Lorena no recibió ninguna respuesta. Los embriones aún eran muy pequeños.Registró su cita, programó el aborto, y la enfermera, eficiente, gestionó todo rápidamente.La intervención quedó agendada para las tres de la tarde. Debía permanecer en ayunas.Adrián, quien la acompañaba, decidió que él tampoco comería.Al ver que aún faltaban varias horas para la cita y que no podían comer, pensó en llevar a Lorena al carro para descansar un poco.Mientras salían por la entrada principal del hospital, se encontraron con Blanco caminando hacia ellos.—¿Lorena? ¡Qué casualidad encontrarte aquí en Chatelet! —saludó Blanco, con confianza.—¿Te sientes mal? ¿Estás enferma?Al notar a Adrián a su lado, también lo saludó.—Adrián.—Blanco, mi hermano — Adrian le respondió. .—Vine por trabajo, pero la gastritis me está dando problemas, así que vine a una cita—respondió Lorena, usando su gastritis como una burda excusa.Su cara tan pálida, sumado al hecho de que no había desayunado y los exámenes médi
En el hospital.Después de completar los preparativos previos a la cirugía, Lorena se recostó en la camilla mientras le daban la anestesia.La luz del quirófano brillaba intensamente sobre sus ojos, al punto que era molesto.Lorena no es de llorar mucho, pero en ese momento, las lágrimas recorrieron toda su cara hasta empapar su cabello de tristeza.Ya en el avión.César, que acababa de abordar, apenas tomó asiento cuando, de la nada, se sintió muy inquieto. Antes de que el avión despegara, su corazón latía sin control y tuvo un muy mal presentimiento, como si algo horrible estuviera a punto de suceder.Pensó en la noche anterior. Sacó su celular y le escribió un mensaje a Lorena:—Aléjate de Adrián. Si no tienes suficiente dinero, puedo dártelo. Pero no sigas trabajando.Tras enviar el mensaje, realizó una transferencia de quinientos mil a su cuenta.—Por si ella necesita más de lo que le he dado—pensó.Con todo listo, activó el modo avión y se preparó para el despegue.Y mientras tan
Dos mujeres. Para César, no había ningún problema con eso.En su círculo, era común que los empresarios y presidentes tuvieran más de una mujer.Sin embargo, su obsesión carnal por Lorena solo aumentaba la culpa que sentía hacia Teresa en lo más profundo de su ser.En grupo, salieron del aeropuerto por la zona VIP y se fueron directamente al estacionamiento subterráneo.Blanco y Clara los seguían de cerca.Cerca del auto, Teresa miró a César con tristeza.—César, ¿vas a volver a la oficina a trabajar? —preguntó, con un tono melancólico.Pensando en cómo mantener a Lorena mientras seguía atendiendo a Teresa, un sentimiento de culpa lo invadió.—No, no estoy muy ocupado. Te llevaré a casa primero. —César sonrió con dulzura.Teresa pasó de la melancolía a la alegría inmediatamente.Blanco, observándolo todo, suspiró.—Clara, creo debemos irnos rápido del estacionamiento. No vaya a ser que interrumpamos a tu jefe en mitad de algo importante.Teresa, incómoda, bajó la mirada.César le lanzó
Él le había reservado un vuelo de regreso. Alguien la recogería en el aeropuerto, y podría volver al conjunto Los Prados.Justo después de enviarle el mensaje, apareció un signo de exclamación rojo en la pantalla.El mensaje no había sido recibido.¿Acaso lo había bloqueado?César no se molestó, solo se rio.Era bastante típico de Lorena.Inmediatamente marcó su número desde el teléfono que usaba para el trabajo.El tono sonó unas cuantas veces antes de que ella respondiera:—¿Bueno? ¿Quién habla? —preguntó Lorena con un tono educado pero distante.—Te reservé un vuelo. Recuerda volver sola, no con… —César no alcanzó a terminar su frase cuando una voz femenina lo interrumpió.—César, la cena tardará un poco más. No comiste nada en el avión, así que toma un poco de leche. La calenté hace un momento —dijo Teresa, acercándose con una taza de leche caliente que le ofreció.Lorena había pensado que la llamada era de un repartidor, por eso contestó.Cuando escuchó la voz de César, supo de in
—Sí, está bastante delicioso —dijo César mientras le daba un bocado.—¿No te acuerdas de que antes no te gustaba cocinar? —preguntó de repente, recordando algo.—César, ya dijiste que eso era antes. En estos tres años, sobreviviendo como podía en Estados Unidos… con el tiempo, aprendí de todo —respondió Teresa, pero su voz comenzó a quebrarse, esforzándose por contener las lágrimas en sus ojos.Al recordar cómo, hace tres años, su descuido había causado la desaparición de Teresa, obligándola a vagar y sufrir, el corazón de César se llenó de culpa.Con ternura, tomó un par de servilletas para secarle las lágrimas.—No llores más. No permitiré que algo así vuelva a pasar —le prometió con firmeza.Teresa miró hacia abajo, y llena de lágrimas, parecía aún más frágil y también aún más encantadora.—Confío completamente y con los ojos cerrados en ti —dijo con un tono serio pero optimista.—César, ya estoy completamente recuperada.César quedó paralizado por un momento. Su cuerpo se tensó.Te
En aquel entonces, Lorena no sabía la verdad, estaba sumergida en la dulzura del amor. Ahora…Sabía que todo era una mentira, una mentira muy bien escondida.Sin rastro de nostalgia, Lorena tomó el pasador de corbata y lo arrojó directamente al cesto de basura, el del baño, para asegurarse de que desapareciera por completo.Toc, toc. Lorena fue a abrir.—¡Doña Lore! ¿Por qué no contestas el celular? ¿Y encima lo tienes apagado? Estaba preocupado por si hacías alguna tontería —dijo Adrián, con una maleta en la mano y una cara de estar realmente preocupado.—¿Qué estupideces podría hacer? Solo estoy embarazada, nada más —respondió Lorena, fingiendo indiferencia.—Mi celular está dañado, por eso no respondí. Primero vamos a comprarme uno nuevo.Cerrando su maleta y asegurándola, Adrián se ofreció a llevársela.—Claro, te compro uno igual al mío. ¡Podemos tener teléfonos a juego! —bromeó Adrián con una sonrisa.Lorena le dio un suave golpe en la espalda.—¡Cállate! Deja de bromear. Ahora
El Hotel Aurora era una de las empresas de Runpex.—Entonces, le agradecería que le comunique al presidente que el Hotel Aurora necesita reportar los resultados financieros —dijo el gerente, dejando la conversación abierta a la interpretación.—De acuerdo. —Teresa colgó la llamada, pensativa.¿Un gerente de hotel reportando directamente al presidente del grupo? Algo no cuadraba.El nombre de Lorena apareció de repente en su mente.Encendió el celular y descubrió que necesitaba un código para desbloquearlo. Probó con su fecha de nacimiento y, para su sorpresa, funcionó.Abrió la aplicación de mensajes y vio que la conversación con Lorena estaba fijada en la parte superior.Entró en el chat y encontró los mensajes que César le había enviado a Lorena. Allí vio los mensajes en los que César pedía a Lorena que se alejara de Adrián, además de la transferencia de dinero.Teresa comenzó a respirar más rápido.—Lorena, ¿nunca vas a dejar de perseguirlo? —murmuró.—Si no puedes tú sola, entonces
—Está bien, suficiente, no más chistecitos. —César llamó a Santiago por celular.—Trae un traje, por favor.—Recuerda ponerte la crema para la quemadura —le recordó Teresa con amabilidad.Santiago llegó rápidamente con la ropa.César se cambió al traje y salió de la casa de Teresa.Subió al auto y se fueron del conjunto residencial.—¿A dónde vamos, jefe? —preguntó Santiago desde el asiento del conductor, con un tono neutral.—Al conjunto Los Prados.El auto arrancó.César sacó su teléfono y vio que el dinero transferido había sido devuelto.No le hizo gracia.De inmediato devolvió la llamada al gerente del Hotel Aurora.—Señor, la señorita Lorena, que estaba en la habitación 1608, hizo el check-out a las cuatro de la tarde.—¿Salió sola? —preguntó César.Esto… ¿cómo podría explicarlo? pensó el gerente del hotel.—¿Te comieron la lengua los ratones?—La señorita Lorena hizo el check-out acompañada del señor Adrián, que estaba en la habitación 1609 —respondió el gerente con voz tembloro