César estaba pensando.Doña Marta estaba dándole indicaciones a los empleados en la preparación del almuerzo. Lorena, en el pequeño jardín afuera, abrió el grifo para regar el césped.Cuando vio que ya era suficiente, y que la ya casi estaba lista, cerró la llave y fue al baño a lavarse las manos mientras esperaba para comer.Después de hacer todo esto, al ver que aún quedaba un poco de tiempo, lo único que se le ocurrió fue sentarse en el sofá y mirar el celular.Un correo electrónico llamativo apareció en su bandeja de entrada.Lorena lo abrió y, tras mirar un par de líneas, estaba asqueada.El correo contenía fotos íntimas de César y Teresa.Las imágenes eran muy explícitas. Solo pudo mirarlas unos segundos antes de borrar el correo.—¡Qué porquería!Era bastante obvio de quién había sido la idea. Aparte de Teresa, nadie más le mandaría eso.Pero, ¿cómo sabía ella cuál era su correo?Se escuchó el sonido de la cerradura de la puerta. César había llegado a casa.Antes, siempre que él
En realidad, aquel chequeo médico había sido hace mucho tiempo. César nunca aceptaría tener a ese hijo, y en lugar de permitir que él arreglara todo para obligarla a abortar, Lorena prefería hacerlo a escondidas.No le gustaba que la forzaran a hacer cosas.—Primero comamos.César ayudó a Lorena a sacar la silla, y luego se sentó a su lado.Lorena estaba sorprendida. Antes, siempre que se mencionaba a Teresa, él se ponía a discutir con ella, pero hoy, ¿qué le pasaba?No le dio demasiadas vueltas al asunto. Quizá por haber vomitado antes, no tenía mucho apetito y comió poco.Después de la cena:—Esta noche te mudas al cuarto principal conmigo —dijo César mientras se levantaba para dirigirse a su despacho.Lorena no estuvo de acuerdo.—No me siento muy bien esta noche. No debería dormir contigo en la misma cama, lo hablamos mañana.César se detuvo en las escaleras. Recordó el sueño de la noche anterior, en el que ella desaparecía de su mundo, y un miedo inexplicable lo invadió.Con un to
En el edificio del Grupo Financiero Runpex.Lorena caminaba con paso firme detrás de César, y subió en el ascensor exclusivo del presidente hasta el último piso.—¡Buenos días, presidente!César asintió para saludar, sin desviar la mirada, y entró a su oficina.Lorena lo siguió.Cuando ambos desaparecieron detrás de la puerta de la oficina presidencial, el grupo de secretarias comenzó a murmurar en voz baja.—¿La mujer que venía detrás del presidente era Teresa? No sé, me parece que no era… pero también se parece un poco.—Yo también creo que no era ella.Esa mañana, el rumor de que el presidente había traído a una mujer parecida a Teresa voló por todos los despachos como una paloma, llegando a todos los empleados de la empresa.Algunos decían que era Teresa, otros que no.Cuando Teresa se enteró, parpadeó sorprendida. ¿César había traído a Lorena a la empresa?—Lorena, no puedo subestimarte.—Entonces, veamos quién de las dos es la más astuta.Después de llegar a la empresa, César tu
Al ver llegar a César, el ambiente se hizo tenso de inmediato.Después un momento de silencio, la indiferente Lorena dijo:—No estábamos hablando de nada.¿No quería que él supiera?¿Qué podía contarle a Clara que no podía contarle a él?César miró a Clara, quien, rascándose la nariz, por primera vez en su vida le mintió al presidente:—Hace un momento, la señorita Lorena y yo estábamos hablando de las bebidas del área de descanso. La señorita Lorena dijo que estaban muy buenas.—¿En serio? Justo esta noche tengo una cena, te llevaré para que bebas algo, así podrás disfrutar más bebidas buenas —César dijo sonriendo, aunque su tono llevaba un rastro de celos.Lorena: —…Por la tarde.Teresa tocó la puerta de la oficina del presidente.—Adelante —respondió César.Teresa empujó la puerta y, al entrar, miró rápidamente a su alrededor. No vio a Lorena en la oficina. ¿No estaba en la oficina del presidente? Rápidamente bajó su mirada, se acercó al escritorio y entregó los documentos que llev
—Fue sin querer, por favor déjeme pasar.Guillermo se rio.—¿Qué importa haberlo visto? ¿Por qué no te vienes conmigo? No le diré nada al presidente.La secretaria, acostumbrada a este tipo de situaciones, dio un paso a un lado, dejando espacio para Lorena.—Guillermo, si me conoces, deberías saber que no soy alguien a quien puedas tocar —dijo Lorena, mirando alrededor. Su camino estaba bloqueado. En un momento crítico, no tuvo más opción que mencionar a César.Guillermo se rio otra vez, ahora con frialdad.—Esa Teresa sí que es alguien a quien no me atrevería a tocar. Pero tú, ¿qué eres? Según lo que sé, para ti, todo es cuestión de dinero. ¿Cuánto te paga César? ¡Yo te doy el doble!Con tal de acostarse con ella, no le importaba pagarle. Es más, si grababa un video, podría usarlo para chantajearla. ¿No son todas las mujeres iguales en la cama? Tal vez, pero una mujer que el presidente ya había probado, quería ver qué tenía de especial.—¡Déjeme pasar! Si no, llamaré a César ahora mi
César notó que Lorena llevaba mucho tiempo fuera y decidió llamarla. Al sacar su celular, vio que el primer mensaje no leído era de ella. Ya había regresado a casa.¿No lo esperó? ¿Por qué no lo esperó?El ambiente en la cena se tensó. Todos notaron que el entusiasmo del presidente había desaparecido, y la reunión terminó antes de lo planeado.Cuando César volvió a casa, vio que estaba completamente a oscuras, ni siquiera le había dejado una luz encendida.¿Tanto lo odiaba?¿Qué podía hacer? ¡Ya había descubierto que no podía estar sin ella!Encendió la lámpara que está junto a la cama y se quedó mirando su cara dormida durante mucho tiempo. Finalmente, le dio un beso en la frente, sacó su pijama del armario y fue a bañarse.Se quitó el olor a alcohol y tabaco. Envuelto en el aroma del gel de baño que ella compró, César levantó la manta, la abrazó y se acostó junto a ella.Quizá era el efecto del alcohol, o quizá era que tenía a la persona que amaba a su lado, pero en la oscuridad, su
En la amplia cama de un hotel en el extranjero de Valle Motoso.Dos almas estaban estrechamente abrazadas haciendo el amor. En el clímax de la pasión, la voz ronca llena de un magnetismo casi sensual de César Balan, le susurraba al oído:—Lorena, quiero que tengamos un hijo producto de todo este amor.Ella, perdida en el deseo del momento, respondió un sí.Al terminar y aún abrazados, Lorena recordó lo que él había dicho.—¿Dijiste que quieres que tengamos un hijo?Sus ojos todavía brillaban con el deseo que no había desaparecido por completo, y esa mirada encendió de nuevo los pensamientos de César. Por alguna razón, su cuerpo siempre ejercía una lujuria irresistible sobre él. Intentó contenerse y sacó un anillo de compromiso que deslizó en el dedo anular de Lorena.—¿Estás en verdad pidiéndome en matrimonio?—Sí, quiero que seas mi esposa, y ¿así me podrás dar ese niño que tanto anhelo tener? —preguntó César con una sonrisa. En sus ojos había indulgencia, pero no amor.Pero esa mirad
No supo cómo, pero las lágrimas comenzaron a caer, y el maquillaje de ojos recién hecho ya estaba vuelto nada. Sus ojos se posaron entonces en el anillo de diamantes. Lorena tenía una corazonada, una especie de presentimiento. Esa aparecida, ¿destruiría acaso la felicidad que ella había tanto esperado?Pero algo si era cierto, no podía quedarse ahí parada de brazos cruzados; tenía que saber quién era esa mujer.Después de quedarse un momento en su lugar, se levantó sin más y regresó al hotel.El avión había alcanzado su destino, Puerto Mar.En el hospital del Sagrado Corazón.Lorena estaba parada frente a la puerta de la habitación del hospital, abrazándose a sí misma. A través de la ventana de la puerta, intentaba mirar hacia dentro. Allí estaba el intimo amiguito de César; Ricardo Meyer, director del hospital, y otros doctores quienes chequeaban a la mujer que se movía inquieta en la cama.Dos enfermeras sostenían a la mujer para que no se alborotara tanto. En el avión, ya le había