Capítulo 50
—Sí, está bastante delicioso —dijo César mientras le daba un bocado.

—¿No te acuerdas de que antes no te gustaba cocinar? —preguntó de repente, recordando algo.

—César, ya dijiste que eso era antes. En estos tres años, sobreviviendo como podía en Estados Unidos… con el tiempo, aprendí de todo —respondió Teresa, pero su voz comenzó a quebrarse, esforzándose por contener las lágrimas en sus ojos.

Al recordar cómo, hace tres años, su descuido había causado la desaparición de Teresa, obligándola a vagar y sufrir, el corazón de César se llenó de culpa.

Con ternura, tomó un par de servilletas para secarle las lágrimas.

—No llores más. No permitiré que algo así vuelva a pasar —le prometió con firmeza.

Teresa miró hacia abajo, y llena de lágrimas, parecía aún más frágil y también aún más encantadora.

—Confío completamente y con los ojos cerrados en ti —dijo con un tono serio pero optimista.

—César, ya estoy completamente recuperada.

César quedó paralizado por un momento. Su cuerpo se tensó.

Te
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