Adrián no logró quitarse de encima los dos guardaespaldas que lo retenían.A unos pasos de distancia, Lorena se soltó de la mano de César y caminó sola hacia el carro estacionado al borde de la acera.Clara, de pie junto a la puerta, la abrió con respeto.—Señorita Lorena, por favor, suba.Lorena entró en el auto, donde el aroma del perfume masculino de César impregnaba el aire, haciéndola sentir náuseas y malestar.César la siguió de cerca y subió al coche tras ella.Clara cerró la puerta y, al igual que Santiago, se quedó fuera, esperando en silencio y dejando el espacio a los dos.Dentro del cocheCésar se sentó junto a Lorena, tan cerca que podía sentir su calor. Sin embargo, la rabia que había mostrado antes parecía haber desaparecido.Lorena, mirando por la ventana, no le prestó mayor atención.—¿Qué has estado haciendo todos estos días con Adrián? —preguntó César con tono aparentemente casual, aunque en su interior estaba hirviendo de los celos.—Si has podido encontrarme aquí,
—¡No necesito que me digas qué hacer! —dijo César en tono furioso. —No dejaré que ella se entere de tu existencia.Lorena lo miró bastante incrédula.—Si buscas pasión, ve con alguien que quiera y pueda dártela. ¡No vengas a fastidiarme! —dijo con asco.—No me he acostado con Teresa —respondió César, haciendo algo inusual: dar explicaciones.Lorena se rio con sarcasmo.—Los paparazzi ya lo vieron. ¿Por qué finges ser puro? ¿Vas a actuar como el inocente? —dijo, con una mezcla de desprecio y desconfianza.—Solo la llevé a casa, cené con ella y me fui.César omitió mencionar que se había quemado la pierna y tuvo que usar agua fría para calmar su dolor. Ni siquiera él entendía por qué, pero no quería que Lorena lo supiera.Aunque en el fondo sabía que planeaba casarse con Teresa algún día.—No me importa si dormiste o no con Teresa. Lo que hagan no es asunto mío. ¡Déjame ir ya! —dijo Lorena, decidida.Intentó empujar a César para abrir la puerta y salir, pero él la forzó de nuevo a senta
El oficial de tránsito miró a los guardaespaldas vestidos de negro que rodeaban a César.—¿Así que fueron ustedes quienes bloquearon la entrada de Disney con toda esta gente? Quedaron un montón de carros juntos sin poder pasar. ¡Fíjense bien en lo que hacen!—Mis disculpas. Es mi hermana quien estaba causando problemas. Lamento mucho los inconvenientes. —César asintió hacia Clara, quien intentó ofrecerle un cigarrillo al oficial.El oficial lo rechazó.—No hagan estas cosas inútiles. Consideren esto una advertencia. ¡Tengan más cuidado la próxima vez!El oficial se marchó.Lorena vio una oportunidad e intentó escabullirse detrás de él.Santiago se adelantó y la detuvo.Clara, por su parte, volvió a abrir la puerta del coche con cortesía.—Señorita Lorena, por favor.El carro arrancó. Como el vuelo estaba a punto de salir, iba muy rápido.Lorena, obligada a sentarse en el asiento trasero, se pegó a la puerta, manteniendo la mayor distancia posible de César, temiendo que pudiera hacer al
Su cuerpo aún la necesitaba. Cuando perdiera el interés en ella, naturalmente la dejaría ir.Lorena se lamentaba por haber caído en su trampa. Resignada, solo podía quedarse a su lado y esperar que el contrato terminara para ser libre.Lo que ella no sabía era lo que César planeaba realmente.Tal vez por el olor en el carro o por la velocidad, Lorena comenzó a sentirse mareada.—Para el carro. Quiero vomitar —dijo, dándole unas palmaditas a César.César, que estaba descansando con los ojos cerrados, fue interrumpido y respondió con impaciencia:—Estamos en plena autopista. ¿Cómo quieres pues que pare así sin más? Aguanta un poco.¡No podía aguantar más!—¡Ugh! —Lorena vomitó directamente en la tapicería del auto. Algo de vomito cayó sobre el pantalón de César.—¡Lorena! —gritó César furioso.Cuando llegaron al aeropuerto, César salió del auto deprisa, agitando la mano frente a su nariz, intentando deshacerse del olor desagradable.—¿Lo hiciste a propósito? —preguntó enojado.Lorena, ta
Tras llegar al hotel en Lisconia, Lorena sintió hambre otra vez.—César, ¿tienes hambre? ¿Pedimos comida a domicilio? —dijo Lorena, dejándose caer en el sofá y mirando el menú en su teléfono.César dejó su maletín, ya se había deshecho de la corbata en el avión y ahora se quitaba la chaqueta.—¿Acaso eres un cerdo? —respondió él.Dicho esto, se fue al baño a darse una ducha.Lorena le sacó la lengua en silencio mientras él se alejaba.Cuando César se preparaba para dormir, Lorena abrió la aplicación de comida a domicilio y comenzó a comer en la mesa.Después de comer, se dio una ducha rápida y, al salir, vio que César ya estaba dormido en la cama.Lorena se acercó a la cama, intentó tirar de las sábanas, pero no podía moverlas. Enfadada, le dio una patada a César.Después de mucho esfuerzo, finalmente logró agarrar las sábanas.César, dormía echado en la cama sin camisa.—¡Ojalá te congeles! —murmuró Lorena.Con las sábanas, fue al sofá y tomó una almohada. Su ropa de dormir estaba en
—¡Buena actuación!Pensó Lorena, mientras observaba a César con odio.Sucursal del grupo financiero Runpex.César fue a inspeccionar las oficinas y forzó a Lorena a acompañarlo.Lorena, con tacones altos y un maletín en la mano, como una secretaria, se quedaba detrás de César, escuchando cómo él conversaba con el gerente general de la sucursal.Recorrieron varios departamentos importantes y Lorena no dejó de seguirlo durante todo el recorrido.Finalmente, al mediodía, la inspección terminó.Tras el almuerzo, César debía asistir a una reunión por la tarde.Lorena finalmente tenía ahora un tiempito para un respiro. Estos días no había usado tacones, y después de caminar todo el día, tenía un dolor horrible en los pies.Se sentó en el sofá de la sala de descanso y comenzó a relajarse un poco. Al ver que en la mesa había algunos bocadillos para los invitados, los agarró y comenzó a comer. Luego, preparó una taza de café para tomar.El almuerzo había sido organizado por el gerente general d
—¿Quién te tomó la foto? ¡No creas que por conocer al presidente puedes acusar a alguien sin pruebas! —Frank no aceptó la acusación.—Yo, yo solo...... —Anais, al ser atrapada, tartamudeó sin poder decir una palabra.—Acabo de escuchar toda su conversación y grabé todo con mi teléfono. Si alguien toma fotos sin permiso, sin justificación, con mala intención, eso ya constituye acoso y es un acto ilegal, un crimen —Lorena levantó su teléfono.—Si no eliminan las fotos, también puedo llamar a la policía para que los ayude a borrarlas.Lorena solo estaba fingiendo. Aunque en realidad no había grabado nada, su amenaza tenía fundamento. En lugares públicos, tomar fotos sin el consentimiento de las personas y sin una razón válida se considera una invasión a la privacidad.Anais, asustada, temblaba y, con voz entrecortada, dijo: —¡Bórralas! ¡Las borro ahora mismo!Levantó su teléfono y, frente a Lorena, borró la foto en la que aparecía su cara, borrando también el archivo de la papelera.Loren
Al abrir nuevamente la aplicación de la red social.—¿Cuál es la contraseña?—Señor César, yo… yo no la subí. ¡Lo juro! —Frank comenzó a tener miedo.—¿Tengo que acaso repetirte la pregunta?Frank, con la voz temblorosa, dio la contraseña. César inició sesión en la cuenta, pero no encontró las fotos de Lorena, aunque sí descubrió otras fotos de mujeres.Parecía que no había tenido tiempo de subirlas.César no mostró ningún interés en esas fotos, y directamente entregó el móvil a la asistente, Clara.Ordeno entonces:—Busca mejor a alguien del departamento de tecnología, y que borren todas las fotos del celular.Frank se puso pálido y estaba inmóvil, como si el mundo se le viniera abajo.—Si no puedes hacer bien tu trabajo, no tengo problema en buscar a alguien más para que lo haga —dijo César, con una expresión amenazante, mirando al gerente general.El gerente general, nervioso, se inclinó ligeramente, intentando excusarse:—Por favor, tranquilo, señor César. Me encargaré de gestionar