| Anakin |Camino lentamente, tratando de luchar contra las ganas de volver a mi cama. Cada paso es una lucha; nunca en mi vida había estado enfermo. Soy un licántropo, las enfermedades que nos afectan son tan pocas que nuestros enemigos creen que no existen. Cuando logro llegar a la sala de la casa de Arman, me dejo caer en un sofá individual. Ellos siguen aquí; los escuché hablar en la noche, pero la fiebre era tan alta que me dejó inconsciente. Cada día me siento peor.—¿Me pueden dar un resumen? —suplico al ver que nadie me presta atención.—Hicimos una lista de las manadas que presentaron a una Luna desde el día en que la Luna Zinerva desapareció. También enviamos a nuestros espías. Son solo cinco manadas, pero aún existe la posibilidad de que no la hayan presentado aún para evitar que los descubramos —dice Matvey sin dejar de mirar unos papeles. Incluso Antosha está sentado en una esquina revisando otros papeles. Yo ayudaría, pero cuando intento leer, las letras se me unen.—Ent
| Arman |Miro el reporte sin poder creerlo. Aunque aún no estamos seguros y necesitamos más pruebas, esto no podría ser peor.—Antosha tenía razón, ¿cierto?—Según los rumores, sí, pero necesitamos la certeza de que esto es real. No puedo verlos ni conseguir una foto, pero los integrantes dicen que es una hembra joven de cabello rizado y piel morena clara que se asusta entre la multitud —le resumo lo que dice. Mi hermano me mira y pasa la mano por el cabello.—No podemos decírselo, saldrá corriendo él solo a buscarla.—Lo sé. Aunque no tiene una gran manada, perderíamos muchos machos en una guerra. Hay que intentar negociar; además, sabe cómo entrar. Si quisiera lastimarnos, lo hubiera hecho hace tiempo.—Lo peor es que esa manada tiene una sola entrada por la cual podemos llevar guerreros; las otras están muy cerca de pueblos humanos, por no decir que están en los pueblos.—No debemos subestimarlo. Lleva en el poder desde que era un cachorro, burló nuestra seguridad como si fuéramos
| Alexander |Me aseguro de que cada uno esté bien vigilado. Sabía que esto pasaría tarde o temprano, pero no estaba en mis planes tener que llevarlos hacia ella. Quería encerrarlos y eventualmente negociar, pero mi musa es muy convincente; no puedo decirle que no a nada de lo que me pida. Es mi Luna, nunca me atrevería a negarle algo.Respiro profundo antes de entrar a la casa. Mi corazón aún está acelerado, pero no es un problema, ya que siempre se me descontrola cuando estoy con ella. Seguro no lo verá como algo raro. La busco en la sala, pero no está. Acaba de ocultar su olor, siempre es precavida. Voy a la cocina, es su lugar favorito; aun cuando le digo que todo lo que ve le pertenece, agarra comida a escondidas cuando no es la hora de comer. La encuentro de espaldas revisando el refrigerador. Tiene una bata que apenas tapa lo necesario; la peor tortura es saber que no hay nada debajo.—¡Concéntrate! —ordena mi lobo, y sacudo mi cabeza. Él tiene razón.—Te tengo una sorpresa —el
| Alexander |Puedo sentir cómo mi sangre se filtra por mis colmillos, entrando al cuerpo de mi musa. Eso es lo que nos une. No es la sangre normal que corre por mis venas, ni siquiera sé cómo explicarlo, pero estas escasas gotas me unirán a ella el resto de mi vida.Saco mis colmillos lentamente, y no pierdo tiempo en lamer cualquier rastro de sangre. Nuestra saliva cura a nuestros mates e incluso a las crías. Ella suelta un pequeño jadeo; intenté que fuera rápido y liberé la mayor cantidad de feromonas posible para excitarla sin necesidad de tocarla. Aunque hasta ahora no mostró rechazo, no quería tentar mi suerte.—¿Qué sientes?—Dolió un poco, pero estoy bien —ella voltea su rostro—. No te atrevas a atacarlo —cuando giro la cabeza, me doy cuenta de que Antosha está frente a nosotros.Sonrío con burla; se puede ver la ira en sus ojos, y de su mandíbula caen gotas de saliva. Le queda tan bien la mordaza, como el cachorro ingenuo que es. Gracias a él y su desesperación, me hizo las co
| Alexander |Todo queda en silencio por unos segundos. Odio que cada segundo esto se complique. Muerdo mi labio y me siento en el borde de la cama. Nada está saliendo como lo imaginé; supuse que esta situación sería más fácil, pero ahora debo dejar que ellos laman la marca, mi marca, la que acabo de hacer con mis colmillos. Lo único que me ata a ella y evita que ellos quieran luchar conmigo a muerte.Volteo mi cabeza para mirarla. Ella, simplemente por existir, me trae paz. Me deleito observando las pequeñas manchitas de su rostro, esas pequitas; son pocas, pero todas están concentradas en su nariz y parte de sus pómulos.—Alex...— Arman intenta hablar, pero le gruño.—¡Mi nombre es Alexander Tremblay! — Tengo que cerrar los ojos para que no me lleguen esos recuerdos por culpa de esa palabra. — No vuelvas a llamarme por un diminutivo o acortar mi nombre.Todo vuelve a quedar en silencio. No somos amigos, ni siquiera podría decirse que conocidos; si ellos me han visto más de tres veces
| Antosha |Observo intrigado a ambos rogando para que no tengan una conversación privada, esto se va a poner bueno y, si tengo la oportunidad, sacaré algo de todo lo que tengo retenido.— ¿Ahora qué quieres? —pregunta él sin dejar de sonreír.— ¿Dónde está?— Sé más específico —él recuesta la espalda contra la pared; ninguno de los dos deja de mirarse.—Tú sabes qué es— Arman no muestra ninguna emoción.Es un claro indicio de que está a nada de perder los estribos. Arman nunca se le tirará encima, pero sabe cómo hacer sufrir a alguien sin tocarlo. Al ver que él solo se encoge de hombros, desinteresado de la conversación, sigue hablando.— ¿Qué hiciste con mi cuadro?—Jajaja —él tiene que taparse la boca para no despertar a mi tesoro.— De todas las cosas que me imaginé, esa nunca pasó por mi cabeza.— ¿Qué hiciste?—Tranquilo, no tiraría a la basura semejante obra. Es un buen cuadro, nunca te imaginé como un macho sensible, talentoso y con buen ojo.Él nos hace una seña para que lo sig
| Alexander |—Después de esto daré un discurso público a la manada —Anakin me mira de reojo.—Mientras no menciones algo sobre unir a las manadas por mí, está bien.Él le sonríe a nuestra mate. No me gusta cómo suena, pero tengo que forzar la idea en mi mente para que entre y comprender que ya no solo me pertenece a mí; en realidad, nunca fue solo mía. Ella escuchó todo, estábamos hablando por un enlace compartido. Quiero que comience a comprender cómo funciona su mundo, el mundo al que fue echada y apartada por ser roger.Mi lobo comienza a inquietarse en mi mente cuando siento la pequeña mano de nuestra mate intentar agarrar la mía. Cuando miro, siento un sabor amargo en la boca: ella ya tiene la mano de Anakin bien sujeta. Busco su mano primero; no rechazo unir nuestras manos, acaricio sus dedos con mi pulgar sin volver a mirar la unión de sus manos. No me gusta, pero no me puedo quejar.Llegamos al punto de reunión, es una cabaña de invitados. Tiene un aspecto sencillo por fuera,
Los miro a los cuatro. Alex me sacó del establo para traerme de vuelta a la casa. No me convenció de salir hasta que me dijo que era para hablar de algo importante, y sus expresiones no me están agradando.—¿No van a hablar? —en todo este tiempo, que no es mucho, han estado en silencio.He notado que a ellos tres les incomoda mi nueva actitud. Ahora hay una barrera; no me tratan como antes, como cuando apenas podía decir algunas frases que en verdad sabía de memoria. Pensé que aprender su idioma nos uniría, pero es como si yo hubiera puesto una barrera entre nosotros. Siguen siendo igual de afectuosos, pero eso es lo único. Ni siquiera hemos hablado mucho. Mi único consuelo es que Alex sigue siendo igual conmigo: me habla, está pendiente de lo que hago, aunque intente fingir que no, para que no me sienta agobiada, y sigue siendo amoroso y detallista.—Tesoro, como sabes, ayer conseguimos el permiso que necesitábamos para reclamar una parte del territorio sin dueño y unir nuestras manad