Capítulo 64
Adrián no logró quitarse de encima los dos guardaespaldas que lo retenían.

A unos pasos de distancia, Lorena se soltó de la mano de César y caminó sola hacia el carro estacionado al borde de la acera.

Clara, de pie junto a la puerta, la abrió con respeto.

—Señorita Lorena, por favor, suba.

Lorena entró en el auto, donde el aroma del perfume masculino de César impregnaba el aire, haciéndola sentir náuseas y malestar.

César la siguió de cerca y subió al coche tras ella.

Clara cerró la puerta y, al igual que Santiago, se quedó fuera, esperando en silencio y dejando el espacio a los dos.

Dentro del coche

César se sentó junto a Lorena, tan cerca que podía sentir su calor. Sin embargo, la rabia que había mostrado antes parecía haber desaparecido.

Lorena, mirando por la ventana, no le prestó mayor atención.

—¿Qué has estado haciendo todos estos días con Adrián? —preguntó César con tono aparentemente casual, aunque en su interior estaba hirviendo de los celos.

—Si has podido encontrarme aquí,
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