Teresa deslizó la tarjeta para abrir la puerta de la habitación. Sus tacones altos resonaron suavemente sobre la alfombra mientras avanzaba paso a paso hacia la cama.La puerta, casi cerrada, fue detenida silenciosamente por la punta de un zapato de hombre de cuero marrón.Alguien había entrado, sin que Teresa lo notara.César estaba dormido en la cama, tranquilamente. Teresa comenzó a desvestirse hasta quedar completamente desnuda y se acostó a su lado.César, medio consciente, sintió el peso del colchón hundiéndose a su lado. Entre sueños, abrió los ojos y, al ver lo que pensaba que era Lorena, murmuró:—Lorena, ven aquí...Extendió un brazo y abrazó a quien creía que era Lorena, volviendo a quedarse profundamente dormido.Teresa exhaló aliviada, aunque su pecho todavía subía y bajaba con fuerza debido a la emoción. Por otra parte, en sus ojos brillaba un destello de celos.El teléfono de César comenzó a sonar. Teresa se giró, agarró el celular y vio que la llamada era de Doña Marta.
Saúl se lamió sus labios y, con una sonrisa maliciosa, dijo:—¿Cómo entré? Exactamente de la misma forma en que tú entraste.Colocó la mano con la que había tocado a Teresa cerca de su nariz y respiró profundamente.—Hueles a alguien como yo... astuta y traicionera.—No me importa cómo hayas entrado. Ya mismo, ¡fuera de aquí! —Teresa, cubriendo su cuerpo con una sábana, le ordenó en voz baja.Saúl se rio con desprecio:—Ya te he visto desnuda, ¿para qué fingir decencia ahora?—Mi hermano está borracho y no puede complacerte. Es perfecto que yo pueda ayudarte —continuó con un tono tentador y siniestro.La idea de acostarse con la mujer de su hermano lo excitaba.—¡No necesito ayuda de nada! ¡Vete ahora mismo!Saúl desvió la mirada hacia el celular colocado estratégicamente para grabar.—¿Estás de veras segura?Teresa guardó silencio.Después de un rato, Saúl se levantó de encima de ella. Al recoger sus pantalones del suelo, su mirada se posó en las manchas de sangre en las sábanas.Alzó
—¿Quién iba a saber que… no solo no me dejaste ir, sino que además… además me… —Teresa no pudo terminar la frase? Bajó la cabeza con tristeza, cubriendo su cara con la sábana.César empezó a estresarse mientras intentaba recordar lo que había pasado anoche. ¿La persona que lo ayudó a cambiarse no era Lorena, sino Teresa?Pensar en eso lo irritó. Los sollozos de Teresa resonaban en sus oídos, y cuanto más los escuchaba, más fastidio sentía.¿Cómo podía sentirse irritado? Ella era la mujer que le había salvado la vida, su primer amor.¿Por qué, entonces, no podía recordar nada de lo que ocurrió? Su cabeza dolía de la resaca, y su memoria estaba en blanco.Teresa tiró de la sábana, dejando al descubierto las manchas de sangre en las sábanas blancas.—César, anoche… me dolió mucho. —Sus ojos llorosos asomaron por encima de la sábana.Dios mío, César, ¿qué hiciste?Él se culpaba a sí mismo.—Lo siento… —Había confundido a Teresa con Lorena la noche anterior, y probablemente había sido demas
Teresa fue identificada por el director del departamento de ventas durante su entrevista. Este sospechaba de su trasfondo, creyendo que había sido colocada allí directamente por el presidente. En cuanto consiguió el puesto, le asignaron una oficina privada, un privilegio poco común para alguien nuevo.Sentada en su escritorio, Teresa comenzó a maquillarse. Desde fuera, podía oír a sus compañeros hablando sobre los rumores entre ella y César. Sonrió de la satisfacción.—No hace falta que entres —se escuchó la voz de César en la puerta de su oficina.—Entendido —respondió Clara desde fuera.César entró en su despacho, se quitó inmediatamente el saco y fue al baño de la suite.El agua recorría su cuerpo mientras se frotaba con el gel de baño que Lorena le había comprado. Después de bañarse, se puso el traje de repuesto que siempre tenía en su oficina.Sentado en su escritorio, lanzó un informe a un lado y se frotó la cabeza con frustración. Los informes entregados por los directores eran
—Anoche te dejé en la habitación, ¿no me digas que te levantaste para buscar a Teresa? ¿De verdad pasó algo entre ustedes? —preguntó Ricardo, sin entrar en muchos detalles, pero lo suficiente para que el mensaje quedara claro.César se frotó la cabeza. Había pasado la noche sin dormir bien, atormentado por escenarios en los que Lorena descubría lo que había sucedido entre él y Teresa, y luego desaparecía de su vida para siempre.—¿Cómo lo sabes? —preguntó, con una voz cansada y llena de agotamiento.—¡Los paparazzi los captaron saliendo juntos del hotel! Ahora mismo están en los titulares. Todo el mundo sabe que pasaste la noche con Teresa en una habitación del Aguas Claras.De inmediato, la mirada de César se volvió fría, y todo rastro de cansancio desapareció. Colgó el teléfono de golpe, abrió las noticias en su celular y vio su nombre en lo más alto de los titulares. Cuanto más leía, se notaba más la preocupación en su rostro.Miró el reloj y pensó que aún había esperanza: Lorena ta
Clara tiró de su manga.—Durante las horas de trabajo no se permite hablar de chismes, si siguen así, les descontaré de su sueldo—dijo Clara con voz firme.—¡No, por favor! ¡Necesitamos el dinero! —respondió una de las secretarias, Sara, en tono juguetón.En ese momento, Teresa entró en la oficina del presidente y dejó los documentos sobre su escritorio.—César, este es el documento que el director de ventas me pidió entregarte —dijo Teresa con una sonrisa amable.—Emm. —César respondió sin mostrar mucha emoción, tomando el documento y dejándolo a un lado sin mirarlo.Teresa tomó una silla y se sentó frente a él, preocupada.—César, ¿qué te pasa? ¿Tienes algún problema en el trabajo? Te veo mal. Si quieres hablar, estoy aquí para escucharte. Aunque no sé si pueda ayudarte con algo, al menos puedes desahogarte conmigo.César la miró fijamente durante un largo rato.—Pues, qué bien que viniste, hay algo que necesito decirte.—¿Qué es lo que ocurre? César, dime lo que sea.César organizó
Al escuchar la respuesta, Teresa quedó pálida. Una sonrisa amarga apareció en sus labios.—Mientras seas feliz, César, no me importa lo demás. Yo quiero lo mejor para ti.—¿Puedo seguir trabajando en Runpex?—Mientras yo esté aquí, siempre será tu hogar.—Muchas gracias. —Dijo, bajando la cabeza y saliendo con prisa de la oficina del presidente, como si estuviera escapando.Después de que Teresa se fue de la oficina, César pidió a Clara que transfiriera cinco millones a la cuenta de Teresa, como compensación por lo ocurrido la noche anterior y por la culpa que sentía al haberla herido.Una vez aclarada la situación, César se sintió mucho más relajado. Incluso en el trabajo, al pensar en Lorena, no podía evitar que una sonrisa suave apareciera en su cara.Finalmente entendió por qué siempre había sentido rechazo hacia Adrián.El equipo de secretarias notó que el humor del presidente cambió después de la visita de Teresa, pasando de sombrío a brillante. Todas comenzaron a agradecer a Ter
César estaba pensando.Doña Marta estaba dándole indicaciones a los empleados en la preparación del almuerzo. Lorena, en el pequeño jardín afuera, abrió el grifo para regar el césped.Cuando vio que ya era suficiente, y que la ya casi estaba lista, cerró la llave y fue al baño a lavarse las manos mientras esperaba para comer.Después de hacer todo esto, al ver que aún quedaba un poco de tiempo, lo único que se le ocurrió fue sentarse en el sofá y mirar el celular.Un correo electrónico llamativo apareció en su bandeja de entrada.Lorena lo abrió y, tras mirar un par de líneas, estaba asqueada.El correo contenía fotos íntimas de César y Teresa.Las imágenes eran muy explícitas. Solo pudo mirarlas unos segundos antes de borrar el correo.—¡Qué porquería!Era bastante obvio de quién había sido la idea. Aparte de Teresa, nadie más le mandaría eso.Pero, ¿cómo sabía ella cuál era su correo?Se escuchó el sonido de la cerradura de la puerta. César había llegado a casa.Antes, siempre que él