El oficial de tránsito miró a los guardaespaldas vestidos de negro que rodeaban a César.—¿Así que fueron ustedes quienes bloquearon la entrada de Disney con toda esta gente? Quedaron un montón de carros juntos sin poder pasar. ¡Fíjense bien en lo que hacen!—Mis disculpas. Es mi hermana quien estaba causando problemas. Lamento mucho los inconvenientes. —César asintió hacia Clara, quien intentó ofrecerle un cigarrillo al oficial.El oficial lo rechazó.—No hagan estas cosas inútiles. Consideren esto una advertencia. ¡Tengan más cuidado la próxima vez!El oficial se marchó.Lorena vio una oportunidad e intentó escabullirse detrás de él.Santiago se adelantó y la detuvo.Clara, por su parte, volvió a abrir la puerta del coche con cortesía.—Señorita Lorena, por favor.El carro arrancó. Como el vuelo estaba a punto de salir, iba muy rápido.Lorena, obligada a sentarse en el asiento trasero, se pegó a la puerta, manteniendo la mayor distancia posible de César, temiendo que pudiera hacer al
Su cuerpo aún la necesitaba. Cuando perdiera el interés en ella, naturalmente la dejaría ir.Lorena se lamentaba por haber caído en su trampa. Resignada, solo podía quedarse a su lado y esperar que el contrato terminara para ser libre.Lo que ella no sabía era lo que César planeaba realmente.Tal vez por el olor en el carro o por la velocidad, Lorena comenzó a sentirse mareada.—Para el carro. Quiero vomitar —dijo, dándole unas palmaditas a César.César, que estaba descansando con los ojos cerrados, fue interrumpido y respondió con impaciencia:—Estamos en plena autopista. ¿Cómo quieres pues que pare así sin más? Aguanta un poco.¡No podía aguantar más!—¡Ugh! —Lorena vomitó directamente en la tapicería del auto. Algo de vomito cayó sobre el pantalón de César.—¡Lorena! —gritó César furioso.Cuando llegaron al aeropuerto, César salió del auto deprisa, agitando la mano frente a su nariz, intentando deshacerse del olor desagradable.—¿Lo hiciste a propósito? —preguntó enojado.Lorena, ta
Tras llegar al hotel en Lisconia, Lorena sintió hambre otra vez.—César, ¿tienes hambre? ¿Pedimos comida a domicilio? —dijo Lorena, dejándose caer en el sofá y mirando el menú en su teléfono.César dejó su maletín, ya se había deshecho de la corbata en el avión y ahora se quitaba la chaqueta.—¿Acaso eres un cerdo? —respondió él.Dicho esto, se fue al baño a darse una ducha.Lorena le sacó la lengua en silencio mientras él se alejaba.Cuando César se preparaba para dormir, Lorena abrió la aplicación de comida a domicilio y comenzó a comer en la mesa.Después de comer, se dio una ducha rápida y, al salir, vio que César ya estaba dormido en la cama.Lorena se acercó a la cama, intentó tirar de las sábanas, pero no podía moverlas. Enfadada, le dio una patada a César.Después de mucho esfuerzo, finalmente logró agarrar las sábanas.César, dormía echado en la cama sin camisa.—¡Ojalá te congeles! —murmuró Lorena.Con las sábanas, fue al sofá y tomó una almohada. Su ropa de dormir estaba en
—¡Buena actuación!Pensó Lorena, mientras observaba a César con odio.Sucursal del grupo financiero Runpex.César fue a inspeccionar las oficinas y forzó a Lorena a acompañarlo.Lorena, con tacones altos y un maletín en la mano, como una secretaria, se quedaba detrás de César, escuchando cómo él conversaba con el gerente general de la sucursal.Recorrieron varios departamentos importantes y Lorena no dejó de seguirlo durante todo el recorrido.Finalmente, al mediodía, la inspección terminó.Tras el almuerzo, César debía asistir a una reunión por la tarde.Lorena finalmente tenía ahora un tiempito para un respiro. Estos días no había usado tacones, y después de caminar todo el día, tenía un dolor horrible en los pies.Se sentó en el sofá de la sala de descanso y comenzó a relajarse un poco. Al ver que en la mesa había algunos bocadillos para los invitados, los agarró y comenzó a comer. Luego, preparó una taza de café para tomar.El almuerzo había sido organizado por el gerente general d
—¿Quién te tomó la foto? ¡No creas que por conocer al presidente puedes acusar a alguien sin pruebas! —Frank no aceptó la acusación.—Yo, yo solo...... —Anais, al ser atrapada, tartamudeó sin poder decir una palabra.—Acabo de escuchar toda su conversación y grabé todo con mi teléfono. Si alguien toma fotos sin permiso, sin justificación, con mala intención, eso ya constituye acoso y es un acto ilegal, un crimen —Lorena levantó su teléfono.—Si no eliminan las fotos, también puedo llamar a la policía para que los ayude a borrarlas.Lorena solo estaba fingiendo. Aunque en realidad no había grabado nada, su amenaza tenía fundamento. En lugares públicos, tomar fotos sin el consentimiento de las personas y sin una razón válida se considera una invasión a la privacidad.Anais, asustada, temblaba y, con voz entrecortada, dijo: —¡Bórralas! ¡Las borro ahora mismo!Levantó su teléfono y, frente a Lorena, borró la foto en la que aparecía su cara, borrando también el archivo de la papelera.Loren
Al abrir nuevamente la aplicación de la red social.—¿Cuál es la contraseña?—Señor César, yo… yo no la subí. ¡Lo juro! —Frank comenzó a tener miedo.—¿Tengo que acaso repetirte la pregunta?Frank, con la voz temblorosa, dio la contraseña. César inició sesión en la cuenta, pero no encontró las fotos de Lorena, aunque sí descubrió otras fotos de mujeres.Parecía que no había tenido tiempo de subirlas.César no mostró ningún interés en esas fotos, y directamente entregó el móvil a la asistente, Clara.Ordeno entonces:—Busca mejor a alguien del departamento de tecnología, y que borren todas las fotos del celular.Frank se puso pálido y estaba inmóvil, como si el mundo se le viniera abajo.—Si no puedes hacer bien tu trabajo, no tengo problema en buscar a alguien más para que lo haga —dijo César, con una expresión amenazante, mirando al gerente general.El gerente general, nervioso, se inclinó ligeramente, intentando excusarse:—Por favor, tranquilo, señor César. Me encargaré de gestionar
Lorena se sentó en el auto y allí lo entendió todo.Ya que no podía librarse ahora, decidió consentirse. Primero se llenaría el estómago; no valía la pena enojarse.Enojarse no resolvería nada después de todo, lo importante ahora era pensar en cómo escapar.Su humor entonces cambió rápido.Al llegar al centro comercial, Lorena fue directamente a un restaurante.No era hora de comida, el restaurante estaba vacío, y César no tenía hambre.Pero, Lorena comía sin parar, cualquiera podría pensar que César no le daba de comer en casa.Después de comer, Lorena comenzó a recorrer las tiendas. Primero se compró un par de zapatos cómodos.Era la primera vez que César acompañaba a una mujer de compras y no sabía qué hacer, así que simplemente la seguía, pasaba la tarjeta y cargaba las bolsas.Lorena, al ver que él pagaba y cargaba, no perdió la oportunidad de hacerlo comprar más. Incluso compró regalos para Marina y a doña Marta.En realidad, quería comprarle algo a Adrián, que en los últimos día
La sensación de soñar con una cosa así le causo mucha impresión.Levantó en el sueño entonces la mano y dio un manotazo al bicho.El bicho desapareció, y ella quiso seguir durmiendo.Y el condenado gusano era en realidad César que esporádicamente y durante la noche le beso el cuello de Lorena.Toda la noche anterior no pudo dormir bien. Aunque sus cuerpos no se tocaban, escuchaba constantemente a Lorena respirar en su oído. Aguantó hasta la mañana, pero finalmente no pudo más.Quería tener intimidad con Lorena, pero ella, de repente, le dio una cachetada en la cara.César, ya frustrado, se enfureció aún más.—¡Lorena! —gritó.Lorena, agitada, se despertó. Estaba bastante molesta por ser despertada de esa manera y se descargó:—¿Qué diablos te ocurre?Al darse cuenta de que estaba acostada en la cama, supo inmediatamente que era César quien la había llevado allí.Se levantó, quería pararse de la cama, pero César la detuvo y la jaló de vuelta.Lorena cayó de nuevo, y César, encima de el