César miró todos los documentos acumulados sobre su escritorio, pero no les prestó atención. Se levantó y caminó hacia la ventana, desde donde intentó llamar a Lorena.¡El número no estaba disponible!—¡Lorena, carajo, no te da pena! —murmuró, molesto.Justo después, entró otra llamada. Era de Blanco.—¿Qué sucede? —preguntó César con tono poco amistoso, aún estaba afectado por lo que se acababa de enterar.Blanco se rio con tranquilidad.—Escuché que mandaste a buscar a Lorena desde Chatelet y, además, organizaste una conferencia en una escuela solo para incomodar a Adrián.—César, ¿acaso estás celoso? Tú y Lorena ya no están juntos. ¿No la has superado? —Blanco lo provocaba, con sarcasmo.César respondió.—¿Quién te lo dijo?“¿Tu asistente Clara está aburrida de su trabajo?” pensó César, sospechando que su vida privada se había convertido en tema de conversación.Blanco, percibiendo el malestar de su amigo, respondió con calma:—Tranquilo, Clara no me dijo nada. Anoche, durante su ll
Adrián estaba completamente seguro de sí mismo.Por su parte, Lorena no sentía que hubiera cambiado mucho. Excepto por las náuseas que tuvo la mañana anterior, no había tenido ninguna molestia.Incluso esa misma mañana, tenía buen apetito.Si no fuera porque el resultado del examen lo confirmaba, le habría costado creer que estaba embarazada.—¿Le contaste a Marina que estoy embarazada? —preguntó Lorena, mirándolo con calma.—Mientras vayas a hacerte los chequeos médicos, no se lo diré a Marina —respondió Adrián con tranquilidad.Lorena se dio la vuelta y se marchó.Si Adrián aún no había informado a Marina, era su oportunidad para tener el aborto.Ya había tomado una decisión, y debía actuar rápido.Registró su consulta, pagó por el procedimiento, y todo fue rápido. Ni siquiera la intervención de Adrián pudo detenerla.Departamento de abortos.Una enfermera tomó los documentos, los revisó rápidamente y dijo:—Lo siento mucho, pero hoy el departamento de abortos está cerrado. Puede sol
—¡Ese imbécil! —exclamó Marina.Lorena se rio, sin querer. Tener a alguien que te apoya y protege era, sin duda, lo mejor del mundo.—Tranquila. Ahora que cambié de número, ya no puede contactarme. Pero estoy preocupada de que César mande a alguien a vigilarte.—¿Se atrevería a enviarme a alguien? Si lo hace, me encargaré de ir a confrontarlo personalmente —dijo Marina, agitando los puños como si estuviera lista para una pelea.—¿No será que César quiere volver contigo? —preguntó de repente, con un tono curioso. “No es que quiera reconciliarse” pensó Lorena, —Solo quiere que sea su amante secreta.—¡No puedes aceptar algo así! —advirtió Marina.—No te preocupes. No volveré a tener nada que ver con él —le aseguró Lorena, tranquilizándola.—Y dime, ¿cómo va todo con Adrián? ¿Es tan divertido como parece? —preguntó Marina con una sonrisa traviesa.Lorena recordó algo y no pudo evitar preguntar:—¿No debería estar en la escuela? ¿Cómo es que siempre puede salir a cualquier lado?—¿No te l
En Estados Unidos.William abordó su avión privado rumbo a Playa Escondida, con su asistente cerca.—Señor, ¿desea contactar a la señorita al llegar a Playa Escondida?—¡El Martillo Gigante! Adrián, vamos a jugar en ese —exclamó Lorena, señalando emocionada la atracción, llena de entusiasmo.Su cara pálido estaba un poco sonrojado, y la frente y la punta de su nariz sudaban. Los mechones de su cabello, húmedos por el sudor, se pegaban a sus mejillas.Sin duda, se estaba divirtiendo mucho.Adrián sacó una toallita húmeda y se la ofreció a Lorena, quien la tomó para limpiarse el sudor.Él la miraba con ternura, aunque un poco resignado.—Doña Lore, estás embarazada. No puedes ir a atracciones peligrosas como el Martillo Gigante o el Barco Pirata.—Ya te dejé subir a una montaña rusa pequeña, y eso fue mi límite.Lorena suspiró en silencio. Esa montaña rusa era claramente para niños pequeños.—Entonces vayamos a la rueda de la fortuna —sugirió Adrián, señalando hacia otro lado.El sol del
Bajo los fuegos artificiales de los parques de Disney. Y entre la multitud. Las luces seguían iluminando el cielo con todo su bonito espectáculo.El ruido de los voladores dejaron a Lorena en blanco por un segundo.Miró los ojos llenos de seriedad de Adrián y sintió un profundo impacto.Siempre había tomado las palabras de Adrián como una broma.Pero en ese instante, vio que todo era sincero.Su corazón latía al compás de las explosiones en el cielo.Lorena sabía quién era.Una huérfana sin recuerdos.Y ahora, llevaba en su barriguita los hijos de otro hombre.Además, acababa de experimentar el dolor de un engaño.No quería verse atrapada nuevamente en las complicadas emociones de un hombre que lidiaba con la herencia de toda una familia.Tenía mucho miedo.No sabía cuánto tiempo podría durar ese dolor.Ni en qué clase de abismo caería cuando acabara.No quería ser un juguete otra vez. Solo deseaba encontrar a alguien con quien compartir una vida sencilla y sincera.Así que...—Adrián,
Lorena y Adrián caminaban entre risas, discutiendo qué pedirían en el restaurante de comida mexicana.Las vibras estaban llenas de alegría.Mientras César cruzaba la calle, fue fácil para él notar la escena.Se sentía aún más agresivo.Había hecho de todo para encontrar a Lorena: desde monitorear constantemente el perfil de Adrián, hasta conseguir el número de placa de su coche nuevo.Tambien contactó al director del departamento de tráfico para obtener grabaciones de las cámaras en las autopistas.Tras una minuciosa investigación y revisando la última publicación de Adrián, fue solo esa tarde cuando finalmente descubrió la ubicación exacta de Lorena.Sin dudarlo, dejó el trabajo y vino directamente con su equipo.Lorena.Ella en verdad estaba cómoda con Adrián, tenían ya un vínculo cercano.César en cambio parecía un cazador a punto de atrapar a su presa.Caminó con pasos largos y decididos hacia la entrada de Disney.Su presencia imponente, acompañada de una fila de guardaespaldas ve
—Tú, como el hijo mayor de la familia Fuentes, ya sea que solo quieras jugar con ella o tengas intenciones serias, al menos deberías respetar lo que está establecido. Espera a que mi contrato termine, y entonces tendrás derecho a estar con ella—dijo César, mirando a Lorena como si fuera un simple objeto.Lorena, que estaba detrás de Adrián, apretó los puños con fuerza, temblando.En ese momento, se sentía como si la hubieran despojado de toda dignidad y arrojado desnuda a la calle.—¿Amante secreta? ¿Contrato? —pensó con amargura.El arrepentimiento la invadía. ¿Cómo pudo haberse fijado en César, enamorarse de él, incluso firmar un contrato tan humillante solo para acercarse a él? Ahora, solo sentía asco.—Faltan tres meses. ¿Acaso el gran presidente César está tan despechado que no puede esperar? —Adrián respondió con desprecio. —Perseguirla hasta aquí, ¿no crees que la gente se va a reír de ti? Si necesitas dinero, dime cuánto cuesta romper el contrato. Yo lo pagaré.Mientras hablab
Adrián no logró quitarse de encima los dos guardaespaldas que lo retenían.A unos pasos de distancia, Lorena se soltó de la mano de César y caminó sola hacia el carro estacionado al borde de la acera.Clara, de pie junto a la puerta, la abrió con respeto.—Señorita Lorena, por favor, suba.Lorena entró en el auto, donde el aroma del perfume masculino de César impregnaba el aire, haciéndola sentir náuseas y malestar.César la siguió de cerca y subió al coche tras ella.Clara cerró la puerta y, al igual que Santiago, se quedó fuera, esperando en silencio y dejando el espacio a los dos.Dentro del cocheCésar se sentó junto a Lorena, tan cerca que podía sentir su calor. Sin embargo, la rabia que había mostrado antes parecía haber desaparecido.Lorena, mirando por la ventana, no le prestó mayor atención.—¿Qué has estado haciendo todos estos días con Adrián? —preguntó César con tono aparentemente casual, aunque en su interior estaba hirviendo de los celos.—Si has podido encontrarme aquí,