma en la que tocaban que era su madre adoptiva.
— ¿Cómo se encuentra mi papá? —fue lo primero que preguntó al verla.
Martina la miró con dureza a los ojos, su rostro no daba indicios de nada. No mostraba expresión alguna.
—Agustín, no es tu padre, nunca lo ha sido, no llevas su sangre. No quiero que lo vuelvas a llamar así, ¿te quedó claro? —elevó ambas cejas—. Dadas las circunstancias al no saber si mi esposo… vivirá. Seré yo quien tome las decisiones a partir de este momento.
La chica pasó saliva con dificultad, su garganta picó al escuchar sus duras palabras, que le dolieron en lo más profundo, pero no le iba a dar el gusto de demostrárselo, retrocedió un par de pasos al ver que Martina ingresaba a su habitación.
—Después de lo sucedido entre Orlando y tú, no te quiero en mi casa. ¡Quiero que te vayas! —ordenó sin rastro de sentimiento alguno.
— ¿Irme? —Briana le preguntó, sabía que la única familia que conocía eran ellos.
—Tienes dos horas para recoger tus cosas —anunció—, evitame la pena de solicitar que te echen.
Un fuerte escalofrío la sacudió, sabía que no estaba bromeando, por fin había encontrado la forma de deshacerse de ella, ahora que Agustín no estaba a cargo.
— ¡No fue mi culpa! —se defendió.
—No me importa saber cómo sucedió, te quiero fuera a más tardar en dos horas —repitió y salió de ahí.
Uy sí, esta vez ni Dios padre la salvaría. Se dejó caer al suelo, Martina no estaba bromeando, estaba decidida a sacarla por las buenas o por las malas, ¿a dónde podría ir?, se abrazó a sí misma, sin poder creer que una vez más se encontraba más sola que nunca.
***
Muchas gracias por llegar a esta historia, una historia fresa y ligera, que tiene la finalidad hacerte pasar un buen rato. Te saludo con cariño.
Ingresó satisfecho a su oficina, después de haber logrado finalizar un importante contrato, que lo llevaría a expandir su importante industria. No podía evitar sonreír ante la emoción, ni dejar de sentirse orgulloso del dominio que tuvo con aquellos empresarios, de los diferentes países con los que habló. Sin lugar a dudas podía con todo todo oh…, bueno casi con todo, solo tenía dos pequeñas preocupaciones, a quienes intentaba domar: Los mellizos: Danilo y Daniela La rebosante sonrisa que llevaba se desdibujó al instante que recordó que tenía que regresar con urgencia a su residencia para entrevistar a la candidata que enviaría la agencia de empleo, para el puesto de niñera. Miró su costoso reloj y como si un resorte lo empujara, se puso de pie, y salió, ingresando sobre el imponente y acristalado puente que conectaba con el estacionamiento. Aquella reunión lo había demorado más de la cuenta, tenía que llegar antes de que fuera tarde. ¡Rayos! Con rapidez se subió en el asiento de at
Resopló al llegar a la hermosa casa con arquitectura moderna y toques contemporáneos, estaba por tocar a la puerta, cuando una mujer salió, Briana abrió los ojos de par en par al ver a la mujer mojada, con el cabello y la ropa cubierta de tierra, estaba por cerrar, pero la joven se lo impidió con su mano. —Vengo por el anunció. —Mostró el periodico que llevaba en su mano. La mujer rodó los ojos. —Suerte con esos… rufianes. —Presionó con fuerza sus dientes y se retiró. Ingresó por los escalones de concreto del jardín acomodados de forma asimétrica, además que estaban rodeados de varias plantas de ornamento como la lavanda y algunos arbustos, todo hasta llegar a la puerta principal; estaba algo confusa por aquella mujer que se encontró. Se detuvo al ser interceptada por el personal de seguridad, para que registraran su ingreso y le avisaran al señor Carlos Alejandro y la entrevistara. Desde el momento en que entró a la casa, apreció que el punto focal estaba en el inmenso jardín, e
Desde una de las habitaciones de la residencia Arango, Danilo y Daniela, los hijos de Carlos Alejandro se encontraban castigados, sin poder salir, sin sus tabletas y sin televisor, por lo que el pequeño realizaba un dibujo en su escritorio y ella estaba sentada en el suelo abrazando sus piernas. — ¿Y ahora qué haremos? —indagó Dany—, si no salimos de aquí, mi papá va a contratar a alguna mujer como nana. —Presionó en una fina línea sus labios, su mirada se tornó acuosa. Danilo volteó a mirarla, su corazón se estrujó al poder sentir su tristeza, por lo que soltó el lapiz de color que tenía entre sus dedos, y se puso de pie para acercarse a ella. —No te preocupes por eso, haremos todo para que se vaya pronto, siempre ha sido así. —La abrazó con fuerza y se sentó junto a ella. —Me preocupa no poder cumplir la promesa que le hicimos a mamá —confesó la niña con voz inestable—, ella no soportaría que otra mujer entrara a la casa y se robara el corazón de papá. —Acomodó su cabeza sobre el
Briana presionó su labio inferior, nunca se imaginó que no la quisieran, puesto que el pequeño se colocó a lado de su hermana y también se cruzó de brazos, era evidente que las cosas se complicarían, algo que no se imaginó, ahora la pregunta que la atormentaba era, ¿qué haría el señor Arango?, ¿le pediría que se marchara?, ¿sería de los padres que hacían lo que sus hijos querían? Carlos Alejandro arrugó el ceño y miró a los mellizos. —El nombre de su institutriz es Briana, no es negociable. Ambos sabían que estábamos en el proceso de contratación, por lo que no les estoy pidiendo su opinión, ¿quedó claro? —cuestiono con cierta suavidad, pero con una mezcla de firmeza, que sorprendió a la chica—. Les voy a pedir su colaboración, trabajando como un equipo, saben que llegaremos a buenos resultados, lo hago por su bien. —Se colocó en cuclillas y los abrazó. Mientras la chica observaba aquella escena que estaba a punto de conmoverla, los niños le sacaron la lengua y le hicieron gestos.
Recorrieron cada rincón de la casa, desde la cocina, sala, comedor, cuarto de juegos, baños, terrazas, salón de usos múltiples, jardínes, hasta volver a la planta alta, en donde le señaló al fondo del corredor, cual era la habitación de él por si algo se le ofrecía, para luego mostrarle las de las visitas. —Finalmente ésta es dónde dormirás. —Abrió la puerta y ambos ingresaron—, espero que sea de su agrado. Briana sonrió con emoción al saber que tenía un techo en donde estaría a salvo, no tendría que andar vagando, como se soñó la noche anterior, vestida con harapos, toda sucia buscando qué comer en los contenedores de basura. —Muchas gracias —respondió con ciertos matices en su voz, que la hicieron demostrar lo agradecida que estaba, quizás más de lo que esperaba Carlos Alejandro. —Es lo justo —respondió él notando ese extraño énfasis en sus palabras, que no comprendió del todo—, ahora la dejo para que se instale, en un momento hago que le suban su equipaje. Disfrute de la tarde,
Con torpeza se intentó detener de la encimera y se volvió a resbalar, estaba nerviosa, mucho más de lo que se pudo imaginar. Vaya que se estaba viendo torpe, más de lo que era, entonces aquel fuerte apretón en su cintura, la hizo ponerse nerviosa, aunque intentaba calmarse, con cada respiración, su aroma permeaba más y más. Se enderezó, sintiendo que su rostro estaba rojo como un tomate, al saber que estaba detrás de ella, y que lo vería a los ojos. —Me ha metido un gran susto. —Se llevó las manos al pecho, su respiración se agitó al apreciar el escultural monumento que tenía frente a él. Era inevitable no mirarlo, hasta que… «Es gay», recordó. Presionó sus labios con fuerza y retrocedió, buscando recobrar la calma. —Lo lamento, no era mi intención. —Carlos Alejandro se aclaró la garganta—, huele muy bien, eso me hizo venir —explicó buscando qué era lo que olía tan bien. Briana le sonrió, aunque no era muy buena en la cocina, preparaba unas mantecadas con chispas de chocolate, rece
Silencio. —Les acabo de hacer una pregunta, ¡quiero respuestas! —Estiró su mano ayudando a ponerse de pie a la niñera. — ¿Se encuentra bien? —indagó presintiendo lo que seguía, que le soltara una letanía sobre la educación de sus hijos, tomara sus cosas y saliera huyendo de ahí—. No me dejan más remedio que considerar enviarlos a un internado —expresó viéndolos con dureza, estaba molesto y no era para menos, ya no tenía más opciones de encontrar quien los cuidara. En qué aprietos lo metían. —Necesito ir al tocador —Briana manifestó sin poder dejar de toser. Danilo abrazó a su hermana, habían sido sorprendidos con las manos en la masa, estaban perdidos, nunca habían visto tan molesto a su padre. — ¡No! —Daniela exclamó asustada—, no nos lleves internados. —Su mirada se cristalizó. ¡Por favor! —suplicó. —Yo no puedo estar al pendiente de ustedes, no comprenden eso, necesitan de alguien que esté a su lado, y si la señorita Briana se va de la casa, no creo que nadie más se atreva a ve
No pudo evitar hacer ruido al colocar el canasto con las galletas, presionó los dientes con fuerza, pues desde el reflejo de la ventana se dio cuenta que uno de ellos se movió.Carlos Alejandro abrió los ojos de golpe, al sentir que su mano estaba sobre la de su amigo, arrugó el ceño, de inmediato la retiró y se puso de pie, pasó los dedos por sus ojos, no podía creer que se había quedado dormido, no otra vez. Tomó su móvil y con la cámara frontal, se aseguró de no tener los labios pintados.— ¿Todo bien? —Briana preguntó con extrañeza.—Sí, todo en orden —respondió él con tranquilidad.—Les dejé unas galletas, enseguida traigo algo para beber.—Dile a Eleonor que nos lleve café a mi oficina, uno muy cargado —solicitó—, tenemos trabajo pendiente, debemos darnos prisa, porque Cris viaja a España mañana por la tarde.—Enseguida señor. —Sonrió y observó que Cristian también se ponía de pie, después de frotar sus ojos, fijó su mirada en ella.—Cristian de la Vega, un placer —pronunció a